Lost Soul Aside es uno de los lanzamientos más inusuales y esperados de la historia reciente, pues se trata de un título cuya simple existencia resulta un pequeño milagro si tenemos en cuenta sus orígenes y la década de trabajo que ha llevado pasar de la idea inicial a su finalización. En 2014, el desarrollador chino Yang Bing, inspirado por el estilo y el tono de Final Fantasy Versus XIII, comenzó a trabajar en solitario en un prototipo que acabaría haciéndose viral, llamando la atención de jugadores y medios por sus animaciones de combate fluidas, el diseño estilizado de sus personajes y la promesa de un mundo que mezclaba alta fantasía con elementos de ciencia ficción. Con el tiempo, gracias al apoyo del China Hero Project de Sony y la formación de Ultizero Games, aquel sueño en solitario se convirtió en una producción a gran escala, y cada nuevo tráiler alimentaba un ciclo de expectación que imaginaba el juego como la fusión perfecta entre el combate frenético de Devil May Cry y la puesta en escena cinematográfica de un Final Fantasy moderno. Cuando por fin llega a PS5 y PC, con las expectativas por las nubes, la gran incógnita es comprobar si logrará estar a la altura del mito que se ha construido a su alrededor.
La historia sigue a Kaser, un joven guerrero cuya vida se derrumba cuando su hermana Louisa es capturada por unas criaturas devoradoras de almas conocidas como los Voidrax. En medio del caos, Kaser queda vinculado a Arena, una entidad ancestral con forma de dragón, ingenio mordaz y un pasado misterioso. Su alianza forzada se convierte en el núcleo emocional de un viaje que comienza como una misión de rescate y termina enfrentándolos a una amenaza que pasa de lo personal a lo cósmico. El argumento se apoya en tropos muy familiares del JRPG: un imperio opresor enfrentado a una resistencia, invasores interdimensionales y un héroe reticente cuyas motivaciones íntimas se entrelazan con el destino del mundo. Aunque la premisa funciona, la ejecución a menudo se queda corta: los diálogos resultan planos, los personajes secundarios carecen de desarrollo y los momentos emocionales rara vez logran el impacto buscado. La excepción es la relación entre Kaser y Arena, cuyo intercambio constante de pullas y comentarios aporta humor y personalidad a una trama por lo demás predecible. Aquí se percibe un intento de humanizar a los protagonistas, de darles un vínculo que evoluciona con el tiempo, aunque no siempre se explota todo su potencial dramático.
Especialmente desalentadoras en este sentido son las secuencias cinemáticas. Los cortes entre la jugabilidad y los vídeos son bruscos, las animaciones no están demasiado conseguidas, los planos de cámara no siempre son los más adecuados y el tono con el que se tratan determinados eventos roza lo involuntariamente cómico en más ocasiones de lo deseado.
El mundo que recorren nuestros personajes es visualmente impresionante, con escenarios que van desde ruinas nevadas hasta páramos alienígenas, todos ellos creados con un gran cuidado artístico. Sin embargo, la exploración se ve limitada por un diseño lineal, muros invisibles y pasillos que hacen que el viaje se sienta más como una ruta guiada que como una aventura abierta. Aunque hay momentos en los que el paisaje invita a detenerse y contemplarlo, el juego rara vez recompensa la curiosidad con secretos significativos o contenido secundario. Esta falta de interactividad ambiental provoca que, pese a su belleza, el mundo se perciba más como un decorado que como un lugar vivo. Incluso las misiones secundarias, cuando aparecen, tienden a ser simples encargos de combate o recolección, sin aportar demasiado a la narrativa o al trasfondo del universo.
