A veces, cuando buscamos un videojuego, solo queremos divertirnos sin complicaciones o esperamos que sea una oda nostálgica a alguna joya del pasado. Eso fue exactamente lo que me sucedió con Castle of Heart, un título que vio la luz en 2018 de forma exclusiva para Nintendo Switch y que, lamentablemente, no logró trascender más allá de esa plataforma. Siete años después, su estudio desarrollador ha decidido darle una segunda vida con el relanzamiento Castle of Heart: Retold, que esta vez sí llega a Steam, Xbox Series X|S y a PlayStation 5, además de a la propia Nintendo Switch.
Pero… si salió en 2018, ¿por qué reaparece en 2025? La respuesta es sencilla: el juego original dejó un sabor agridulce, con críticas tibias que apenas le otorgaron un 58% de puntuación media. Ahora, sus creadores buscan redención apostando por una mejora gráfica sustancial, animaciones más fluidas, nuevas cinemáticas y una banda sonora remasterizada. El esfuerzo por actualizar el conjunto es evidente, y se nota una intención clara de ofrecer una segunda oportunidad al título. Tras jugarlo varias horas, la pregunta es inevitable: ¿Ha conseguido este regreso superar las expectativas?
La historia comienza con un arranque prometedor. En Castle of Heart:Retold encarnamos a un caballero maldito, condenado a convertirse lentamente en piedra. Su misión es rescatar a la última sacerdotisa de la diosa Mokosh y derrotar al malvado hechicero que ha sumido el mundo en la tiranía. El giro narrativo más llamativo es que nuestro héroe pierde vitalidad de manera constante debido a la maldición, y solo un amuleto mágico puede ralentizar su transformación… aunque de forma temporal. Esto obliga al jugador a destruir objetos y derrotar enemigos para recuperar salud, manteniendo una sensación constante de contrarreloj. El juego está dividido en cuatro biomas, cada uno compuesto por cinco niveles. Su planteamiento es el de un plataformas de desplazamiento lateral con elementos de combate y exploración. Sobre el papel suena atractivo, aunque la ejecución no termina de aprovechar todo su potencial.
Uno de los puntos más flojos sigue siendo el combate. Aunque el estudio ha pulido ciertas animaciones respecto a la versión de 2018, el sistema de lucha continúa sintiéndose torpe y frustrante. Los enemigos normales funcionan como auténticas esponjas de daño: tras completar un combo entero, caen al suelo pero se levantan casi de inmediato, alargando encuentros que deberían ser ágiles. Esto se ve agravado por la poca movilidad del caballero, lo que convierte cada enfrentamiento en un proceso tedioso. Los jefes finales llevan este problema al extremo. Llegar a ellos con poca vida es habitual, y derrotarlos requiere ejecutar un combate casi perfecto, sin margen para errores. La sensación puede resultar más frustrante que desafiante, aunque en los momentos en que el control responde bien, los combates logran cierta tensión y ritmo.
El título ha añadido nuevas herramientas: ahora el protagonista dispone, además del ataque básico, de habilidades especiales como un barrido en área y bombas que dañan a enemigos cercanos. También se introducen armas secundarias -hachuelas, mazas, ballestas o jabalinas-, pensadas para lidiar con enemigos a distancia o voladores. Estas incorporaciones aportan algo más de variedad, aunque no terminan de cambiar sustancialmente la experiencia.
Uno de los mayores problemas de Castle of Heart: Retold es su diseño de niveles. Las fases repiten una estructura casi idéntica, sin sorpresas ni variedad en la progresión. Para incentivar la exploración, se han añadido cristales morados coleccionables -cuatro por nivel-. Encontrarlos no supone un gran reto, ya que el juego indica su proximidad mediante un halo de partículas. Sin embargo, este añadido no logra disimular la monotonía general. La variedad de enemigos también es limitada: se recurre constantemente a reutilizar modelos ya existentes en lugar de introducir nuevas criaturas con patrones de ataque distintos. Todo esto provoca cierta sensación de repetición tras un rato, aunque el ritmo se mantiene lo bastante estable como para avanzar sin dificultad.
Donde sí se aprecia un salto respecto a 2018 es en el aspecto visual. Las animaciones lucen más naturales, la iluminación está mejor trabajada y la atmósfera medieval oscura logra, por momentos, atrapar al jugador. Aunque se nota cierta repetición en los escenarios, el trabajo de iluminación y las mejoras en las texturas aportan una ambientación más conseguida que en la versión original.
En lo sonoro, la supuesta banda sonora remasterizada deja un sabor amargo. Aunque mejora en calidad técnica, la selección musical es extremadamente repetitiva: un único tema principal suena durante la mayor parte del juego, volviéndose monótono y hasta molesto con el paso de las horas. Se agradece, eso sí, el esfuerzo por ofrecer subtítulos en múltiples idiomas, incluido un buen castellano.
Un punto positivo es la optimización técnica. El título funciona sin problemas notables y se recomienda jugarlo con mando. Personalmente, lo probé en Steam Deck y el rendimiento fue estable y fluido, sin caídas de frames ni bugs críticos. En este sentido, el equipo ha hecho un trabajo sólido y demuestra un claro cuidado técnico respecto al original.
En definitiva, Castle of Heart: Retold pretendía ser la redención de un juego que en 2018 no alcanzó su potencial. Lamentablemente, pese a sus mejoras visuales y técnicas, los problemas de jugabilidad, su diseño de niveles vacío, un combate frustrante y una banda sonora plana lo convierten en una experiencia irregular, pero con momentos disfrutables, especialmente para quienes busquen un título de acción clásico sin grandes pretensiones. La idea de encarnar a un caballero de piedra condenado a desmoronarse podría haber sido algo único y emocionante, pero el resultado final es una aventura que se siente anticuada y repetitiva. Quizá futuros parches puedan pulir ciertos errores, pero la base jugable sigue siendo demasiado débil para sostener una experiencia que realmente valga la pena en 2025. No es la redención definitiva que el estudio perseguía, pero sí un paso adelante y un intento honesto de recuperar una idea con potencial.