Hay juegos que marcan tendencia a pesar de no ser muy famosos. Si os nombro la saga Gothic, puede que a muchos no os suene, pero en buena parte de Europa -especialmente en Alemania- fue durante años el juego de rol de cabecera para muchísima gente. Piranha Bytes ofreció un título de acción y rol -y después toda una saga- donde la libertad era fundamental. Tanto caló ese enfoque que, con el tiempo, han surgido numerosos proyectos intentando capturar aquel espíritu. Of Ash and Steel es uno de ellos.
En este juego de acción en tercera persona manejamos a un hombre que sabe poco de casi todo, salvo de crear mapas. Es un cartógrafo que acompaña a una expedición de soldados, y aunque hay un hilo conductor, lo que realmente define la experiencia es la libertad de acción y una exploración constante que acaba marcando el ritmo. Personalmente me lo he tomado más como un juego de exploración que como un juego de rol, algo poco habitual en mí, pero aquí se siente casi natural.
El arranque de Of Ash and Steel no es sencillo. Tendremos un tutorial que pone en marcha la historia, pero enseguida nos veremos abandonados en una isla donde nadie está especialmente dispuesto a ayudarnos y donde prácticamente toda la fauna -natural y sobrenatural- intenta darnos caza. La sensación de indefensión es enorme: apenas sabemos manejar una espada, y de armas más complejas ni hablamos. Afortunadamente nuestro protagonista corre rápido, y más de una vez dependeremos de nuestras piernas para sobrevivir.

Pero huir no siempre basta. Para usar correctamente un arma, abrir una cerradura o realizar cualquier acción que requiera algo de pericia, debemos cumplir dos requisitos. Primero, disponer de los puntos necesarios en las características adecuadas; algunas actividades exigen fuerza, otras destreza, así que al subir de nivel tendremos que especializarnos, y no es nada fácil decidir en qué centrarnos. Segundo, necesitaremos encontrar profesores capaces de enseñarnos las artes del hurto, el combate o cualquier habilidad avanzada, y no todos están a simple vista.
El simple hecho de llegar a la primera ciudad es ya un triunfo. El juego insiste en que “no os salgáis del camino”, pero la propia ruta se desdibuja y se desvía tantas veces que seguirla sin perderse puede convertirse en una odisea. De no ser por un NPC amable -uno de los poquísimos que parecen querer ayudarnos- nunca habría alcanzado esa ciudad. Hará falta paciencia y repetir muchas situaciones, porque es habitual caer en engaños o adentrarse sin querer en zonas con enemigos muy por encima de nuestro nivel.
El combate es bastante servicial, aunque al principio se hace áspero. Muchos enemigos son torpes y podemos evitarlos sin demasiado problema, pero si queremos enfrentarnos a ellos toca ponerse serios. Tras subir de nivel, lo lógico es entrenar al personaje para que sea competente con un arma concreta, y eso requiere dinero y puntos. Combatir sin esas mejoras es posible, pero lento y mucho más arriesgado. Igual que con las habilidades generales, será importante localizar instructores repartidos por la isla que estén dispuestos a enseñarnos. También podemos usar materiales para mejorar nuestro equipo o fabricar piezas nuevas, algo que ayuda mucho cuando el juego se pone especialmente duro.

Por suerte, la exploración es uno de los grandes pilares de Of Ash and Steel. Resulta muy estimulante descubrir adónde nos llevará cada camino, y en la mayoría de ocasiones las recompensas merecen el esfuerzo. Como es posible evitar a muchos enemigos, explorar se convierte en una experiencia entretenida y tensa a la vez, con ese peligro latente que acompaña cada paso y que no es fácil de replicar en otros títulos. Podemos dormir cuando lo necesitemos, encontrar comida o cocinarla para mantenernos en pie y prolongar nuestras expediciones.
Si todo esto os suena a Gothic, no es casualidad: el juego bebe claramente de él. Y además de sus virtudes, también hereda algunos de sus defectos. Es relativamente fácil encontrarse con bugs, y durante mis horas de juego me he topado con un poco de todo: enemigos que no atacan, NPCs con los que no se puede interactuar, misiones que se completan de forma extraña o que directamente no se actualizan. Hay una variedad de problemas que, estoy seguro, se acabarán resolviendo, pero a día de hoy son suficientes como para afectar al resultado final.

Visualmente, Of Ash and Steel es un juego funcional. No pretende destacar gráficamente y se nota, y el diseño de personajes y enemigos tampoco es especialmente innovador, pero cumple su función. Pese a ciertos problemas técnicos, el rendimiento es sólido y no me he encontrado con demasiados fallos visuales. La música acompaña bien y añade ambiente, mientras que el sonido sigue la misma línea: efectivo, pero con ese toque de producción modesta al que le faltarían unos meses más de trabajo para brillar del todo.
Me da cierta pena que Of Ash and Steel haya pasado tan desapercibido, porque si fuisteis fans de Gothic y de la ya desaparecida Piranha Bytes, este juego llega para ocupar un hueco que llevaba tiempo vacío. Es verdad que tiene problemas, que hay bugs y que algunas partes están a medio cocer, pero la diversión que ofrece y, sobre todo, esa sensación constante de exploración y peligro no es fácil de encontrar. Ojalá el estudio Fire & Frost pueda seguir puliendo el juego, corregir todos sus fallos y, con suerte, regalarnos una segunda parte que vaya un paso más allá.
