A mediados de los noventa, cuando los juegos de velocidad empezaban a buscar su propia identidad más allá del realismo -y cuando el “kart-racing” se consolidaba como subgénero tras el impacto de Super Mario Kart– apareció una propuesta inesperada que, sin grandes aspavientos, consiguió hacerse un hueco en la memoria colectiva: Street Racer. Un título que, más que competir en igualdad de condiciones, decidió abrazar el caos, el humor descarado y las reglas propias con tal naturalidad que terminó convirtiéndose en una rareza querida por muchos jugadores de la época.

Su origen lo encontramos en Vivid Image, un estudio británico relativamente pequeño pero con un historial curioso dentro del panorama europeo. Fundado por antiguos miembros de System 3, la compañía que en los años 80 nos dejó clásicos del calibre de The Last Ninja, Vivid Image heredó esa mezcla tan particular de ambición técnica y espíritu experimental que caracterizaba a muchos desarrolladores europeos de la época. No eran un gigante, pero sí un equipo que sabía moverse entre las limitaciones del hardware y la voluntad de dejar su sello propio.

Antes de Street Racer, Vivid Image ya había tanteado el terreno con títulos como Hammerfist o Time Machine, donde se notaba su afinidad por sistemas como Amiga, Commodore o Atari. Pero sería con Street Racer cuando realmente lograrían el reconocimiento más amplio: un juego que no solo apostaba por la fórmula del kart-racing, sino que la retorcía a su manera -más agresiva, más alocada, más imprevisible- y que tuvo la peculiaridad de aparecer en casi todas las plataformas relevantes del momento, desde Super Nintendo hasta PlayStation o Saturn.

Precisamente por esa popularidad dispersa, por su tono irreverente y por lo único de su propuesta, Street Racer se convirtió con los años en una de esas piezas que siempre terminan regresando de una forma u otra. Y ahora, con esta nueva recopilación a cargo de QUByte, vuelve a abrirse la puerta para revisitar un pequeño fragmento de aquella época en la que los juegos de carreras podían permitirse ser, simplemente, divertidos y caóticos sin dar explicaciones a nadie.

QUByte continúa con su línea de rescatar títulos de épocas pasadas, no tanto con la intención de reinventarlos como con la de preservarlos en una forma accesible y directa. En esta ocasión, Street Racer Collection reúne cuatro versiones del clásico de Vivid Image: Super Nintendo, Mega Drive, MS-DOS y Game Boy. La selección puede parecer no completa -y lo es-, pero responde a una filosofía clara dentro de la compañía: ofrecer un vistazo lo más representativo posible de cómo se jugaba y se entendía el título en plataformas con diferencias técnicas significativas. De esta forma, se omite la entrega de Amiga 500, posiblemente por su similitud a la versión de Mega Drive, y de igual forma ocurre con la versión de MS-DOS, que comparte aproximación con las de las consolas de 32bits de Sony y Sega.

Como es habitual en las colecciones de QUByte, el empaquetado es sobrio. No hay material adicional, ni galerías, ni documentación histórica, ni entrevistas. Aquí, igual que en recopilatorios anteriores, el valor recae en las opciones de emulación y en la capacidad de alternar entre versiones con inmediatez para apreciar sus matices. Las herramientas disponibles son idénticas a otros lanzamientos de la compañía: filtros gráficos de suavizado, scanlines, un modo CRT tanto con como sin distorsión en los bordes, posibilidad de elegir entre 4:3, pantalla ajustada, o marcos opcionales, además de la siempre útil función de rebobinado. Es un conjunto suficiente para quien quiera adaptar la presentación a su gusto, sin aspirar a nada especialmente elaborado.

Lo que sí ofrece el recopilatorio -y ahí está su principal interés- es la oportunidad de volver a comparar versiones que, en su día, tenían diferencias más profundas de lo que podría pensarse. No se trata simplemente de variaciones estéticas: el rendimiento, la sensación de velocidad, los efectos visuales y la contundencia de los ataques podían cambiar notablemente de una plataforma a otra. Incluso la sensación de ser un juego de karts como ocurre con los circuitos de Super Nintendo y MS-DOS y las de tener unos circuitos más amplios y ser juegos de carreras clásicos con las versiones de Mega Drive y Game Boy. Street Racer Collection, en ese sentido, funciona como una pequeña cápsula de arqueología interactiva.

La versión de Super Nintendo sigue siendo la más redonda del conjunto: colorida, clara y con una jugabilidad que, pese al paso del tiempo, conserva una buena sensación de velocidad y un equilibrio razonable entre combate y control. Es la entrega que mejor representa lo que Street Racer fue para muchos jugadores, con una emulación estable y perfectamente complementada por las opciones y beneficiándose de la estela que dejó Mario Kart y el gran modo 7 de Super Nintendo que favorecía este tipo de juegos. La adaptación de Mega Drive es correcta, pero más limitada y apagada que la de Super Nintendo. Los colores están menos definidos, ciertos efectos pierden presencia y la sensación de velocidad es buena pero el tono deja de ser de un pequeño circuito de karts y pasa a ser la de un juego de carreras tradicional, lo que resta parte del caos típico del juego. Aun así, es plenamente funcional y mantiene intacta la esencia del título, beneficiándose especialmente de los filtros CRT para suavizar su presentación original.

La entrega de Game Boy es la más comprometida por sus limitaciones técnicas: sprites diminutos, pistas muy simplificadas y una visibilidad justa que dificulta disfrutar plenamente de carreras y combates. Como curiosidad histórica cumple, pero su jugabilidad es la que peor ha envejecido del conjunto. Incluso con filtros o marcos, sufre para ofrecer una experiencia cómoda, quedando como una versión testimonial dentro del recopilatorio. La versión de MS-DOS podría haber optado por “clonar” las versiones de 16 bits pero, por fortuna, en esta ocasión adapta las versiones 3D de las hermanas mayores heredando, eso sí, la sensación de circuitos de karts de la versión de Super Nintendo. Su ritmo algo más rápido le da una personalidad propia, con pequeños cambios en HUD y efectos que la hacen interesante incluso para quienes ya conocen el juego. Es una de las más curiosas del recopilatorio pues en la memoria popular las versiones de 16bits son las que más se recuerdan, y la emulación -junto a la opción de rebobinado- la hace muy accesible hoy en día.

Concluyendo, Street Racing Collection nos trae una selección representativa de entregas del mismo juego con las suficientes diferencias como para ser relevantes, aunque adolece de algunas otras entregas que podrían haber sido incluidas igualmente aunque fuesen muy similares a otras que sí hacen acto de presencia. Las pequeñas opciones extra ayudan a que el juego sea disfrutable en plataformas actuales desde el punto de vista visual y jugable.