¡Feliz año nuevo! Este retro va a lo fácil, a recuperar a otro héroe que, no se puede decir olvidado. Aunque el nombre de Lee Wong no vendrá a muchas cabezas, aún cuando uno de los logros de este formidable arcade es la narración, dentro de lo que es una recreativa de juego muy directo como mandan los cánones. «El chino del hacha» será el nombre que rondaba por los recreativos, porque solo conoceremos su nombre real si culminamos el juego, pero Tiger Road sí nos quedó marcado en su pantalla de presentación con esa lucha de opuestos ancestral asiática, la lucha entre el tigre y el dragón.

En 1987 CAPCOM estaba en un gran crecimiento. Ese año fue el que vio nacer nada menos que al primer Street Fighter. También de ese año es Bionic Commando y la gran Black Tiger, de la que se dio humilde homenaje junto a sus versiones por aquí. Y que paralelizó en ciertos puntos con Tiger Road.

Aunque a las personas de cierta edad parezca que el tiempo pasa más lento, dos años dan para mucho. Porque justamente el director del proyecto Tiger Road es el tan conocido Tokuro Fujiwara. En 1985 había dado la campanada con el recordado y sufrido Ghost ‘n Goblins, y ahora había sido director también de la arriba mencionada aventura de Super Joe y su brazo biónico extensible, aunque Tiger Road me parece algo así como una ‘superproducción’ dentro de la labor de tener la máquina de hacer churros a todo trapo, en salones recreativos y sistemas domésticos. Como he dicho, es imposible que un juego de semejante calibre sea un olvidado como otros que esta sección ha albergado. Pasa que la enorme oferta en arcades, como lo deslucido de las conversiones domésticas de este clásico, junto a la falta de proyección de la franqucia, sí ha hecho que esté con varias capas de polvo y hojas sobre ella.

Mencionar al primer GnG nos lleva a como en Tiger Road también tengamos una intro rápida y concisa, pero mucho más elaborada: Ryuken es un malvado señor de la China imperial, que manda a sus acólitos a secuestrar a los niños de un monasterio Shaolín. Por lo visto se los lleva a todos, que son unos cuantos, en su caballo. Somos el monje Lee Wong, y el monje maestro nos encomienda la responsabilidad de rescatarlos, recorriendo cinco escenarios, en una aventura cuyo mayor valor definitorio es la grandísima variedad en este viaje exterior, y hasta interior.

Tras la intro de Tiger Road se nos propone la insólita decisión de elegir el nivel por donde queremos comenzar, teniendo como tope el cuarto, el penúltimo. Aunque se podría considerar el verdadero nivel final, ya que el quinto son solo dos enfrentamientos en el suntuoso palacio de Ryuken. Pero si optamos por elegir un nivel que no sea el inicial, perderemos otro de los valores del juego: la mejora progresiva de Lee Wong… aunque eso se puede perder jugando normal. Vamos con calma a explicar más las cosas.

Tiger Road es otro juego de acción y plataformas, la primera sección del primer nivel nos muestra un desarrollo bien conocido donde debemos avanzar hacia la derecha. Lee Wong es ágil en sus potentes saltos, y diestro con su hacha que describe golpes en arcos. Luchamos contra espadachines y lanceros, rompemos jarrones para conseguir items que nos dan puntuación y mejoras de vida. Pero ya la segunda sección pide que la recorramos buscando un camino entre saltos verticales y escaleras, con enemigos que solo veremos aquí y luego nunca más en el resto del juego, así como encontrar otros tipos de armas para sustituir al hacha.

Y al seguir avanzando, tenemos luego algo que es casi un Donkey Kong, saltando piedras que nos hacen daño o nos mandan a algún foso, para luego tener un ‘mid-boss’ que se mueve por paredes y techos. Avanzamos, seguimos luchando… ¡Y aparece una sección de vuelo con scroll vertical continuo! Un semi-shmup cuerpo a cuerpo. Después, plataformas rápidas y avance aún más rápido para evitar ser empalados contra el suelo, llegando al jefe final del primer escenario, que nos puede matar de un solo golpe si nos aplasta.

Tras él, se nos pondrá a prueba en una fase de bonus. Fallar no trae penalizaciones. Culminarla, nos aumentará la barra de vida.

Y ya el segundo escenario nos trae la ‘casa del terror’, seguramente el nivel más recordado por los jugadores que nos acercásemos de una u otra forma a esta recreativa. Aquí la variedad sube todavía más enteros en el gameplay y disposición de las secciones. La penúltima es un semi-Track ‘n Field golpeando un orbe a toda pastilla. Y la última, un jefe que debemos derrotar volviendo a volar con nuestra túnica mágica. Tras esto, otra prueba-bonus, y otra mejora que se adiciona a la anterior si la hemos conseguido.

Tiger Road es apabullantemente variado. También difícil, pero realizable con una sola moneda de veinticinco pesetas -cosa que yo nunca haría-. Seguir el camino desde el principio nos propone cuatro pruebas y cuatro mejoras acumulativas si las vamos culminando, pero no rompe el juego en absoluto fallar estas secciones, donde un triste golpe, choque o caída, da al traste con ellas. Dos son de habilidad, una de combate masivo, y la última, esa de apagar la llama de arriba, de nuevo quemando el botón de golpe como en la máquina de deportes de Konami. Si conseguimos al menos las dos primeras, el poder del tigre será nuestro para usarlo a distancia con furia.

