A estas alturas, la Irem Collection se está consolidando como una iniciativa interesantes para reivindicar el legado de una compañía que, aunque hoy está lejos del protagonismo de antaño, fue clave en la edad dorada del arcade japonés. Todos la recordamos por R-Type, claro, pero Irem fue mucho más que eso, una desarrolladora que en los años 80 y principios de los 90 se atrevió con todo tipo de ideas, algunas más convencionales y otras absolutamente extrañas. En este tercer volumen, ININ Games y Tozai siguen escarbando en ese catálogo menos obvio para traernos tres juegos que, si bien no tienen el mismo renombre que Image Fight o GunForce, representan muy bien esa identidad tan marcada que tenía la Irem de aquella época. Acción, scroll lateral, diseños llamativos y una mezcla muy peculiar de lo épico y lo bizarro. Un recopilatorio que, como los anteriores, se nota hecho con mimo… aunque repite también algunas de sus limitaciones.

El primer juego de este volumen es Mr. Heli, también conocido como Battle Chopper fuera de Japón. Lanzado en 1987, se trata de un shooter con scroll multidireccional donde controlamos a un simpático helicóptero con patas, capaz de volar, caminar y disparar en diferentes direcciones. El planteamiento recuerda por momentos a títulos como Fantasy Zone o Boulder Dash, ya que no solo se trata de eliminar enemigos, sino también de explorar, destruir paredes y recoger cristales con los que comprar mejoras. La curva de dificultad es bastante razonable, el diseño de niveles anima a repetirlos para descubrir rutas y secretos, y el tono general es más desenfadado que en otros matamarcianos de la época. La versión incluida aquí es tanto la arcade original como la de PC Engine, lo cual siempre se agradece para comparar diferencias y ver cómo se adaptaban estos títulos a sistemas domésticos.

El segundo título, Mystic Riders -1992-, es probablemente el más peculiar del recopilatorio. Se trata de un shoot ‘em up horizontal con ambientación de fantasía y estética cartoon, donde dos aprendices de mago -Mark y Zeal- sobrevuelan escenarios en sus escobas mágicas disparando hechizos, invocaciones y boomerangs. La variedad de enemigos y situaciones es bastante curiosa: calabazas voladoras, manos gigantes, esqueletos sobre ruedas y todo tipo de elementos sacados de un carnaval oscuro. Técnicamente es muy vistoso, con scrolls múltiples, efectos de zoom y una banda sonora pegadiza. Además, se puede jugar en cooperativo local, algo que siempre suma en este género. Su dificultad es más elevada que en Mr. Heli, especialmente en las fases finales, pero nunca llega a ser injusto. Es uno de esos juegos que entran por los ojos y que aún hoy sorprenden por su carisma y su rareza.

Por último, Dragon Breed -1989- nos devuelve a un tono más fantástico y épico. Aquí controlamos al príncipe Kayus, que cabalga a lomos de su dragón Bahamoot mientras atraviesa paisajes devastados y combate criaturas demoníacas. A medio camino entre shooter y juego de acción, la gran particularidad está en la mecánica del dragón: su cuerpo es invulnerable y puede usarse como escudo contra los proyectiles enemigos, lo que da pie a una jugabilidad más táctica de lo que parece a primera vista. Podemos modificar el comportamiento de Bahamoot recogiendo orbes de distintos colores, lo que altera tanto su ataque como su tamaño y alcance. Visualmente es uno de los juegos más impresionantes de su tiempo, con un uso muy inteligente del color y un diseño de jefes espectacular. Tal vez no sea tan conocido como otros grandes nombres del género, pero es sin duda el más potente de este recopilatorio y uno de los que mejor han envejecido.

Al igual que en los dos volúmenes anteriores, la colección apuesta por una emulación fiel, acompañada de las mejoras de calidad de vida habituales. Cada juego puede jugarse en su versión japonesa o internacional -en el caso de Mr. Heli, también se incluye la de PC Engine-, y disponemos de funciones como guardado y carga rápida, rebobinado, selector de dificultad, posibilidad de activar invulnerabilidad, ajustes de velocidad y modo training en algunos casos.

A nivel visual, se ofrecen distintos filtros CRT, opciones para ajustar el aspecto de pantalla, marcos personalizables y suavizado de píxeles. También es posible remapear los controles a gusto del jugador, y cada juego cuenta con sus propios rankings online para quienes quieran competir por la mejor puntuación.

Eso sí, como ya pasaba en los volúmenes anteriores, no se incluye ningún tipo de galería de arte, entrevistas, documentación o contexto histórico. Tampoco hay un menú unificado ni extras desbloqueables, algo que se echa especialmente de menos cuando estamos ante un proyecto que claramente apunta a los fans más entusiastas del retro. Entendemos que hay limitaciones de licencias o materiales, pero hubiera sido un valor añadido enorme que otros recopilatorios si se preocupan en incluir.

Irem Collection Volume 3 mantiene la línea de sus predecesores, tanto en lo bueno como en lo mejorable. La selección de juegos es quizá la más variada hasta ahora, y aunque no incluye ningún gran nombre que arrastre por sí solo, los tres títulos tienen personalidad, jugabilidad sólida y bastante atractivo incluso más de 30 años después. Mr. Heli es simpático y accesible, Mystic Riders brilla por su originalidad estética y Dragon Breed se impone como el gran tapado del recopilatorio, con mecánicas interesantes y una puesta en escena muy por encima de la media.

Como colección digital, sigue siendo una propuesta recomendable para fans del género y para quienes quieran descubrir joyas algo olvidadas de una compañía que marcó época. Solo queda desear que los próximos volúmenes sigan esta línea… y que se animen, por fin, a ir más allá con los extras y los materiales de archivo. Porque si algo está demostrando esta saga de recopilatorios, es que Irem merece ser recordada aún en nuestros días.