Lords of Strife ha supuesto una completa sorpresa. No voy a mentir, cuando lo empecé pensaba que duraría cerca de dos horas, típico juego hecho en dos tardes como proyecto de fin de grado o algo parecido. Pero nada más lejos de la realidad. Me he encontrado con un título hecho y derecho, con seis niveles distintos, variedad de mecánicas y con una complejidad que me ha dejado varado en ciertos momentos. Una propuesta modesta pero honrada para PC.

Lords of Strife es un plataformas en dos dimensiones donde nuestros reflejos son lo más importante, aderezado con ciertos elementos de acción. En cuanto al diseño de niveles, es muy similar al estilo de Super Meat Boy, con mapas pequeños pero complicados, y una vez completado cada uno de ellos pasamos al siguiente. Lords of Strife es más narrativo, lo suficiente para tener mapas conectados, pero no es ni importante ni merece realmente la pena. La historia cuenta la vida de un campesino que va matando a los corruptos señores de los territorios colindantes. Nuestro protagonista, fiel a su herencia servil, usa una horca para eliminar a todo aquello que se mueva.

Pero lo que más haremos será saltar y rebotar. Una de las mecánicas básicas que usaremos será impactar contra cosas para poder llegar más lejos con nuestro salto. Esto incluye rebotar en prácticamente todo, desde pinchos a enemigos, pasando por espantapájaros y otra serie de cosas. Para rebotar en los enemigos no es necesario ningún tipo de condición, pero para hacerlo en los pinchos tenemos que pasar antes por un corazón que nos dará invulnerabilidad momentánea para poder rebotar una sola vez. Para llegar lejos en Lords of Strife hay que tener claro cómo funcionan las mecánicas y hacerlo apresuradamente, porque algunos de los niveles no tienen ni usa sola plataforma fija sobre la que apoyarse antes de tener que continuar a la siguiente.

Los enemigos son de lo más variado. La mayoría son espíritus con forma abstracta que mueren de un solo golpe, pero tenemos desde vampiros a animales más típicos, como perros o murciélagos. Nuestra horca acabará con la mayoría con suma facilidad; los enemigos no suelen estar para darnos problemas, sino para ejecutar la mecánica de doble salto que he explicado antes. Otra cosa son los jefes, que suponen un problema muy grande; todos vuelan, por lo que nuestra habilidad anteriormente explicada tiene que ser dominada para llegar a impactarles. Algunos de los seis Señores pueden llegar a ser realmente frustrantes, pero su variedad de ataques los hacen divertidos jugablemente.

La dificultad es una de los elementos que puede echar para atrás a los jugadores. Aunque al comienzo es sencillo, rápidamente se complica. Uno de los mundos tiene una mecánica en la que hay botones que se desactivan al morir, repartidos por varias habitaciones. Como morir en este juego es algo bastante usual — más o menos mil quinientas muertes tengo en mi primera y única partida — esto puede resultar tedioso y confuso. Cuando mueres en alguna de las pantallas y no sabes qué botones están activados y cuales sí puede resultar en un absoluto caos jugable. En estos puntos la dificultad se multiplica exponencialmente, llegando se a ser lo más complicado de todo el título.

Otro tema que merece ser comentado es el humor que el título desprende. Para cada tipo de muerte el autor añadió un mensaje distinto que aparece al perecer. Tengo que reconocer que cada vez que veía un tipo de muerte diferente me lanzaba sin pensármelo dos veces, solo para ver el mensaje que aparecería. Los otros habitantes del mundo también suelen decir cosas, pero sus comentarios son olvidables.

Gráficamente estamos ante un título que abraza los píxeles; son tan grandes que hay cosas que son difíciles identificar y que requieren buenas dosis de imaginación. Este diseño es lo que convierte al título en un verdadero juego indie, pues alejará a muchísima gente por su excesiva simpleza. Los colores del título, muy saturados, mejoran un poco el resultado final. La música, por su parte, hace gala de varios temas «chiptune» bastante pegadizos y que no se hacen muy pesados. El sonido es otro de los apartados flojos, con muy poca variedad y trabajo detrás.

En resumen, Lords of Strife es un título perfecto para partidas cortas, con una jugabilidad bien definida pero con poco trabajo en prácticamente todos los demás apartados. Esto significa que poca gente lo tendrá en cuenta, pero solo por las diferencias e innovaciones que su jugabilidad intenta — con mayor o menor éxito — merece la pena. Por cuatro euros ofrece más de seis horas de juego complejo y desafiante, y eso se puede decir de muy pocos títulos.


Este análisis ha sido realizado mediante una copia cedida por Revolutionary Interactive