¡Feliz año nuevo, gentes de bien… y de mal! Esta es nuestra primera entrada de 2021 y quieren los dioses del bit y del pixel que sea la mía con el retro. Cuando leáis estas líneas yo estaré tirado en alguna parte sin conciencia alguna y aliento cargado de alcohol, así que entre tener el honor de sacar la primera entrada de un año en el que hemos puesto muchas esperanzas, y que quizás sea algo que me salga de manera póstuma según como tire la nochevieja, quería volver a mis tres fetiches para esta sección: la NES, el brawler… y las chorradas. Esto es Mighty Final Fight, CAPCOM llevando su correcalles emblemático a la consola de 8-bits de Nintendo, cuatro años después de su salida en recreativa, en formato chibi.
El año es hasta insólito: 1993, cuando el año siguiente Saturn y PlayStation saltarán al ruedo. Y CAPCOM ya lanzó además ese noventa y tres otro pelotazo como fue Mega Man 6, también en NES, cuando la saga había saltado a Super Nintendo con la saga X este año también. Eso sí, a España no llegó el juego de forma oficial, a pesar de que también tuvo versión PAL. Si tienes una copia de esas que aparecían de estrangis en tiendas como El Corte Inglés, enhorabuena, tienes un tesorito.
Sobre la génesis del cartucho, pues una vez más no hay una gran historia, no una accesible y/o glamurosa. Y la puñetera manía de ‘firmar’ con apodos hace que ni el director del proyecto -K.O.- ni los programadores principales sean conocidos, siendo hoy públicos solo los nombres de los diseñadores de objetos, scroll y responsables de sonido.
Esta bien, pues así vamos más rápido a lo que es el juego entonces ¿Vale?
Seguimos teniendo a una pobre chica secuestrada, Jessica, hija del alcalde de Metro City -que o bien está pegada a New York, o es una ciudad extremadamente importante para tener su propia Estatua de la Libertad, también en este cartucho-, el incombustable ex-wrestler, Mike Haggar. Por supuesto, el guaperas luchador callejero Cody, y el.. descendiente de ninjas… Guy, se unirán a rescatarla, de las garras de Mad Gear. Solo que aquí, Belger -en forma de… cyborg-, pues que se ha enamorado de ella. O sea, esto no es una historia criminal, sino de amor.
La verdad es que pega muy bien empezar así la historia, la gran característica de esta reinterpretación del inmortal ‘yo contra el barrio’ de la compañía se hace en tono superdeformed, diseños simpáticos y graciosos, con un colorido vivo y momentos de humor también.
Lo primero, aquí solo hay un jugador y cinco fases, recordando a la primera conversión de la recreativa original en Super Nintendo, aunque no se sigue el esquema habitual. De hecho, es que en la tercera fase ya vamos al hotel lujoso de la banda, y en la cuarta hasta tenemos la factoría que no estaba presente en aquel primer cartucho.
Las limitaciones del sistema están bien presentes, y se solventan y aprovechan como se puede. Pero lo irónico es que Final Fight es un juego perfecto en el control para jugarse en el pad de NES, habida cuenta que el control original solo era con dos botones. De esta forma, los movimientos originales -que en honor a la verdad no eran muchos- están todos presentes en los tres personajes, con alguna adición extra.
Visualmente y con el diseño y música tan simpáticos y desenfadados recuerda a River City Ramson/Street Gangs. Incluso tenemos un componente de mejora, acumulando experiencia y subiendo niveles al derrotar enemigos.
Ah, pero este es un ‘brawler-RPG’ muy CAPCOM-style, al menos, de sus primeros tiempos. Lo que significa que las mejoras de vida y poder que adquiramos quedarán mitigadas por el viejo truco de poner a los mismos enemigos con colores distintos haciendo y aguantando más daño por ello. Pero al menos al subir varios niveles desbloqueamos un movimiento personal para cada personaje, algo es algo.