Donde Lost Soul Aside brilla de verdad es en su sistema de combate, rápido, fluido y espectacular. Se trata de una experiencia de hack and slash con capas de ARPG moderno, algo similar a una especie de versión potenciada de lo visto en Kingdom Hearts o Final Fantasy XVI. Kaser maneja cuatro tipos de armas: una espada rápida, un mandoble lento pero devastador, una lanza-hoja con gran alcance y ataques perforantes, y una guadaña pensada para combos y control de multitudes. Puede alternar entre ellas en mitad de un combo, algo que recuerda a lo mejor de Devil May Cry. Los poderes de Arena añaden otra capa de profundidad, con habilidades como teletransportarse, lanzar proyectiles o aplicar mejoras temporales. Las esquivas y paradas perfectas ralentizan el tiempo y abren ventanas para contraatacar, premiando la precisión y el buen timing. Existe un árbol de habilidades para desbloquear nuevos movimientos, aunque curiosamente se accede a él a través de un NPC concreto, lo que puede hacer que el jugador pase horas sin mejorar su repertorio. Las batallas contra jefes son el punto álgido, con combates de varias fases que exigen adaptarse y castigan los errores. Sin embargo, los enfrentamientos normales pueden volverse repetitivos, y la falta de evolución mecánica a lo largo de la aventura hace que la emoción inicial se desinfle. Algunos jefes también sufren problemas de ritmo, con fases de invulnerabilidad que rompen la fluidez, y en determinadas ocasiones la cámara puede jugar malas pasadas en espacios reducidos.
En lo visual, el juego ofrece una de cal y otra de arena. Construido sobre Unreal Engine 4, ofrece entornos detallados, modelos de personajes pulidos y efectos de partículas que inundan la pantalla durante el combate. La dirección artística mezcla fantasía medieval y ciencia ficción elegante, recordando al estilo de Final Fantasy XV. En PlayStation 5, el rendimiento es en general fluido, pero existen caídas puntuales fotogramas y problemas de cámara que resultan más habituales de lo deseable. Estos problemas técnicos no arruinan la experiencia, pero sí contrastan con el cuidado puesto en el apartado visual y pueden frustrar a los jugadores más exigentes.
La banda sonora cumple, con piezas orquestales para la exploración y temas más intensos para el combate, pero rara vez deja melodías memorables. El doblaje es irregular: las conversaciones entre Kaser y Arena son lo más logrado, mientras que muchos secundarios suenan planos o desconectados del tono emocional de la escena. Esta irregularidad en el apartado sonoro refleja bien el conjunto del juego: momentos brillantes rodeados de tramos que resultan simplemente correctos. Un mayor trabajo en la dirección de voces y en la composición musical podría haber elevado la experiencia narrativa y reforzado la inmersión.
Las virtudes de Lost Soul Aside son evidentes: un combate fluido y satisfactorio, una buena presentación visual, jefes por lo general bien diseñados y la química entre sus protagonistas. Sus debilidades también: una historia predecible y superficial, un mundo lineal que limita la exploración, combates contra enemigos comunes repetitivos y problemas técnicos. Las influencias son claras, desde el estilo de combate y cambio de armas a medio camino entre Devil May Cry y Kingdom Hearts hasta el tono visual y narrativo de Final Fantasy XV y XVI, con un toque de la intensidad cuerpo a cuerpo de Ninja Gaiden. Sin embargo, aunque toma prestado de los mejores, no siempre consigue integrar esos elementos en algo verdaderamente propio, y a veces parece más un recopilatorio de homenajes que como una obra con identidad sólida.
En definitiva, Lost Soul Aside es una mezcla fascinante de ambición y limitaciones. Es un juego nacido de la pasión, desarrollado con dedicación durante una década y entregado con un estilo innegable. Su sistema de combate es emocionante y sus gráficos a menudo impresionantes, pero el estilo por sí solo no basta para alcanzar la grandeza: la narrativa superficial, lo limitado del diseño de niveles y la repetitividad en los combates impiden que llegue a las cotas de sus referentes. Para los fans del hack and slash, merece la pena por el combate, especialmente en PlayStation 5, donde el rendimiento es más estable, pero para quienes busquen un RPG rico y emocionalmente profundo, puede quedarse corto.