Si te has quedado con ganas de más juegos terroríficos tras Halloween, aquí va una aventura de puzles desenfrenada, y entenderéis enseguida por dónde voy con una comparativa algo absurda. Si Scary Movie lograba reírse del género slasher, el juego del que hoy os hablo, Riddlewood Manor, consigue hacer lo propio con los puzles en sí. De entrada, llama la atención que lo nuevo de Peanut Button -un pequeño estudio independiente especializado en experiencias interactivas con toques surrealistas- no sea un título pensado para que saltes del sofá del susto. Su enfoque no va del terror puro ni del sobresalto fácil. Al igual que Scary Movie, Riddlewood Manor se mueve en esa línea de parodia, aunque en lugar de reírse de los clichés adolescentes de la cultura pop, se sumerge en una sátira con estética gótica, humor negro y una buena dosis de rompecabezas absurdos que pueden castigarte con una muerte igual de absurda si los interpretas mal.

Dejad que os ubique un poco. En Riddlewood Manor comenzamos escuchando un monólogo escrito en sangre, y tomamos el control de un joven sacerdote -al menos eso parece, ya que el juego nunca lo deja del todo claro-. La mansión de Riddlewood es un lugar encantado y retorcido donde debemos exorcizar espíritus y demonios, con el objetivo de purificarla por completo. Gracias a un grupo de monjes que nos resucitan cada vez que caemos, la muerte no supone un problema real. Y ahí empieza todo, con un par de cerillas en la mano y muchas trampas a nuestro alrededor. La mansión conspira para matarnos una y otra vez, y la principal responsable de ello es Suzzie, una muñeca diabólica que deambula por sus pasillos. La historia no es el gran aliciente del juego -aunque tiene algún giro curioso-, pero sirve como marco perfecto para su tono macabro y cómico.

El grueso del juego se encuentra en su sistema de puzles. Estamos ante un clásico point & click en primera persona con cámara de 360º, lo que significa que nos moveremos lateralmente con las teclas A y D por escenarios dibujados a mano. La sensación general es la de un escape room en dos dimensiones. Aunque visitamos varios lugares, la mayor parte de la acción ocurre dentro de la mansión, donde casi todas las puertas están cerradas a cal y canto -por motivos que el propio juego se toma a broma-. Riddlewood Manor se apoya por completo en la resolución de rompecabezas, que van desde minijuegos como un Conecta 4 en una bodega hasta pruebas de lógica delirante. Nuestro inventario es infinito, y aunque la mansión nos atrapa constantemente, solo podremos usar los objetos que encontremos cerca. En ocasiones, las soluciones son tan ilógicas que la muerte llega por puro desconcierto; sin embargo, morir no supone un castigo, sino parte del aprendizaje. De hecho, el juego se ríe de la muerte: algunas muertes absurdas incluso desbloquean logros, lo que invita a experimentar sin miedo. Por suerte, contamos con un mapa dibujado a mano que nos ayuda a orientarnos en la mansión, grande y llena de secretos.

No quiero entrar en muchos spoilers, así que no veréis aquí soluciones concretas, pero sí hay que decir que la lógica de algunos puzles no siempre está del todo bien pensada, lo que puede provocar muertes o bloqueos frustrantes. Se nota claramente la influencia de la saga Rusty Lake, tanto en su ambientación como en la filosofía de ensayo y error. El juego no ofrece ayudas ni pistas, lo que puede dejar a más de uno atascado si no se detiene a pensar. Títulos como Lost in Play resolvían mejor este equilibrio entre desafío y accesibilidad. Eso sí, Riddlewood Manor tiene un detalle simpático antes de empezar: nos pregunta si queremos activar los jumpscares, permitiendo desactivar esos sobresaltos si solo nos interesa el componente de puzles. Un gesto agradecido que demuestra su sentido del humor.

En el apartado técnico, he probado el juego en PC y en Steam Deck, y aunque se puede disfrutar perfectamente desde el sofá, su compatibilidad no es total. El panel táctil no está bien aprovechado, y el control se siente menos preciso que con teclado y ratón, lo que confirma que la versión de escritorio es la más cómoda. En lo visual, Riddlewood Manor apuesta por un estilo caricaturesco y gótico que recuerda a una versión animada de La cumbre escarlata, La familia Addams o incluso Scooby-Doo. Se nota ese aire nostálgico de las aventuras de los 90, con escenarios detallados, personajes expresivos y una paleta que mezcla tonos cálidos con sombras profundas. Es un diseño artístico que abraza lo absurdo sin perder de vista el horror.

El apartado sonoro también está a la altura. La música y los efectos contribuyen a crear una atmósfera cambiante que pasa de lo cómico a lo inquietante en cuestión de segundos. El doblaje en inglés está muy bien interpretado y refuerza el tono sarcástico del juego, mientras que la localización es excelente: los textos están subtitulados a doce idiomas, incluido un castellano impecable, algo fundamental para disfrutar plenamente de sus juegos de palabras y referencias humorísticas.

En definitiva, Riddlewood Manor es una opción muy recomendable si buscamos una aventura de puzles tipo escape room con un enfoque original. Su movimiento 360º en primera persona aporta frescura, y aunque algunos puzles carecen de lógica, en conjunto resultan creativos y divertidos. No es un título de terror al uso, sino una sátira inteligente sobre los propios mecanismos del género. Con una duración aproximada de entre cuatro y seis horas, se disfruta especialmente si te gustan las aventuras macabras y el humor retorcido. Si buscas algo diferente, que te haga reír incluso cuando mueres, esta mansión merece una visita.