Hace algún tiempo, comencé a interesarme en el género musical dentro de los videojuegos. Tras mi experiencia con Lost in Harmony, cuyo análisis podéis leer aquí decidí seguir profundizando con otra propuesta. Entonces descubrí Old School Musical —OSM en adelante—, de los chicos de La Moutarde, siendo este un proyecto ostensiblemente distinto a lo vivido con el juego citado anteriormente. Así conocí a Tib y Rob, los protagonistas que nos acompañarán en esta aventura musical a lo largo de sus 20 niveles y los 50 temas musicales que nos propone el título. Veamos qué ofrece y si logra alcanzar sus objetivos, que están meridianamente claros desde el primer minuto de juego. Para ello, nos adentramos en la versión de Nintendo Switch —el juego también está disponible para Steam.

La inspiración en juegos de renombre será constante.

 

UNA OBRA QUE TIRA DE NOSTALGIA.

La historia detrás de OSM es una mera excusa para recorrer los mundos que deberán visitar Tib y Rob. No obstante, lo verdaderamente destacable es la inspiración de estos mundos y los seres que los pueblan.

Para empezar, nuestros héroes se caracterizarán en cada uno de ellos con multitud de atuendos que nos harán recordar inmediatamente a sagas tas icónicas e importantes como Megaman, Pokémon o Metal Slug por poner unos ejemplos. Son tantas y tan acertadas las ambientaciones y los personajes en los que se basan, que a un servidor le ha parecido que es indudablemente el punto fuerte del juego.  Todo ello, además, aderezado con un humor directo y absurdo que nos arrancará una sonrisa constantemente, aunque es cierto que a la larga su efecto se atenuará.

Este humor es el eje central de la narrativa. Todo tiene cabida en esta gran parodia que sabe reírse de cualquier situación y que no nos dejará descansar de ello ni tan siquiera en la pantalla de Game Over.

¿Y LA MÚSICA?

Quizá pueda parecer un tanto extraño no haber comenzado el análisis abarcando el aspecto musical de OSM. Es un juego del género, no cabe ninguna duda, pero el encanto como he dicho anteriormente recae en su ambientación y en las situaciones estrambóticas que vamos viviendo.

La música estará presente en cada momento jugable del título, y acompaña a la perfección al aspecto retro del juego, pero nunca será un elemento destacable bajo mi perspectiva, ya que creo que no dispone de ninguna melodía para el recuerdo.

En cuanto a su estilo, os dejo a continuación un ejemplo de qué podréis encontrar a lo largo del juego para que os hagáis una idea.

 

DIFICULTAD A LA CARTA.

OSM ofrece un selector de dificultad en su modo historia para que podamos disfrutar de su jugabilidad en nivel normal o en difícil. Mientras que el primero supone un reto muy asequible, que asegurará que cualquier persona que se acerque al título pueda superarlo sin mayores dificultades, el segundo ofrece una dificultad endiablada que hará sudar tinta al más pintado.

En mi experiencia, este modo historia se disfruta sobre todo en el nivel normal, puesto que como he comentado de modo reiterado, su punto fuerte está en otro aspecto. No obstante, es muy positivo que nos ofrezcan desde un primer momento la posibilidad de elegir lo que mejor se adapte a nuestros gustos.

Quizá, el mayor problema sea en este sentido el salto tan abrupto que existe entre una dificultad y otra. La velocidad de las notas que recorrerán la pantalla para que las sigamos al ritmo será muy elevada en el nivel difícil. Esto supondrá un quebradero de cabeza ya no para hacer buenas puntuaciones, sino tan solo para superar cada melodía a la que nos enfrentemos.

Como en los juegos en los que se basa, en OSM nos enfrentaremos musicalmente hablando a varios jefes.

 

CONTENIDO A RAUDALES.

La duración del modo historia es considerable. No obstante, ahí no acabará la cosa, puesto que el juego nos ofrece un contenido al finalizar la misma que hará las delicias de quienes lo superasen en modo normal y quedasen con ganas de alguna mecánica distinta o una dificultad intermedia entre las propuestas. Y es que OSM no se conforma con ofrecer una campaña de calidad y nos lanza una serie de escenarios en los que la narrativa pasa a un segundo plano, cobrando mayor protagonismo la rapidez con la que pasamos de uno a otro para centrarse en la jugabilidad.

Mecánicas distintas que cogerán al jugador de imprevisto, ya que tras 20 mundos, no esperará seguramente que le sorprendan con ciertas novedades —teniendo claro que la estructura jugable se mantiene, claro está—. Seguiremos haciendo uso de los 4 botones del JoyCon derecho para seguir el ritmo de las melodías, haciendo coincidir el paso de las notas por la zona central de nuestra pantalla, además de los gatillos para tirar de percusión. No obstante, el tempo fluirá de forma que nos descolocará.

Por un lado, es un recurso que gusta, pero por otro, quizá podría haberse usado durante los primeros 20 niveles para evitar cierta monotonía en la jugabilidad de OSM. Creo que el estudio midió mal a la hora de repartir este tipo de novedades en el sistema jugable.

Por último, señalar que el modo arcade nos permitirá abordar cada canción quitando la parte narrativa para superar nuestra puntuación. Bajo mi opinión, este es el lugar para poder disfrutar de la propuesta difícil de OSM. El motivo es que su elevada dificultad si seleccionamos este nivel de la misma, hace que sea tedioso repetir cada fase de la historia, mientras que en el modo arcade repetiremos cada canción de forma muy rápida para tratar de superar un reto de dimensiones ciclópeas en algunas melodías. Absolutamente recomendable darle un tiento a este modo, ya que es donde se pone de manifiesto la calidad como juego rítmico del título de La Moutarde.

El humor no nos abandonará ni en los créditos finales.

 

En definitiva, OSM cumple como juego musical en su modo historia, aunque podría haberse mejorado la propuesta jugable en cuanto a su variedad. Sobresale en su exigencia en el modo difícil, siendo recomendable abordarlo así en la parte arcade. Y sorprende en su ambientación, inspiración y sentido del humor que nos mantendrán pegados a la pantalla para ver con qué nuevo mundo nos sorprenderán y qué personajes nos saldrán al paso con diálogos de lo más hilarantes. A título personal, las canciones no me han enamorado, y eso de un modo subjetivo, ha de pasar factura en la percepción global del juego inevitablemente.

 


Este análisis ha sido realizado mediante una copia cedida por Playdius Entertainment