Voy a comenzar el análisis con una pequeña anécdota personal: corría el año 2004, cuando un servidor tenía apenas 15 años, sin ningún tipo de acceso a internet y tampoco me consideraba consumidor habitual de revistas de videojuegos. En uno de mis paseos por unos grandes almacenes, ví en la estantería de la sección de videojuegos un tal Final Fantasy para mi recién comprada Gamecube. Yo, totalmente emocionado, no dudé en hacerme con él esperando encontrar algo similar a las entregas de PSX que tanto me habían maravillado. Imaginaos mi cara una vez metí el mini-DVD en la consola y me encontré con que de la saga estrella de Square-Enix solo tenía el nombre.

Pero a pesar de esa desilusión inicial, seguí jugando al juego cada vez más -total, una vez comprado no le vamos a hacer el feo de no jugarlo- y reconozco que me empezó a enganchar, tenía ese punto adictivo que me hacía seguir jugando hasta que se convirtió en un juego del que guardo un buen recuerdo.  Y esa es básicamente mi historia con Final Fantasy Crystal Chronicles, juego siempre exclusivo del cubo de Nintendo hasta este año, que llega de manera remasterizada a Playstation 4, Switch, Android e iOS.

Final Fantasy Crystal Chronicles es el primer juego de una subsaga -otra más- de la franquicia creada por Hironobu Sakaguchi en 1987. Posteriormente se lanzaron más entregas ambientadas en el mismo universo, como Rings of Fates y Echoes of Time para Nintendo DS que eran similares en jugabilidad, My life as a King/DarkLord para Wii que nos proponían juegos de gestión y por último se lanzó The Crystal Bearers también para Wii, que nos ponía frente a un action rpg de exploración.

Este primer juego, llamado Crystal Chronicles a secas, toma como base para su argumento el ya famoso y recurrente tema de los cristales y los cuatro elementos. Hace muchos años, la caída de un meteorito provocó que todo el planeta se llenase de un gas venenoso conocido como «miasma» capaz de matar a los seres vivos en poco tiempo, excepto a los monstruos que comenzaron a surgir a raíz de dicho evento. Para combatir este mal, las aldeas y ciudades cuentan con un cristal enorme en su centro capaz de crear una capa protectora que impide que el miasma penetre, sin embargo los cristales van perdiendo fuerza con el paso del tiempo, por lo que cada asentamiento se ve obligado a mandar cada año a una legión de guerreros con el objetivo de rellenar un cáliz especial con gotas de mirra del árbol mágico, capaces de devolverle la fuerza a los cristales durante otro año más. Nosotros formaremos parte de esa legión que viaja anualmente en busca de los árboles que protegerán a nuestros seres queridos.

La jugabilidad de este Crystal Chronicles – y ahí enlazo con lo que dije en el primer párrafo- es más propia de un Dungeon crawler que de otra cosa, algo que en pleno 2020 es fácil saber de antemano gracias a los tantísimos medios de información que hay, pero en 2003 la cosa no estaba tan clara y la gente se esperaba un RPG más convencional como las entregas numeradas de la rama madre, o quizás yo lo esperaba así. La exploración y el farmeo eran el punto de este juego, así como los combates que ya no eran por turnos sino que pasaban a ser en tiempo real.

Nada más empezar nos tendremos que crear a nuestro personaje, a elegir entre las cuatro razas del juego: Clavates, liltis, yukos y selkis, cada uno con una bonificación concreta en algunas de las estadísticas. Una vez hecho esto, apareceremos en nuestra aldea y tendremos desbloqueada la tienda de la profesión -o job- que hayamos escogido. El problema es que solamente se nos desbloqueará la tienda de nuestro personaje y no podremos acceder a las otras, para poder acceder a todas tendremos que crearnos más personajes cada uno con una profesión diferente, así hasta completar las ocho en total. Una decisión un tanto absurda que nos obliga a gastar tiempo en el editor para crear personajes que seguramente nunca llegaremos a utilizar.

Ya metidos en faena, los diferentes escenarios o mazmorras nos presentan siempre el mismo esquema: avanzar hasta el final del nivel, pelear contra el boss y recoger la mirra del árbol, esto es algo que nunca cambiará. A lo largo del trayecto, tendremos que ir derrotando enemigos y abriendo cofres, los cuales nos irán soltando objetos tales como magias, objetos consumibles, recetas y materiales para crear equipamiento, entre otras cosas. En los niveles podremos encontrar también los llamados «artefactos», que son unos objetos que aumentarán nuestras estadísticas mientras permanezcamos dentro del nivel, aunque los perderemos una vez volvamos al mapamundi. Sin embargo, una vez completada la mazmorra, nos podremos quedar de manera permanente con uno de los artefactos como recompensa, mientras que el resto desaparecerán.

Contamos con una particularidad a la hora de jugar, y es que recordemos que el miasma tóxico recubre todo el planeta, por lo que exponernos a él hará que nuestra vida vaya disminuyendo lentamente. Para solucionar esto tendremos la mecánica del cáliz, con el cual tendremos que cargar a nuestro paso para crear una barrera protectora que impida el daño del exterior. Cargar con el cáliz puede hacerse muy pesado ya que nos impide realizar el resto de acciones y además nos ralentiza a la hora de movernos, así que para solucionar esto contaremos con un moguri que nos acompañará en nuestro viaje y se ofrecerá a llevar el cáliz por nosotros para que tengamos las manos libres. No ocurre lo mismo en el modo multijugador, donde el moguri en cuestión no estará disponible y será tarea de alguno de los jugadores el cargar con el cáliz.

