Hay un sector del mercado a medio camino entre los juegos indies y títulos de alto presupuesto que habitualmente no gozan de un ritmo de lanzamientos tan numeroso. Hablamos de esos juegos que en la jerga videojueguil denominamos como «doble A», títulos que sin contar con grandes medios, consiguen resultados generalmente buenos que satisfacen a los jugadores en todos los aspectos. Steel Seed, el juego que nos ocupa hoy, pertenece a ese sector en concreto, el cual ha sido desarrollado por el estudio italiano Storm in a Teacup, quienes hace unos años nos trajeron el interesante Close to the Sun.

En Steel Seed, lo último que recuerda la joven Zoe antes de caer dormida es estar en una mesa de operaciones junto a su padre científico. Cuando se despierta de nuevo, descubre extrañada que está en un lugar que no conoce de nada, tampoco sabe cuál es su misión e incluso siente que su propio cuerpo no es el suyo, ya que ha sido convertida en un androide con partes robóticas. Zoe tendrá que salir de ese lugar y descubrir que es lo que ha pasado durante los últimos mil años que ha estado inconsciente.

A grandes rasgos, Steel Seed es un juego de acción y aventura futurista. Nos encontramos ante un juego de jugabilidad tridimensional que por su propuesta jugable  -y salvando muchísimo las distancias- bien nos podría recordar a títulos como NieR Automata, Stellar Blade o el más reciente South of Midnight, al cual he llegado a encontrarle cierto parecido jugable en determinados aspectos. En términos de mecánicas, Zoe podrá escalar al más puro estilo Uncharted, correr por las paredes, saltar doble e incluso planear, además de ir desbloqueando nuevas habilidades y mecánicas a lo largo de la aventura, por lo que en ese aspecto tenemos pocas quejas.

Como hemos mencionado anteriormente, nos encontramos ante un juego de temática futurista y como tal, nuestros enemigos serán principalmente las «semillas», robots con inteligencia artificial muy desarrollada y autoconscientes que odian a los seres humanos y planean erradicarlos para siempre. En el combate contra estos seres el juego se defiende, a secas y sin florituras, tendremos un botón de ataque débil y fuerte, salto, fijar objetivo y rodar para esquivar ataques, además de algunas acciones más, pero a grandes rasgos con esos botones tendremos lo suficiente para hacer frente a los malos.

Sin embargo es preferible evitar el combate siempre que sea posible, ya que si nos vemos rodeados por más de un enemigo a la vez es muy posible que acabemos muertos irremediablemente. Y es aquí donde entra la mecánica del sigilo, que conforma el núcleo principal del juego y donde explota todo su potencial: como si de un Metal Gear Solid se tratase, tendremos que ir ocultándonos detrás de paredes y objetos para salir del campo de visión de los enemigos, pudiendo además ocultarnos en campos electromagnéticos en los que seremos indetectables mientras estemos agachados para evitar ser vistos.

Para ayudarnos en esta tarea tendremos unos cuantos recursos de los que podremos echar mano. Por ejemplo, podremos ir limpiando las zonas de enemigos si nos colocamos a su espalda sin hacer ruido para hacer una eliminación silenciosa, golpear el suelo para atraerlos hasta nuestra posición y hasta los podremos hackear para que se pongan de nuestra parte. Aunque esta mecánica cuenta con un gran potencial y está muy bien resuelta, no está exenta de fallos, ya que aunque dejemos un reguero de cadáveres a nuestro alrededor el resto de enemigos harán caso omiso y no se pondrán en modo alerta, lo que le quita parte de realismo.

