Streets of Rage, Golden Axe, Alien Storm… ¿A que te suenan esos nombres? Hace dos décadas, Sega era una de las compañías más desenvueltas a la hora de crear buenos beat ‘em up, y la mejor prueba es que la mayoría de ellos aún siguen siendo recordados y rejugados por muchos de sus fans en la actualidad. Desafortunadamente, no es el caso del juego de hoy, o al menos no en la misma medida que los que acabo de nombrar ahí atrás. Lanzado bastante tarde en la vida de Mega Drive, tanto que la generación 32-bits ya había empezado, Comix Zone pasó de puntillas por una industria que ya estaba pensando en el salto a las tres dimensiones.

Comix ZonePero al contrario que muchos títulos que se vieron arrastrados al olvido por circunstancias similares a la suya y ahora son difíciles de recuperar, Comix Zone tiene el consuelo de haber sido relanzado en varias ocasiones: tuvo versiones para PC, GBA y en la pasada generación también fue añadido a las tiendas digitales de 360, PS3 y Wii. Sin embargo, su popularidad nunca ha acabado de despegar y su nombre rara vez es de los primeros que se mencionan cuando toca recordar la época dorada de los beat ‘em up. Algo que me apena, porque se cuenta entre mis favoritos del género.

Antes de entrar en materia debo admitir que de pequeño tampoco es que estuviese demasiado metido en estos juegos de “yo contra el barrio”, sobre todo porque algunos de los más populares se limitaban a esa idea y no sorprendían demasiado una vez que llevabas unos cuantos a tus espaldas. Aunque siempre divertidos para coger un rato y jugar a dobles, con el paso del tiempo acabé por centrarme en otros géneros y dejé pasar la oportunidad de probar algunos de ellos. Pero no fue lo que ocurrió con Comix Zone.

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Que sea uno de los juegos con los gráficos más detallados del catálogo de Mega Drive ayuda, aunque sus encantos no se limitan a una cara bonita.

Se podría decir que jugablemente no inventó nada, ni quizá que hizo las cosas mejor que la mayoría de sus congéneres. Un par de botones eran suficientes para luchar con comodidad contra los enemigos que nos salían al paso, pero aunque su control era cómodo y preciso, el gran reclamo para engancharnos al juego era su magistral puesta en escena: Comix Zone cambiaba las típicas calles llenas de maleantes por las hojas de un cómic que cobraba vida y atrapaba a su propio dibujante en el interior.

Esta particularidad distaba de ser un simple recurso narrativo y condicionaba por completo la dirección artística, con un más que convincente aspecto de dibujo hecho a mano y multitud de pequeños detalles que servían para vender la idea de que estábamos realmente metidos dentro de una historieta de papel. Tanto nuestro protagonista como los enemigos hablaban por los codos usando los típicos bocadillos de los cómics, y estos últimos con frecuencia eran dibujados delante de nuestras narices por la mano del villano que había conseguido salir y ahora quería acabar con nosotros desde fuera.

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Un dibujo dibujando otro dibujo para matar al dibujante. Trabalenguas servido.

Aunque la mejor parte sin duda era la segmentación por viñetas. Los niveles ya no eran un escenario continuo en el que la cámara avanzaba o se detenía si quería que batiésemos a cierto número de rivales antes de seguir: ahora estaban divididos en un puñado de casillas bien delimitadas por márgenes blancos. Siguiendo el orden natural de lectura, empezábamos siempre en la esquina superior izquierda y nuestro objetivo era ir progresando hacia abajo, para lograr alcanzar la inferior derecha y así poder pasar a la página siguiente.

Comix ZoneEste planteamiento permitía cambiar radicalmente los fondos del escenario cada pocos metros, añadir ingeniosas acotaciones para dar algo más de contexto, e incluso implementar con facilidad caminos alternativos. Tras derrotar a todos los enemigos o resolver algún puzle muy sencillito (activar palancas, empujar cajas y poco más), una o dos grandes flechas amarillas aparecían en los márgenes de la viñeta para indicar que podíamos saltar a la siguiente por allí. Teniendo en cuenta que todas las páginas tenían una bifurcación en algún punto, el rejugado era obligatorio si queríamos ver el cómic al completo.

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Aquí podéis ver las dos primeras páginas y cómo las viñetas conectan entre ellas.

Aparte de esta estructuración tan original, Comix Zone también hacía gala de otras ideas interesantes, como la posibilidad de romper algunos de los márgenes (aunque pocos) a puñetazos o el uso de la rata mascota del protagonista para descubrir ítems ocultos bajo el papel. Estos objetos, de un único uso salvo por la propia rata, podían ir desde cuchillos arrojadizos a pociones que regeneraban nuestra salud, pasando por la siempre peligrosa dinamita. En su mayor parte servían para prestarnos ayuda en combate, aunque en algunos casos también nos proporcionaban un medio más sencillo para deshacernos de obstáculos sin perder vida (golpear puertas de hierro cerradas, por ejemplo, nos hacía daño).

Claro que también es cierto que incluso un buen uso de los objetos no evitaba que Comix Zone fuese un juego descaradamente difícil. Además de la ausencia del modo cooperativo, que solía ser uno de los mayores atractivos de esta clase de títulos, su excesivo desafío podía jugar en su contra. Sin vidas al uso ni puntos de control, vaciar la barra de vida o caer por un precipicio equivalía a reiniciar la página desde arriba. Si bien los combates de forma individual no eran demasiado exigentes salvo por algún jefe, costaba no acabar muriendo a la larga por acumulación de daños. Situación que empeoraba al descubrir que empezar una página nueva no siempre significaba rellenar la vida automáticamente.

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“Me pregunto qué habrá en el fondo”, dice. Una muerte casi segura.

Pero a pesar de ciertos picos de dificultad más propios de la generación de 8-bits que de la de 16, y una duración algo escasa, Comix Zone sigue siendo una experiencia muy recomendable para los fans del género que busquen algo de estilo sin por ello tener que renunciar a la sustancia. Hay lugar para la frustración, pero también para un diseño muy personal, cierta dosis de sentido del humor y unos combates que por norma se dejan controlar todo lo bien que los beat ‘em up nos acostumbraron en aquella época.

Por eso me parece una auténtica lástima que no disfrutara de la suficiente popularidad como para que Sega se animase a revisitar el concepto y ampliarlo en entregas posteriores. Si este es el resultado que consiguieron al primer intento en Mega Drive, uno no puede dejar de preguntarse cómo habría sido un Comix Zone 2 creado para Saturn, Dreamcast o incluso algunas de las plataformas actuales. Pero bueno, de poco sirve lamentarse por eso ahora. Lo importante es que al menos el original sí llegó a buen puerto y todos los que se lo perdieron en su momento todavía están a tiempo de descubrirlo.