Cuando un tipo mega-rico te ofrece dinero gratis por no hacer nada ¿Que haces? ¡Pues aceptarlo, copón! Pero en toda bonita historia tiene que haber una oveja negra… o roja…y sin brazos. Una bestia horrible exiliada de la civilización se propone romper ese idílico ecosistema de dinero gratis para todo el mundo. Por suerte, Pikuniku es bastante más que esta estúpida introducción, pero el humor que desprende y sus extrañas situaciones y personajes propician el cachondeo sano a la hora de hacer un análisis sobre este juego.
Cuatro personas nada más se han ocupado de esta pequeña joyita: Arnaud De Bock, Remi Forcadell, Alan Zucconi, y Calum Bowen. El proyecto estuvo en early access hasta su lanzamiento oficial el año pasado. Y publicó Devolver Digital, con un buen ojo como en otras ocasiones para sacar a la palestra títulos independientes en apariencia pequeños, pero con mucho que decir.
La historia efectivamente nos presenta a un tipo muy rico, el Señor Sunshine, una cosa rosa con sombrero de copa. Y propone algo genial a los habitantes de la isla del juego: dinero gratis que lloverá periódicamente para todo el mundo, mientras dejan que sus robots se lleven la basura que nadie quiere. Parece un buen trato ¿Verdad? Mientras, en una cueva perdida de por ahí, un simpático bichejo carmesí sin brazos pero con fuertes y poderosas piernas se despierta de su letargo. No se sabe que hace ahí, no se matan en darnos muchos datos, pero sí sabemos que los habitantes del pueblo cercano le temen, le llaman «LA BESTIA». Y cuando le ven le aprisionan.
Pero luego se dan cuenta que nuestro extraño y simpático protagonista mucho peligro no reviste. Y comienzan a darle encargos y misiones, empezando por reparar un puente que nosotros mismos hemos destruido. Así comienza una aventura de plataformas y exploración, en una isla tan curiosa como extraña, donde tan pronto tenemos que jugar al escondite con una puñetera roca, como desafiar a una tostada gigante en su propia dimensión llena de sus hijos.
Porque Pikuniku propone una enorme variedad de objetivos y mecánicas asociadas a muchos de ellos. Nuestras habilidades básicas son saltar, rodar para ir más rápido, y dar unas pedazo de patadas del quince, a todo… ¡A todos! Por estética, simpatía, estilo de personajes y humor, creo que a muchos nos vendrá inevitablemente esa franquicia de Sony ahora en barbecho, que es LocoRoco. Incluso la muy pegadiza música funciona similar a la hora tanto de acoplarse al genial diseño gráfico, como introduciéndose en nuestras cabezas.
Pues eso, que a golpe de saltos, de hablar con todo el mundo, de explorar, investigar, de cumplir objetivos principales para hacer avanzar la historia, secundarios para…pues para lo que sea, tenemos un juego con una enorme variedad y un ritmo medido con escuadra y cartabón. Algo que llama la atención tanto como su genial apartado audiovisual e historia y situaciones, es lo muy bien dispuesto que está todo durante la aventura. No hay puntos negros, zonas farrangosas, caídas de ritmo, problemas de diseño…
Durante las tres-cuatro horas que puede llevarnos nuestro viaje por la isla y entender que narices está haciendo el Señor Sunshine, todo funciona como un reloj. Entiendo que la fase de Early Access ha permitido a sus cuatro responsables calcular, retocar y pulir de forma precisa todos estos aspectos, para conseguir una experiencia jugable y narrativa afinada y siempre divertida.
Porque Pikuniku no es un juego difícil, no habrá nada que nos haga repetir o dar muchas vueltas a los objetivos. Pero eso no es malo en absoluto, la sensación de jugar y divertirse es clara y pura. No estamos ante un juego-experiencia que ‘regale’ la progresión, somos nosotros quienes la vamos consiguiendo paulatinamente, sea en secciones de plataformeo puro, o minijuegos como el basketkick o alguno musical, secciones de infiltración -que no son para nada engorrosas-, y luchas contra los necesarios e inevitables jefes finales.
La misma historia se nota bien medida, porque a través del humor y esos personajes peculiares, tenemos algo con trasfondo y peso social. Hasta las enormes cantidades de monedas que vamos recolectando para comprar cosillas tienen su significado. Pero no se cargan tintas sobre el claro mensaje del juego, una historia siempre con tono divertido y con substancia. Ah sí, y la localización al español en textos -las voces son sonidetes cachondos- es buena y agradecida sin duda.
Incluso el juego se permite un postgame, donde seguir completando objetivos que hayan quedado pendientes -que nos traerá a la cabeza los dos Tombi de PSX-, así como algunas misiones adicionales. Una de ellas, se trata nada menos que de cumplir el gran sueño de nuestro protagonista ¿Dejaríais a este adorable personaje a medias tras completar la aventura? Y ya de paso, echar otro ojo a la isla para ver como sus habitantes van llevando las consecuencias del asuntillo Sunshine.
El juego tiene hasta un modo cooperativo. Son nueve niveles donde jugamos con otra adorable bestezuela, de color naranja, superando obstáculos y visicitudes entre ambos. Al ser juego local me temo que no he podido exprimirlo como se debe. Obviamente, el buen tiempo trascurrido tras el lanzamiento indica que no vamos a tener esta modalidad de manera online. Pero algún día me voy a completar estas fases con cualquier incauto que suba a casa a ver el futbol ¡Palabra de bestia sin brazos!
La verdad es que a las claras virtudes de Pikuniku añadiría que en este año asqueroso que estamos pasando, un juego así de simpático, desenfadado, entretenido y ameno, hace incluso falta. O al menos a mi me ha venido genial y me ahorra unos dineros en terapias. La accesibilidad del juego y su arrebatador estilo y propuesto deberían entrar muy bien a cualquiera, incluso a esos grinch que han olvidado el amor y la risa.