No estaremos solos en nuestra tarea, en nuestro viaje nos acompañará K0by, un pequeño robot volador que cuenta con varios recursos. Pulsando la cruceta hacia arriba tomaremos control de este simpático androide y podremos manejarlo a nuestro gusto volando por los aires para localizar zonas ocultas, recoger coleccionables, marcar a los enemigos o activar interruptores. También podremos echar mano de Koby en combate, quien nos ayudará disparando rayos de energía a nuestros rivales para hacerles daño y bajarles su barra de energía para dejarlos aturdidos. Por supuesto, aquí sufrimos el mismo problema que ocurría con Ellie en el primer The Last of Us, y es que Koby podrá pasearse por ahí libremente y los enemigos no lo verán aunque nos pongamos en sus propias narices, salvo que entremos en modo combate que entonces sí podrán verlo e incluso acabar con él, viéndonos obligados a resucitarle.

Aunque no estamos ante un soulslike, aun así hereda ciertas mecánicas del género como por ejemplo que los enemigos eliminados reaparezcan al curarnos en las estaciones de recarga -que hacen las veces de las famosas hogueras-. Sin embargo, al contrario de lo que suele ser habitual, aquí al morir no perderemos todo el dinero ganado ni una parte del mismo, mantendremos todo lo ganado con nosotros en todo momento aunque muramos mil veces. Posteriormente este dinero recolectado lo podremos invertir en mejorar tanto a Zoe como a Koby con nuevas habilidades que iremos desbloqueando en el árbol correspondiente e incluso con nuevas skins.

Mención especial merece el árbol de habilidades en sí, ya que no tendremos todas las opciones disponibles desde el principio. A lo largo de la aventura se irá actualizando con nuevas perks que conseguir, pero lo que llama la atención y me ha gustado es la forma de activar la posibilidad de comprarlas. Y es que para acceder a estas habilidades tendremos que superar ciertos desafíos relacionados con ellos, por ejemplo destruir a cierta cantidad de enemigos de una manera concreta, utiliza algunos recursos X veces o destruir puntos débiles de los robots, entre muchas otras. Esto lo hace bastante interesante y nos obliga a salir de nuestra zona de confort jugable para probar nuevas mecánicas y maneras de enfrentar cada obstáculo.

A pesar de todo lo comentado hasta ahora, toca hablar de la parte negativa, ya que el juego cuenta con una serie de bugs y problemas que desgraciadamente pueden perjudicar la experiencia. Empezamos con un rendimiento irregular, ofreciendo un framerate que oscila constantemente entre los 60 y los 30 frames por segundo, siendo capaz de caer hasta los 10 en los momentos de mayor carga gráfica. También encontramos algunos fallos puntuales en las colisiones y en los scripts que provocan que a veces no nos agarremos a los salientes o que no podamos girar en las esquinas. Pero quizás el bug más molesto de todos los que he sufrido es uno que provoca que aleatoriamente nos aparezca el mensaje de mando desconectado y no podamos controlar al personaje durante unos segundos, algo que sobre todo en mitad de los combates y saltos desemboca en muerte segura y nos obliga a volver a empezar toda la sección desde el principio. Es cierto que esto último solo me pasó en las primeras horas y no ha vuelto a ocurrir más, pero no está de más avisarlo.

Más allá del rendimiento, respecto al apartado gráfico puede hacerse un poco monótono visualmente con niveles y escenarios en los que predomina el metal y el acero con la misma paleta de colores. En cuanto al sonido, las melodías que nos acompañan son tan discretas que ni siquiera notaremos que están ahí, hasta tal punto que ahora mismo no soy capaz de recordar ningún momento concreto en el que sonase canción alguna. En el tema del idioma, las voces de los personajes estarán en inglés aunque por fortuna contamos con traducción al español que cumple con su función.

En definitiva, Steel Seed es un juego con mucho potencial y bastante completo en su gameplay, pero la optimización que tiene detrás puede hacer que perdamos el interés rápidamente. Confieso que con este juego en concreto es algo que me ha dado bastante rabia, ya que cuando parecía que la cosa empezaba a ir bien y estaba empezando a divertirme, hacía aparición uno de sus problemas para devolverme a la realidad. No vamos a mentir, aun así es un juego entretenido y personalmente me hizo querer seguir jugando, pero sus defectos le acaban pasando factura. Solo el tiempo y el trabajo del equipo responsable dirá si termina siendo un título más interesante.