Sega ha decidido pisar el acelerador con la saga Yakuza, ahora convertida en una de sus franquicias estrella. En la última década hemos ido prácticamente a juego anual de la saga si sumamos entregas principales, spin-offs y alguna que otra remasterización. Lo cierto es que esta ingente cantidad de lanzamientos no ha pasado factura a la gran calidad de los juegos de la saga y nos preguntamos cuál es el secreto del Ryu Ga Gotoku Studio para conseguir dar siempre en el clavo, incluso con propuestas a priori tan disparatadas como la de este Like a Dragon: Pirate Yakuza in Hawaii que hoy nos ocupa.

No queremos espoilear nada relevante de la historia principal, ya que al igual que otros títulos del estudio japonés, uno de los grandes alicientes de jugarlo es descubrir un guion repleto de sorpresas y momentos que dejan huella. Asimismo, sí que es importante repasar la premisa de la trama, ya que es una de las más surrealistas que hemos visto en la saga. Si sabéis quiénes son Ichiban Kasuga y Kazuma Kiryu, dónde está Kamurocho y qué es el Clan Tojo, entonces conoceréis perfectamente al único e inigualable Goro Majima. Si no es el caso, lo único que necesitáis saber es que es un antiguo miembro de la yakuza japonesa que, debido a motivos que no vamos a desvelar aquí, despierta en una playa en un preocupante estado de amnesia.

Los primeros compases del juego son algo lentos y la historia se toma su tiempo para ponernos a tono, por lo que solo os diremos que poco después de despertar y preguntarse quién es y dónde demonios ha ido a parar, el bueno de Majima conoce a un simpático crío de diez años que solo desea una cosa: abandonar la isla para buscar tesoros en alta mar, tal y como los nativos del lugar le cuentan que hacía su padre, un malhumorado tabernero que parece enfadado con el mundo. Insistimos: no queremos arruinaros la experiencia, así que lo último que comentaremos es que, tal y como la premisa del título indica, es que los caprichos del destino llevan a Majima a convertirse en capitán de un barco pirata. Es la puesta en escena del juego con más acción que se ha visto en la saga.

Recalcamos lo de la acción porque Like a Dragon: Pirate Yakuza in Hawaii tiene muchos, muchos combates, especialmente cuando soltamos el timón y tocamos tierra firme. En este sentido, el juego funciona como cualquiera de las entregas clásicas de la franquicia, ya que las peleas se suceden en tiempo real y no hay demasiadas diferencias con respecto a cualquier entrega clásica de la franquicia o spin-off como Like a Dragon Gaiden y Judgment. Porque puede que el nuevo Majima no sea capaz de recordar su pasado como miembro de la yakuza, pero si hay algo que no ha olvidado es su afición por solucionarlo absolutamente todo a golpes.

Las peleas son muy dinámicas y divertidas, ya que la posibilidad de cambiar de estilo tiene más sentido que nunca en esta ocasión. El motivo es que podemos transformarnos en pirata y empuñar un par de alfanjes o sacar instrumentos musicales para invocar a los dioses o decantarnos por un Majima mucho más fiel a su pasado que lucha con los puños y es capaz de crear clones de sí mismo. El juego está repleto de enemigos que campan a sus anchas tanto por las calles de Hawái como por las diversas islas desiertas que podemos peinar en busca de tesoros. Poco importa si son trapicheros del tres al cuarto o aspirantes a pirata; hay centenares de ellos y nos vemos obligados a derrotarlos a prácticamente todos. De hecho, es el juego de Rya Ga Gotoku Studio que más combates tiene. Demasiados, quizá.

A los enemigos rasos hay que sumar otros más desafiantes como los objetivos en busca y captura, que hacen las veces de minijefes y nos otorgan con una jugosa recompensa económica si acabamos con ellos. También merecen mención aparte los capitanes de los numerosos barcos pirata que surcan los océanos, ya que después de una batalla naval más intensa de lo habitual nos toca abordar su barco y enfrentarnos a ellos en un duelo a muerte. Y ya que hablamos de batallas en alta mar, hay que decir que funcionan realmente bien, ya que ni son peleas demasiado largas -salvo algunas relevantes para la historia principal- ni el juego abusa demasiado de ellas. Nos ha resultado muy interesante eso de poder dejar el timón y acabar con los barcos enemigos usando ¡un lanzacohetes!

Los combates en barco no solo tienen lugar cuando recorremos los diferentes mapas marinos en busca de tesoros; también hay un espectacular coliseo en cierto lugar en el que se celebran torneos en los que solo hay una regla: el que gana la pelea se va con una jugosa recompensa, mientras que el que pierde no volverá a participar, básicamente porque está muerto. Hay varias categorías y rangos en los que podemos ir ascendiendo conforme superamos batallas, y parte del sueño de Majima de convertirse en pirata legendario pasa por conseguirlo, ya que algunos tesoros exclusivos solo se pueden obtener llegando a lo más alto de la clasificación.

No nos ha convencido tanto la faceta pirata del juego, ya que la exploración a bordo del barco no es tan orgánica como nos habría gustado -las islas del tesoro son lineales y lo único que hacemos en ellas es abrirnos paso hasta el tesoro librando una oleada de combates que se suceden en cascada-. Hay buenas ideas, pero la ejecución de algunas parece haberse quedado a medias. De hecho, sorprende que lo más interesante que hacemos como pirata no tenga lugar en alta mar, sino en las calles de Honolulu, Hawái. Sí, nos referimos al mismo escenario que recorrimos junto a Ichiban en el fantástico Like a Dragon: Infinite Wealth.

Volvemos a tener el distrito a nuestros pies para pasar un buen puñado de horas en él, ya que es aquí donde se congrega la mayor parte del contenido: misiones secundarias, minijuegos, actividades como búsqueda de objetivos con recompensa, amigos de Aloha Links y, sobre todo, muchísimas personas sin oficio ni beneficio dispuestas a sumarse a nuestra tripulación, siempre y cuando seamos capaces de hacerles ver que, aunque aún no lo saben, el destino quiere que nos ayuden a convertirnos en piratas legendarios. La búsqueda de tripulantes está muy bien integrada en los contenidos que nos ofrece la ciudad, ya que algunos nos piden que completemos una determinada misión, otros solo se unirán a nuestro equipo si logramos una puntuación alta en algún minijuego e incluso hay quien nos desafía a una pelea para que les demostremos nuestro liderazgo. En resumidas cuentas, creemos que lo mejor de Like a Dragon: Pirate Yakuza in Hawaii no está en el mar, sino en tierra firme.

La cantidad de contenido secundario que alberga el juego es, como decimos, simplemente inabarcable y, además, está muy bien resuelto, pero el contenido de la historia principal se acaba haciendo un poco escaso en las apenas 15-17 horas que podemos tardar en llegar al final y, aunque las mecánicas navales hacen del juego un capítulo original que justifica su existencia en la idea de experimentar con elementos arriesgados que quizá no tendrían cabida en la saga principal, no dejamos de tener la sensación de que Like a Dragon: Pirate Yakuza in Hawaii es una entrega menor que simplemente existe para hacernos más ligero el camino hasta la llegada de Project Century, el siguiente gran salto adelante del Ryu Ga Gotoku Studio. Es una pena, pues, aunque nos lo hemos pasado estupendamente con él, sentimos que se podría haber profundizado en las mecánicas navales si hubieran formado parte de un proyecto más ambicioso.