También, los personajes están más diferenciados, ya que en la recreativa Guy y Cody se jugaban más parecidos, y Haggar siempre me ha parecido demasiado lento y complicado jugando a un solo jugador. Aquí Guy es más rápido aunque más debil, Cody está bien compensado, y Haggar sigue siendo lento pero asequible. Y que aún en versión chibi sigue molando mil hacer su martinente con salto.
Las pegas del título vienen por algo muy sencillo: el número máximo de sprites en pantalla es de tres, incluido nuestro protagonista. No es broma, solo vamos a ver dos enemigos en todo momento. El juego luce muy bien, pero solo hay que ver el flicker que aparece incluso cuando spameamos el botón de golpe para comprender esta decisión. Incluso en las fases de bonus donde debemos romper bidones, solo hay dos visibles en todo momento.
Si las cuentas no me fallan, solo hay seis tipos de enemigos distintos, junto a cuatro jefes finales -uno repite en la cuarta fase-, algo que acentúa las limitaciones del juego.
En su lugar, el juego intenta ofrecer un ritmo y gameplay con cierta enjundia que no favorezca tanto el usar el botón de golpe como un poseso, aunque también lo haremos mucho, esto sigue siendo un Final Fight. No es un título difícil, pero merced de ese estilo jugable particular, hay que pillarle el punto o las vidas pueden volar muy rápido, especialmente en los jefes finales. Sodom/Katana en la segunda fase puede fundir personajes muy fácilmente si no conseguimos comprender y adaptarnos a él.
El juego es divertido sin duda, y como pequeña complicación añadida, si continuamos partida, perdemos los puntos de experiencia acumulados pero no el nivel que llevásemos, dificultando conseguir el nivel máximo y derrotar a enemigos que hacen cada vez más daño. Una forma de generar hándicap que funciona. Pero…
No me deja de parecer que CAPCOM falló con este juego. Los 8-bits fueron un ‘quiero y no puedo’ en muchas cosas, fue su talón de aquiles, sobre todo al convivir con máquinas recreativas. Pero en NES se consiguieron beat’em ups que supieron salir adelante, como el segundo y tercer juego de las Tortugas Ninja de Konami, o ese Batman también de ellos.
El mendado Street Gangs ofrece un sistema de juego más divertido y con más personajes en pantalla, y Technos hizo algo muy grande con Double Dragon II – The Revenge, el mejor brawler de NES, seguramente también de cualquier sistema de 8-bits, sin olvidarnos del primer juego -con mejor sistema de progresión y habilidades que este Mighty Final Fight-, o la tercera parte multipersonaje. Incluso meto la meritoria conversión de Bad Dudes VS Dragon Ninja de Data East, aunque este sea un juego de movimiento 2D, frente al movimiento en 360 grados de los otros.
Bueno, volvemos a elevar un poco el ánimo al pobre juego, que por algo lo he traído aquí y merece. Su apartado sonoro, obra de Setsuo Yamamoto, Yūko Takehara, es lo suficientemente simpático y entrañable para seguir teniéndolo en la cabeza y acentuar ese humor, ojos saltones, personajes entrañables y hasta a un maloso que dan gracias de darle un abrazo…y que se pasa la limitación de sprites del juego con su ‘técnica’.
Como despedida, me gustaría mencionar el alucinante port para ¡SPECTRUM ZX! Lanzado por SaNchez a comienzos de 2018. Él fue el responsable también de convertir el primer Castlevania a este sistema. Quien a esta versión se quiera acercar en su formato original, en casete, los dioses le otorguen paciencia, merced de 32 minutos de carga.
Pero el juego está francamente conseguido. Las vaciladas con los sprites transparentes siempre estarán ahí, pero es que hay más en pantalla que en su versión original, la paleta del Spectrum se usa con mucha inteligencia, y se retocan cosas como el sistema de niveles y poder, así como el final del juego. En el juego original, parece que se pusieron los primeros ladrillos para el triste destino que el bueno de Cody sufriría, y SaNchez prefirió cambiar eso ¡Y yo que me alegro!