Imaginad un mundo donde ocurre algo impensable en la realidad: ser ciclista… sin molestar a nadie. Parece ciencia ficción, pero en Wheel World, las bicicletas son el centro del universo. Aquí, todo el mundo es ciclista o quiere serlo. Aunque existen coches y otros vehículos, tienen un papel casi anecdótico en un mundo donde los velocípedos son los reyes absolutos.

Wheel World es un juego de mundo abierto en el que debemos competir contra otros corredores para recuperar distintas piezas de nuestra bicicleta. La historia, eso sí, es un pequeño galimatías. A pesar de estar centrado en el ciclismo, hay elementos paranormales que forman parte esencial de la experiencia. De hecho, la bici protagonista no es una cualquiera: se trata de un antiguo espíritu bicicletil que necesita reunir unas piezas legendarias para poder acceder al inframundo y completar su misterioso destino.

Nuestro protagonista, Kat, es casi un lienzo en blanco. No tiene una personalidad definida, ni un pasado heroico. Se despierta tras una siesta en mitad del bosque, encuentra la bici por casualidad y, sin más, se lanza a la que probablemente sea la mayor aventura de su vida. No hay profecías ni destinos escritos, y aunque la premisa es curiosa y diferente, la historia en sí no deja mucha huella. Sirve como excusa para lo importante: pedalear, competir y explorar.

Pronto descubrimos que las piezas que necesitamos están en manos de los líderes de cada región del mundo de las ruedas. Ya sabéis cómo va esto: si las queremos, tendremos que derrotarlos. Pero no basta con presentarse a la carrera; primero hay que ganarse la reputación -o rep, como lo llama el juego- suficiente para que acepten el desafío. Esa rep es la medida del respeto que generamos como ciclistas, y avanzar en la historia depende directamente de conseguirla.

La reputación se consigue, como no podía ser de otro modo, compitiendo. El mundo está lleno de ciclistas, y las carreras son ley. Cada una tiene variantes: ganar, quedar entre los tres primeros, batir un tiempo límite o recoger unas letras dispersas por el recorrido. Esto aporta algo de variedad, aunque no siempre se traduce en dificultad. Y es aquí donde llega mi primera crítica: el juego resulta demasiado fácil. La mayoría de carreras las he completado a la primera, sin necesidad de repetir, farmear piezas ni abusar de ninguna mecánica. La IA cumple su función, pero es muy básica, y le vendría bien una buena revisión para dar algo más de guerra. Incluso los duelos contra jefes los superé al primer intento. Un selector de dificultad solucionaría parte del problema, aunque quizá no encajaría del todo con la filosofía del juego. Al final, Wheel World es una aventura de exploración y carreras sin grandes pretensiones, y eso lo cumple sin problemas, pero un poco más de tensión no le habría venido mal.

El mundo abierto tiene su función clara: conseguir piezas. Las encontraremos explorando, obteniendo recompensas por eventos o intercambiando tickets en tiendas. Algunas están escondidas en zonas de difícil acceso, y otras se desbloquean resolviendo pequeños retos o siguiendo pistas que nos ofrecen ciertos personajes. El mapa no es inmenso, pero está bien distribuido y diseñado con buen ojo para invitar a la exploración constante. Hay atajos, secretos y zonas elevadas que nos recompensan si nos salimos del camino marcado. Es una exploración sencilla, sí, pero efectiva y muy acorde con el tono del juego.

Una de las claves jugables más interesantes es la personalización. Las piezas modifican significativamente el comportamiento de nuestra bicicleta: hay cambios en el manejo, en la capacidad de salto, en la agilidad de los giros… Algunas permiten alcanzar zonas más altas, otras priorizan velocidad punta o estabilidad. Jugar con las combinaciones puede marcar la diferencia en ciertas pruebas, y da un mínimo componente estratégico que se agradece. Correr en Wheel World es divertido, y dado que esa es su base junto al mundo abierto, podemos decir que cumple con nota en lo esencial.

A nivel visual, el juego apuesta por un estilo cartoon muy atractivo. Los colores vivos, los escenarios simplificados y la forma en la que se transmite la sensación de velocidad están muy bien conseguidos. Al pegar un salto o aprovechar el rebufo de un rival, el juego transmite esa sensación de impulso que tanto se agradece en este tipo de propuestas. La cámara acompaña bien, con ligeros efectos de desenfoque y sacudida que refuerzan la inmersión sin marear. La música también acompaña con acierto: temas electrónicos durante la exploración y pistas con letra cuando nos enfrentamos a los jefes de zona. El contraste entre ambos estilos ayuda a marcar el ritmo del juego y a reforzar la identidad de cada carrera importante. En conjunto, la ambientación está bien resuelta y refuerza el tono ligero y gamberro de la propuesta.

En resumen, Wheel World no pretende revolucionar el género. Es posible que su historia no conecte con todo el mundo o que su mundo abierto no deslumbre, pero consigue lo que se propone: ofrecer una aventura accesible, colorida y entretenida, con una excusa narrativa lo suficientemente simpática como para lanzarnos a pedalear sin preocupaciones. Si eso es lo que te apetece ahora mismo, adelante. Además, podrás ser ciclista sin molestar a nadie… y eso, quieras que no, tiene su encanto.