La vida de redactor de videojuegos nos lleva a veces a encontrarnos con proyectos inesperados, y uno de esos casos es este contenido adicional para Phantom Breaker: Battle Grounds Ultimate. En su momento ya analizamos el juego base, y ahora toca detenernos en un DLC centrado en Kaho Shibuya, una incorporación peculiar que puede resultar llamativa para los seguidores del título y, al mismo tiempo, extraña para quienes no estén familiarizados con la figura de esta invitada especial. Es un añadido pequeño, pero suficiente como para comentar qué ofrece y cómo se integra en la experiencia general.
Lo primero es aclarar quién es Kaho Shibuya, porque no todos los jugadores occidentales la reconocerán de inmediato. Se trata de una celebridad japonesa muy conocida en su país, con una carrera que abarca desde el espectáculo hasta el streaming. En los últimos años se ha popularizado como creadora de contenido, y su rostro es familiar para muchos gracias a su presencia en medios y a su cercanía con los fans. Incluso ha aparecido en otros videojuegos, como en Like a Dragon: Pirate in Hawaii, donde se interpreta a sí misma. Este tipo de colaboraciones son habituales en Japón, donde las figuras mediáticas se convierten en personajes jugables, pero resultan menos comunes en occidente. Eso explica que el DLC esté claramente pensado para el mercado japonés, aunque no deja de ser una curiosidad atractiva para quienes ya disfrutaban del beat ’em up de Rocket Panda Games.
En lo jugable, el DLC añade un nuevo personaje controlable -la propia Kaho-, un escenario extra y algunos enemigos inéditos. A primera vista puede parecer un extra menor, pero lo cierto es que ofrece un pequeño incentivo para volver al título. El mayor problema es que el contenido solo se puede disfrutar en el modo cooperativo y en el modo Battle Grounds, lo que restringe bastante sus opciones. Para aprovecharlo al máximo conviene jugar acompañado, ya sea en local o en línea, y aquí surge la mayor limitación: la comunidad activa del juego es reducida y no siempre resulta fácil encontrar partida. Durante las pruebas apenas se registraban unos cuantos jugadores conectados, lo que convierte el multijugador en un obstáculo más que en una opción realista.
El nivel adicional también tiene su peculiaridad. Su duración es superior a la de los escenarios originales y se centra en lanzar oleadas constantes de enemigos. Esta estructura debería servir para poner a prueba el nuevo personaje, pero puede hacerse repetitiva e incluso frustrante en solitario. En dificultad normal ya transmite la sensación de estar desbalanceado, con combates más tediosos que divertidos. Seguramente buscaba ser un reto, pero la calibración de la dificultad no termina de funcionar. La experiencia mejora mucho al compartirla con amigos, donde el caos y el humor de las animaciones de Kaho resultan más disfrutables.
Respecto a Kaho como luchadora, es un añadido simpático y bastante distinto al resto del plantel. Sus ataques se basan en elementos cotidianos como panes y flanes, lo que le da un tono cómico que rompe con la seriedad del resto de personajes. Funciona bien en lo visual, aporta variedad y resulta fácil encariñarse con su estilo. Eso sí, para desbloquear todas sus habilidades hay que dedicar varias partidas, preferiblemente en cooperativo, porque en solitario la progresión se hace más lenta y menos divertida. Para quienes ya habían subido al máximo a personajes como Kurisu, la llegada de Kaho supone una excusa para rejugar con un enfoque diferente.
A nivel técnico, el DLC conserva la estética pixel art del juego base, uno de sus principales atractivos. La representación de Kaho mantiene ese aire retro caricaturesco, reforzando el tono humorístico de sus ataques. No hay grandes novedades en lo visual o sonoro, pero sí el esfuerzo de darle un mínimo de identidad propia. La música del nivel acompaña sin destacar, y en general todo encaja bien con el estilo del título.
Valorando el conjunto, este DLC no pretende reinventar Phantom Breaker: Battle Grounds Ultimate. Más bien funciona como un guiño curioso para quienes conocen a Kaho y como un extra simpático para el resto. Su mayor limitación está en el requisito del multijugador, algo complicado de disfrutar con la poca comunidad activa del juego. Sumado a un nivel que peca de excesivamente largo y mal equilibrado, el resultado queda lejos de ser redondo.
Aun así, tampoco se le puede negar cierto mérito. El personaje tiene encanto, el nuevo escenario proporciona un reto considerable y, aunque su diseño no sea el mejor, siempre es positivo recibir más contenido en un género que vive de la rejugabilidad. Puede que no sea un añadido imprescindible ni vaya a tener mucho éxito fuera de Japón, pero cumple con el papel de refrescar el juego y dar una excusa a los seguidores para retomarlo.
En definitiva, el DLC de Kaho es un contenido modesto y claramente dirigido al público japonés, aunque en occidente quede como una rareza curiosa. No va a cambiar la opinión de quienes ya dejaron atrás el título, pero sí puede ofrecer unos ratos entretenidos a los jugadores fieles. No es una expansión mayor ni lo pretende, pero aporta un personaje gracioso y un nivel extra que, en cooperativo, consigue sacarle una sonrisa a cualquiera.