Empezar a hablar de Sayonara Wild Hearts se me hace complicado, como complicado es entender de qué se trata exactamente este título de la desarrolladora sueca Simogo, que a pesar de una muy interesante trayectoria en el mercado móvil, desde el año pasado han aparecido en el radar de muchos usuarios con el título que nos ocupa, que por otro lado no podría ser más sugerente.

La dificultad de catalogar a Sayonara Wild Hearts viene dada por su concepción, que no es la de un juego arcade normal como podría parecer en un principio, ni la de un juego-experiencia, tan de moda en estos tiempos. A lo que más se parece el título de Simogo es a un álbum de música interactivo, una selección de 20 temas de pop electrónico, que mezcla temas vocales con otros sin voz, y que a la vez sirven de base sobre la que transcurre la acción que vemos en pantalla e hilo narrativo de la historia que se nos presenta.

Esta forma de convertir un álbum de música en un videojuego, ya la hemos visto aquí en 33bits con Teenage Blob -aunque Sayonara Wild Hearts sea anterior-, aunque la obra de Simogo va mucho más allá, intentando conducir una historia a través de los distintos temas que encontramos en el juego. Y no es para menos, pues música, jugabilidad y narrativa funcionan como un todo, creando una experiencia que si bien arranca de forma tibia, a los pocos minutos nos tendrá pegados a la pantalla y disfrutando de todo lo que la obra del estudio sueco nos intenta transmitir.

Por empezar por algún lugar, vamos a hablar de la historia, una que seguramente a todos nosotros nos resulte de una u otra forma demasiado familiar. Nuestra protagonista tiene el corazón roto, ha acabado una relación y ha decidido aislarse, apartarse y lentamente hundirse, dejar que la tristeza ocupe su día a día y dejar esparcidos los pedazos de su roto corazón. Pero entonces, cuando ya hemos tocado fondo, iniciamos un viaje interior, a través del espacio y el tiempo, de la imaginación, un proceso de recuperación donde ya no seremos débiles, sino que seremos una heroína con la misión de acabar con los Wild Hearts y recomponer nuestro maltrecho corazón.

Pero esta historia, este viaje de tristeza, pero también de esperanza y fortalecimiento, no podría funcionar tal cual funciona sin la música, otro de los tres pilares del título. 20 cortes de música electrónica ochentera de grandísima calidad y que bien valdría conformar un álbum de música en formato tradicional por sí mismo. Estos temas, de la mano del talentoso compositor Jonathan Eng, colaborador habitual del estudio, nos ayudarán a sumergirnos de lleno en el viaje, que transcurre en todo momento a mucha velocidad, casi al ritmo de la música que nos acompaña.

Y queda hablar de la jugabilidad, tercer elemento que forma el núcleo de Sayonara Wild Hearts, y que además de ser el más atractivo y espectacular, también es el de ejecución más simple y posiblemente donde podamos encontrar más pegas de los tres. Cada tema musical de los 20 disponibles, corresponde a un nivel jugable. Podremos elegir jugar cualquier nivel siempre y cuando lo hayamos desbloqueado finalizando el nivel anterior. Y para finalizar cualquier nivel simplemente deberemos acabarlo, independientemente de la puntuación, aunque existe un sistema de medallas de bronce, plata y oro, que obtendremos en función de la puntuación, y que básicamente es lo que le da rejugabilidad al título -además de querer volver a escuchar alguna de las canciones-.

En cada nivel tendremos que afrontar a toda velocidad -esta es una constante del título y de su mensaje- una serie de peligros o situaciones que nos llevarán a tener que esquivar, disparar, apuntar, derrapar, etc… en distintas situaciones que se nos irán dando y cambiando continuamente y sin previo aviso. Podemos empezar un nivel volando sobre una carta del tarot -las cartas del tarot son parte de la narrativa y la historia-, para pasar instantes después a esquivar coches en una motocicleta, o a literalmente volar mientras perseguimos a uno de los Wild Hearts.

La variedad de situaciones está garantizada, aunque siempre con la constante de la velocidad, con el cambio de mecánicas y jugabilidad de forma casi instantánea, y aunque parezca mentira, con la sencillez y ligereza de estas. Y es que con el stick analógico y un sólo botón, podremos realizar todas las acciones necesarias, esquivar, disparar, apuntar, o ejecutar sencillos QTE basados en pulsar el botón en el momento adecuado, o pulsarlo repetidamente -en los enfrentamientos con los Wild Hearts, único momento donde la velocidad da paso a unos combates de QTE enfocados en el ritmo de la música-.

Esta jugabilidad tan sencilla pero que a la vez se adapta tan bien con el ritmo de la música, y con la forma de narrarnos este viaje interior, nos hará disfrutar bastante y nos hará pasar de nivel en nivel casi sin darnos cuenta. Esto demuestra lo adictivo que el juego puede llegar a ser, pero también pone de manifiesto su escasísima duración, porque cuando mejor lo estemos pasando -los niveles avanzados son los que más reto ofrecen y los más adictivos- el juego acabará, y no nos quedará más que repetir niveles por las medallas -los puntos los conseguiremos recogiendo corazones y con acciones como pasar muy cerca de los obstáculos-, algo que a no todo el mundo motiva, o jugar un modo arcade que se desbloqueará al acabar el juego por primera vez, que no es más que jugar los 20 niveles de forma continua.

A este problema con la duración, apenas una hora, hay que añadir que a pesar de agradecer la variedad de pasajes jugables, algunos no funcionan tan bien como otros como hilo conductor, aunque seguramente pronto pasemos a otros pasajes más acordes y con mayor coherencia con la música y su ritmo. De todas formas estos problemas son menores, ya que debido al formato de álbum interactivo, se podía esperar una duración como la ofrecida, y en conjunto, aunque la recta final sea la que realmente nos enganche -el juego es más tibio al inicio-, Sayonara Wild Hearts nos dejará un muy buen sabor de boca, sobre todo por la calidad de su música, y por el mensaje de su historia, algo tan cotidiano y que seguramente hemos experimentado todos.

Para acabar hay que decir que la sensación de velocidad está muy bien conseguida, independientemente de que montemos una motocicleta, un reno, un deportivo, o simplemente volemos, y que el apartado artístico no dejará indiferente a nadie, pero es ideal junto al resto de apartados, con trazos sencillos, y colores rojizos, azules y magentas. Como recomendación final, lo ideal es saber muy bien lo que Sayonara Wild Hearts ofrece antes de decantarse por él, ya que si la música electrónica no nos gusta, o la duración nos parece insuficiente, este no será nuestro juego. Para disfrutarlo hay que tener claro lo que nos vamos a encontrar y dejarnos llevar, los corazones salvajes harán el resto.

 


Este análisis ha sido realizado mediante una copia cedida por Meridiem Games