Resulta extraño que una nueva propiedad intelectual exitosa no se vea acompañada por secuelas. Muy pocos son los creadores que, una vez inmersos en esa espiral, consiguen escapar del tedio del continuismo, pero todavía son menos los que consiguen renovar la fórmula de forma equilibrada, sin que la identidad del producto quede desdibujada bajo una avalancha de novedades.
Probablemente el Team Silent se planteó esta disyuntiva en algún momento y por ello, tras el lanzamiento de Silent Hill 2, decidieron que la mayor parte de los recursos del equipo se enfocarían a la producción de una secuela que se apegase firmemente a las bases establecidas en anteriores iteraciones, pero, a su vez, un pequeño grupo podría comenzar el desarrollo de un derivado enfocado al cambio, a la experimentación con nuevas mecánicas. Este pequeño proyecto comenzó a crecer y en una fase muy temprana consiguió el honor de hacerse un hueco dentro de las entregas numeradas, pero esta apuesta por la innovación desbocada, junto a la escasez de recursos con los que poder afrontar dos desarrollos paralelos, resultó ser un problema difícil de gestionar, por lo que Silent Hill 4 continúa siendo a día de hoy, más de dieciséis años después de su lanzamiento, la entrega más divisiva y controvertida de toda la saga.
Se apuesta por añadir mecánicas de supervivencia que añaden una nueva capa de profundidad jugable, pero insertadas dentro de un sistema de combate mediocre que, para colmo de males, tiene mayor presencia que en entregas precedentes. Se apuesta por una ambientación opresiva que, aunque no renuncia a los toques oníricos y surrealistas, resulta más terrenal y cotidiana, pero se empaña con un diseño de niveles carente del más mínimo carisma. Se apuesta hacia la mitad de la historia por dar un giro de tuerca que cambia de forma radical las bases que habíamos asumido hasta entonces y que nos zarandea para sacarnos de nuestra zona de confort, pero se hace abusando de un recurso tan odioso como convertir la recta final en una interminable misión de escolta atravesando de nuevo los escenarios ya conocidos. Se apuesta por un villano profundo y complejo, pero por el camino se convierte a los otros personajes en simples clichés que no pasan de ser meros bocetos con escaso desarrollo… Es una montaña rusa de sensaciones en la que cada gran acierto se ve empañado por un clamoroso fracaso o una nefasta ejecución, pero, precisamente por ello, se trata de un juego con una personalidad arrolladora que consigue no dejar a nadie indiferente. O se ama o se odia, así que resulta indispensable darle una oportunidad para comprobar en que bando nos situamos.
Lamentablemente esto no resultaba tan sencillo, ya que Silent Hill 4 permanecía atrapado en las consolas de sexta generación en un terrible port para PC que ahora, dentro de los esfuerzos de Konami por revivir comercialmente algunos de sus juegos clásicos, llega a GOG. Este relanzamiento, como no podía ser de otra manera teniendo en cuenta la cantidad de problemas existentes en la versión original, viene acompañado por multitud de pequeñas mejoras y retoques que facilitan la compatibilidad con el hardware y los sistemas operativos modernos. Se ha incorporado soporte nativo para resoluciones panorámicas y se han solucionado multitud errores, como las conocidísimas bajadas hasta los 15 frames por segundo en las secuencias cinemáticas, aunque persisten glitches relacionados con las sombras en tiempo real. Mención aparte merece el control, ya que, aunque se ha intentado mejorar la compatibilidad, configurar un mando resulta una tarea todavía bastante compleja y engorrosa que enfanga la experiencia y puede llegar a requerir la utilización de programas externos.
No es, por tanto, el relanzamiento que podríamos soñar, pero es una interesante puesta a punto que soluciona los problemas más críticos y devuelve la saga al circuito comercial. Esperemos que exista continuidad y que dentro de no mucho podamos deleitarnos con Silent Hill 2 y 3 o, por qué no soñar, con una nueva entrega de una de las sagas de terror más icónicas del mundillo.