Hay mezclas que si uno las piensa en frío desde fuera, no pegan ni con cola. Y sin embargo, funcionan. ¿Quién nos iba a decir que mezclar fútbol con coches nos traería uno de los juegos más exitosos de la actualidad? Ahí tenemos a Rocket League. ¿Disparos y calamares? Splatoon. ¿Autobuses y el juego de la serpiente? Si además le añadimos una pizquita de Crazy Taxi, Stovetop Studios nos trae, de la mano de Digerati, Snakeybus.
A poco que estemos en la treintena, o la superemos, todos hemos tenido en la mano alguna vez un Nokia de la serie 33. Móvil robusto donde los haya, se han hecho chistes sobre su tamaño, forma y durabilidad. Pero sin duda, una de las características definitorias de esta serie era el Snake, o juego de la serpiente. Cuántas horas echamos recogiendo ¿comida? frente al aparato, cuando aún no teníamos con nosotros los teléfonos inteligentes, y un teléfono móvil, en general, servía para -oh, sorpresa- llamar.
Aunque era una modalidad distinta -las estelas se alargaban continuamente en vez de ir obteniendo objetos por el camino para ello- Tron, unos cuantos años antes, ya había mezclado una especie de juego de la serpiente con motocicletas. Y a alguien de Seattle se le debió de ocurrir que, oye, si se puede hacer con motos, ¿por qué no con autobuses? Y el resultado es, cuanto menos, satisfactorio.
En Snakeybus el jugador encarnará a un conductor de autobús. Pero no es un autobús normal y corriente, sino que al ir recogiendo y dejando pasajeros en las distintas paradas, el número de «secciones» del autobús, , por tanto su longitud, irá subiendo, pudiendo cargar con más pasajeros a la vez. Al igual que en el juego de móvil, nuestro objetivo será hacer que la longitud de nuestro vehículo sea lo más larga posible.
Para ello será necesario conocer los distintos mapas que tenemos a nuestra disposición. Habrá que optimizar las rutas para no colisionar con nosotros mismos. O, al menos, no colisionar demasiado, ya que, en este caso, y al contrario que en el juego de móvil, chocar con nosotros mismos no supone el fin de la partida, que acabará cuando no podamos movernos durante un par de segundos o caigamos a algún vacío.
Y cuando hablamos de optimizar las rutas, no hablamos solo de las rutas terrestres. El juego ofrece un botón de salto que se irá recargando con el tiempo tras utilizarlo y, usándolo convenientemente, podemos realizar auténticos vuelos por encima del mapa, que nos ayudarán a no congestionar demasiado el nivel con las secciones de nuestro autobús. Y le ofrecerán al jugador estampas como la que podemos ver en el propio logo del juego que encabeza este artículo.
Los mapas serán tan variados como París, Seattle, Miami… o un cilindro espacial al estilo de Rama, del gran Arthur C. Clarke, o incluso el interior de un dormitorio. Estos niveles se irán desbloqueando a medida que vayamos obteniendo puntos en las distintas partidas, lo que hará que cuando empecemos a aburrirnos de uno, de repente, tendremos el siguiente desbloqueado.
También será posible desbloquear distintos autobuses o algún camión, que cambiará las secciones de autobús antes mencionadas por remolques. Los distintos vehículos no se diferencia nada más que en lo visual, pero los diseños aportan variedad al juego.
¿Pero cómo se siente a los mandos? El control es realmente arcade -de ahí la comparación con Crazy Taxi, además de por el objetivo de recoger y dejar pasajeros- , por lo que nos ofrece la posibilidad de realizar buenos movimientos en el aire. Se siente bastante divertido -como atestigua su nota-, y sus partidas son relativamente cortas, por lo que ofrece esa sensación de «una partida más y lo dejo». Además ofrece rankings online de cada nivel tanto generales como de amigos, incitando a los piques. No voy a negar que yo me he picado con mis compañeros analistas.
Por desgracia, nunca es todo bueno, y Snakeybus tampoco se libra de puntos negativos. El primero, y más notorio es el rendimiento. A grandes longitudes, el juego pega bajones de frames por segundo, al menos en la versión de Nintendo Switch que ha sido la analizada. No es especialmente molesto, pero están ahí y se nota. Es entendible que al final hay muchos elementos moviéndose al mismo tiempo, por lo que los procesos se pueden ralentizar, pero técnicamente tampoco es un juego puntero.
El segundo punto negativo viene derivado de esto mismo: a veces, se entiende que por optimización, el juego deja de dibujar partes del bus. Y ocurre que en ciertos casos, uno está conduciendo sin que haya ningún obstáculo aparente y de repente aparece la cola del bus contra la que acaba chocando. Son cosillas que se pueden arreglar.
También se echa de menos algún que otro mapa más, ya que en un par de horas se han desbloqueado todos y la sensación de progreso se pierde. Nos quedan -que no es poco- los piques contra nosotros mismos y contra los otros jugadores online. Quizás se pueda alargar esa sensación de progreso aumentando los puntos necesarios para desbloquear los distintos niveles o modelos de autobús.
En conclusión, estamos ante una mezcla extraña entre Crazy Taxi y el veterano juego de la serpiente que, sorprendentemente -o no tanto-, funciona. Ideal para partidas cortas y, sin duda, uno de esos juegos a los que siempre volvemos de vez en cuando entre partidas de juegos más largos. Recomendado.
Este análisis ha sido realizado mediante una copia cedida por Digerati