La estela que Disco Elysium ha dejado en nuestros corazones ha sido muy notoria. Con el equipo original desaparecido en combate, los sucesores espirituales no han tardado en asomar la cabeza. Hubo un momento en que hasta cinco juegos de este estilo estaban en desarrollo -no sé cómo seguirán ahora mismo-, pero lo que sí sé es que ya ha salido el primero que adopta esa estética y ese tono tan particulares: Rue Valley. El juego lo firman los primerizos de Emotion Spark Studios, con el apoyo de Owlcat Games, y desde luego intenta dejar huella. Acompañadme a este viaje al centro de nuestro propio estado mental.
Rue Valley es una aventura con ciertos toques de rol en la que tendremos que tomar decisiones y resolver pequeños asuntos con un objetivo claro: salir del valle. Lo que voy a contar ahora es un spoiler sobre la premisa -aunque se descubre en los primeros treinta minutos-, pero lo advierto porque es importante para entender lo que propone el juego. Si no queréis saberlo, saltad al siguiente párrafo. El caso es que nuestro personaje está atrapado en un bucle temporal de 47 minutos. Sí, es una especie de El día de la marmota, pero comprimido en un puñado de minutos. Cuando el tiempo se agota, escuchamos una explosión enorme y volvemos al punto de inicio.

Ese arranque es bastante llamativo. Nos encontramos frente a un psicólogo; de hecho, nos han enviado a Rue Valley para tratar un problema mental que arrastramos desde hace tiempo. Cuesta saber exactamente qué nos pasa, sobre todo por culpa del incidente mencionado arriba. A partir de ahí, iremos hablando con distintos habitantes del valle, algunos de ellos bastante peculiares, y escuchando rumores que encajan mejor o peor con nuestro estado mental. El juego tiene pocos sistemas jugables, y conviene tener claro desde el principio que está más cerca de una novela visual que de un juego tradicional. No hay combate, ni exploración profunda, ni demasiadas acciones fuera de conversar y decidir.
Al crear al personaje elegimos entre varias características repartidas en tres ejes de personalidad con extremos opuestos. Si el personaje es calculador, no podrá ser impulsivo; si es extrovertido, no podrá ser introvertido. Dentro de cada eje hay distintos puntos intermedios, y dependiendo de dónde nos situemos conseguiremos ciertas habilidades que entran en juego durante los eventos sociales. Personalmente, el simple hecho de moldear al protagonista ya me produjo una satisfacción inmediata, así que ahí Rue Valley suma puntos.
Estas características son el núcleo de la jugabilidad: según las que hayamos escogido tendremos acceso a unas opciones de diálogo u otras. En momentos clave la personalidad desbloquea decisiones que impulsan la historia en direcciones concretas, y también se realizan una serie de “tiradas” que dependen de nuestras estadísticas. No son tiradas especialmente complejas, pero añaden algo de tensión en ciertos diálogos. Aun así, conviene insistir en que estos momentos no son muy abundantes; la mayor parte del tiempo estaremos leyendo. Mucho. Que nadie entre esperando un rol profundo o un sistema narrativo con decenas de rutas diferentes.

Cuando descubramos un elemento importante -ya sea un personaje, un rumor o un objetivo- este se registrará en un mapa mental que funciona como especie de esquema visual del caso. A nivel artístico es un acierto: es llamativo, se ramifica de forma orgánica y queda bien en pantalla. Jugablemente también tiene lo suyo, porque muestra conexiones entre piezas de información y ayuda a entender qué afecta a qué. Sin embargo, no siempre es todo lo claro que debería. Cuando llevas varias horas, la cantidad de nodos y líneas puede ser abrumadora y se echa en falta una vista alternativa en forma de lista. Poder alternar entre las dos haría más fácil recordar qué hemos descubierto y qué nos falta, algo especialmente importante en un juego basado en loops donde el orden y el ritmo importan.
La escritura del juego es mejor de lo que esperaba y uno de sus principales reclamos. Los personajes están bien construidos, sus motivaciones son coherentes y los diálogos funcionan, aunque de vez en cuando tienden a lo rocambolesco. Lo que sí pesa es que, pese a venderse como una experiencia donde nuestras decisiones importan, Rue Valley se queda corto en su desarrollo. Hay tramos en los que las elecciones se reducen tanto que básicamente seguimos un guion preestablecido. No es que esté mal escrito, porque no lo está, pero la promesa de un abanico más amplio de consecuencias se queda en algo más modesto de lo esperado.
Aun así, la historia funciona, y seguirla tiene algo hipnótico. El misterio, los loops y la mezcla de psicología y ciencia ficción están bien llevados, aunque no rompen moldes. Sin embargo, la sensación final es que le habría venido bien un poco más de tiempo en el horno, más bifurcaciones y más valentía a la hora de dejarnos moldear nuestro propio camino. Con ese extra podría haber sido un título mucho más recordado.

En lo visual, Rue Valley es uno de esos juegos que entran por los ojos. Usa un cel-shading muy particular que recuerda inevitablemente a Disco Elysium, pero con un toque propio. Los escenarios están cuidados, con detalles por todas partes, y los personajes tienen animaciones sorprendentemente elaboradas para un estudio primerizo. El estilo de cómic también aparece en los menús y en algunas onomatopeyas que saltan en pantalla en momentos concretos, lo cual aporta personalidad. La música acompaña bien, con un tono melancólico que encaja con el ambiente, y el doblaje, aunque no cubre la totalidad de los diálogos, tiene buena calidad. Si fuera completo ganaría en inmersión, pero es comprensible que no haya sido posible por cuestiones de presupuesto.
En resumen, Rue Valley es una aventura interesante, con personajes bien escritos y una historia peculiar que, aunque no es del todo original, sí resulta atractiva. Lo que le impide brillar más es que promete ser también un juego de rol y se queda a las puertas: el sistema de personalidad tiene potencial, pero la variedad de caminos se diluye a mitad de partida. No era exactamente lo que esperaba, pero aun así me ha parecido una propuesta sincera, diferente y con un encanto especial, sobre todo para quienes disfruten de la ciencia ficción y los bucles temporales. Con un poco más de ambición, podría haber llegado mucho más alto, pero lo que ofrece merece la pena para quienes busquen una experiencia narrativa compacta y con estilo propio.