Entrando ya en el combate, nos encontraremos con enemigos clásicos de la franquicia tales como boms, tomberis, cactilios y demás parafernalia, los cuales aparecerán en diferentes formas según el tipo de magia que utilicen. Hay que decir que el sistema de combate es bastante extraño, en especial a la hora de encadenar combos, pues no nos basta con aporrear el botón como suele ser habitual en estos juegos sino que tendremos que pulsarlo de manera rítmica coincidiendo con la animación de ataque de nuestro personaje, en caso contrario solo realizaremos un golpe por vez, es algo a lo que cuesta acostumbrarse pero será muy efectivo si conseguimos dominarlo. A la hora de utilizar magias y objetos, con los gatillos superiores podremos movernos por el menú de comandos para elegir lo que queramos, mientras que el propio botón de ataque nos permitirá efectuar la acción seleccionada, parecido al sistema de la saga Kingdom Hearts pero un poco más tedioso y sin atajos de botones.

Para hablar del modo multijugador, es necesario hablar primero de la versión de Gamecube: cuando se lanzó dicho juego, utilizaba un novedoso sistema multijugador en el que podíamos usar la conectividad con Game Boy Advance para poder utilizar la portátil no solo como mando, sino también para otras acciones tales como poder ver un mapa del nivel o la localización de los enemigos – ahora integrados de manera nativa en el HUD-, por lo cual el juego se puso a la venta junto con un cable link de regalo.

Pero estamos en 2020 y los tiempos han cambiado, por lo tanto no vamos a encontrar ni rastro del multijugador local, el cual ha sido sustituido por el habitual modo online como era de esperar, una decisión un tanto cuestionable que ha enfadado a los fans de jugar en compañía. Para solventar este problema en cierta manera, contaremos con juego cruzado entre las distintas versiones, y eso incluye incluso a las de smartphones, las cuales además cuentan con una versión F2P que nos permite jugar a gran parte del juego siempre que nos pongamos a merced de los usuarios de la versión completa. El online sin embargo no va todo lo bien que nos gustaría, hay pocas partidas disponibles y tarda mucho en encontrar jugadores, y cuando consigue encontrarlos, posiblemente ya llevemos completada la mitad del nivel en el caso de que seamos el anfitrión.

Para movernos por el mundo y los diferentes pueblos tendremos el mapamundi, al que accederemos entre mazmorra y mazmorra. El mapamundi al final se acaba haciendo un tanto pesado, pues es lento, tedioso y aburrido, hasta el punto de que si queremos ir hasta otra región más alejada nos puede llevar varios minutos, lo que hace que al final vayamos escogiendo los niveles más cercanos a nosotros para no tener que hacer todo el recorrido. Para colmo, durante el trayecto por el mapamundi nos irán apareciendo eventos en forma de cinemática, algunas importantes para la trama pero otras totalmente innecesarias, lo que acaba rompiendo el ritmo de juego constantemente.

Para hacer avanzar la trama, el juego utiliza un sistema basado en «años». Para poder cambiar de año tendremos que rellenar el cáliz con tres gotas de mirra, por lo que habrá que jugar a tres niveles diferentes para ello. Pero la gracia de esto es que una vez recogida la gota de mirra, el árbol se quedará seco durante los dos años posteriores, lo que nos obliga a jugar a niveles diferentes para volver a rellenar el cáliz. De todas maneras, será posible jugar a cualquier nivel siempre que queramos para conseguir nuevos artefactos y materiales, aunque el árbol esté seco y no nos sirva para avanzar de año.

Para lograr llegar a una nueva zona, en cada nivel habrá -o no- una fuente elemental que cambiará el elemento del cristal de nuestro cáliz a agua, tierra, viento o fuego. Esto sirve para atravesar las corrientes de miasma que separan una región de otra, las cuales serán de un determinado elemento y tendremos que hacer que cáliz sea del mismo elemento para poder atravesarlas. El elemento de las corrientes de miasma va cambiando a cada año y el juego utiliza esa mecánica para llevarnos por donde él quiera, ya que quizás el elemento necesario para avanzar no se encuentre en ninguno de los niveles disponibles hasta el momento y nos obligue a completar el año en esa misma zona.

Es hora de pasar ya al apartado técnico. En lo visual, hay que decir que el juego luce de maravilla, en su momento era una auténtica belleza gráfica muy cuidada y es algo que se sigue manteniendo a día de hoy. El aumento de la resolución hasta los 1080p junto al estilo visual «cartoon» hacen que visualmente siga aguantando el tipo todavía y no se siente para nada como un juego de hace dos- casi tres- generaciones. Mención especial al sistema de iluminación y reflejos, espectacular para su época e incluso hoy día.

En cuanto al sonido, nos vamos a encontrar sorpresas y no todas ellas buenas. Por primera vez, el juego ha sido doblado con voces en inglés, una decisión que a mí personalmente no me termina de agradar ya que las voces me parecen muy forzadas y rompen con la magia de los diálogos en texto -de un moguri haciendo sus soniditos de moguri pasamos a un bicho con acento inglés que desentona lo más grande-, aunque contaremos con la gran Donna Burke como narradora de la historia, así como cantando el tema principal. Respecto a la banda sonora, representa sin duda uno de los mejores elementos del juego, con melodías de temática celta/tribales rozando un nivel alto que se nos pegarán como una lapa y no podremos dejar de tararear.

En definitiva, Final Fantasy Crystal Chronicles quizás no sea la remasterización más esperada ni la más trabajada, pero nos devuelve a nuestros a tiempos un pedacito de historia de Nintendo y de los inicios de Square-Enix como compañía fusionada. Ha contado con algunos problemas en su lanzamiento que poco a poco han ido solventando, pero sin duda es un juego que nos va a atrapar con su encanto y su multijugador. Uno de esos juegos que se merecen una segunda oportunidad.

 


Este análisis ha sido realizado mediante una copia cedida por Koch Media