Esta arma marca bastante la diferencia, pero insisto que sin llegar a partir el juego para quienes no la logren poseer. De todas formas, en cuanto recibamos daño y desaparezcan los palitroques dorados del medidor de vida, volvíamos a usar el arma que tuviéramos equipada en ese momento. Con la túnica mágica voladora ya nos acercamos más al matamarcianos, una cosa curiosona.

El cuarto escenario es que hasta te permite escoger caminos, pudiendo encontrar salas con tesoros para subir puntuación -las vidas extras se sacan por puntos, además de encontrando items– , y hasta volver al comienzo del escenario si habíamos escogido mal. Esto lo recuerdo de forma graciosa porque los habituales ‘makinas’ del salón recreativo aprovechaban el bucle continuo para jugar más tiempo, y aumentar mucho sus puntuaciones. Ya el último ‘stage’ es el palacio de Ryuken, con dos enfrentamientos, siendo nuestro archienemigo dragón, un jefe bastante más fácil que los dos gigantes que le preceden, diría que incluso muy fácil aún sin el poder del tigre.

Porque Tiger Road teniendo un diseño jugable que se me antoja mucho más pulido que la gran mayoría de recreativas de ese momento, tiene algunos desequilibrios donde puede dispararse la dificultad, o bajarse muy abajo. Pero globalmente, creo que es un juego formidable donde todo lo que maneja, que es mucho, lo hace bastante bien.

Por eso tener esta joyita en nuestras casas era algo tremendamente deseado.

Pero…

Cuando el Tigre llegó a nuestros hogares

Tiger Road se convertiría a los ordenadores occidentales habituales, salvo el MSX -que recordemos es un estandar occidental-, con poca fortuna lamentablemente. Probe se hizo con la licencia, salvo en el caso de Commodore 64.

Spectrum y Amstrad CPC tendrían la intro y el primer escenario llevados con buena mano, y bien adaptados a las posibilidades técnicas de ambas máquinas, con el temazo musical bien trasladado aunque sin FX.

Lo que pasa es que… ¡Solo está ese escenario! Tras derrotar al gigante final, el juego vuelve a empezar, dejándonos sin rescatar a los niños que hemos visto raptar vilmente. Si hay una secuencia final tras varios bucles… yo no la he encontrado.

Las versiones para Atari ST, Commodore Amiga y PC DOS son bastante más afortunadas. Se mueven bien, trasladan adecuadamente la fluidez y acción de la recreativa, pero son juegos bastante cortos. Básicamente se hace un megamix con algunos escenarios del arcade, poniéndolos de forma desordenada. Sin música más allá de la pantalla de título, solo los FX, que en la versión de Amiga suenan prácticamente como los de la recreativa. Otra oportunidad perdida, y otro de los paralelismos con Black Tiger. Adivinad que versión es cada cual.

La que es una sorpresa en varios sentidos es la conversión de Commodore 64. La primera, no ver por ninguna parte la autoría de Probe, solo el logo de CAPCOM en la caja -bueno, y el de Erbe aquí en España- y en la pantalla de título, cosa que no tiene mucho sentido por la falta de conversiones a máquinas japonesas.

Algo menos sorprendente es que teniendo menos sprites y elementos que los ordenadores gordos, termine resultando en un mejor juego, merced de un rediseño muy bien adaptado de otro revoltijo de escenarios, incluso la primera fase de bonus convertida en zona de acción y plataformas, con una fluidez de juego soberbia, marca de la casa de la máquina. El SID se usa en dos simples melodías, la del título y final, y una única durante todo el juego, sin FX. Buena conversión, pero también demasiados recortes.

La joya doméstica es la versión, que no conversión, a PC-Engine, o Turbografx en occidente. Este juegazo de acción y plataformas merece mucho más espacio del que aquí se le va a dedicar. Básicamente, es un juego rehecho utilizando como molde la recreativa, y dando un juego muy bien adaptado en diseño y dificultad a los estándares consoleros.

El rediseño de Lee Wong es más anime, recordando poderosamente a Krilin, o Kuririn si nos ponemos ya más japos. Lo único, con la disposición de los ojos el pobre Lee Wong se pasa el juego mirando hacia el suelo cuando camina.

La calidad de este juego es tal que en esas retro-discusiones entre hombres mayores hay bastantes que consideran mejor juego a esta versión que a la recreativa. Diferencias visuales al margen, y perdiendo la calidad musical de Tamayo Kawamoto y Harumi Fujita aún cuando la música es muy apañada, es prueba de la calidad de esta versión.

Lee Wong lograría su objetivo, salvar a los críos, destruir el reinado de terror de Riuken, y volver a su monasterio del que parece nunca volverá a salir. No deja de parecerme tremendamente chocante la decisión de CAPCOM de trasladar sus recreativas emblemáticas. Conversiones directas de Ghost ‘n Goblins y Ghouls ‘n Ghost, de esa castaña pilonga que fue Trojan, reformulaciones completas en los Bionic Commando y Strider en NES, pero nada de Black Tiger ni Tiger Road. Hasta los recopilatorios de juegos de CAPCOM en la ‘generación PlayStation 2’ no veríamos estos arcades desplazados… y va y resulta que en el recopilatorio de PlayStation Portable ni siquiera está Tiger Road ¡Toma ya!

Así que esperando haber hecho nuestra parte desde 33bits al homenajear a otro clasicazo de este medio, de aquella gran época de salones recreativos llenos de humo de tabaco y abusones que nos querían quitar los dineros -por suerte éramos listos y los guardábamos en el calcetín-, cerramos el telón hasta la siguiente entrada.