Pasarán las eras, el ser humano conquistará fronteras fuera de nuestro planeta de origen, tendremos superpoderes mutantes desde el nacimiento… y jamás dejaremos de sentir fascinación por los dinosaurios y otros seres remotos que compartieron espacio con ellos hace centenares de millones de años. Primal Planet usa de manera maravillosa dicho encanto por aquellos animales ancestrales, recreados de una manera fantástica en pixel art 2D, presentados dentro de un… dinovania. Ey, es como su autor lo define. Y lo cierto es que le queda muy bien, esperando que si el juego funciona como sin duda merece, sea mucho más oída.
Primal Planet usa la tan conocida, extendida, quizás hasta saturada a veces, fórmula del metroidvania 2D construido con pixels, para ofrece bastante más, en entornos, gameplay y diseño general.
Y que el juego está petado de dinos y otros animales coetáneos, como el homo neanderthalensis o el alienígenus desgraciadus.
Una vez más, otro videojuego independiente lleno de cariño, trabajo enfermizo y resultados afinados, viene de un único responsable, que firma como Seethingswarm. Aunque hay que reconocer también los dos pares de manos más involucrados, con Abert van Zyl implicado en arte y programación, y Michael Kirby Ward, que no siguió los pasos de su ilustre ancestro en el mundo del cómic, y aquí ha trabajado en la excelente música del juego. Publica la editora Pretty Soon, cuya carta de presentación es el apoyar y aupar a desarrolladores solitarios o equipos pequeños, con juegos como Backpack Hero o Werewolf Apocalypse: Purgatory en su cartera de lanzamientos. Primal Planet sale por ahora solo en PC y es de justicia verlo con el tiempo en más sistemas.
Pues básicamente, estamos en aquel momento de nuestra historia donde convivíamos con los dinosaurios. Pero las cosas no siempre eran pacíficas, ni entre distintos grupos de seres humanos, ni con esos bellos y achuchables animales. La historia de Primal Planet empieza con algo que haría referencia… a la primera palabra de su nombre. No voy a desvelar mucho, más allá de que manejamos a un mal llamado cavernícola -veremos que vive en un poblado al aire libre- en una búsqueda de su familia, dentro de un viaje donde se mezclarán otros grupos humanos rivales, los terribles peligros de la era prehistórica, y encima ya unos aliens muy hostiles para completar el cuadro.
Con la obvia inspiración de esa obra maestra de la animación que han sido las dos temporadas de la serie Primal de Genndy Tartakovsky, nuestro protagonista se encontrará acompañado en prácticamente cada momento del juego de un dinosaurio leal. Un Sinosauropteryx, Sino para los amigos, un pequeño dinosaurio terópodo, al que perdonamos que no le hayan modelado las plumas que cubrían su cuerpo, por su simpatía, eficiencia y el lazo tan bonito que se crea con el protagonista y el jugador. O jugadores, porque ya adelanto aquí que un gran logro de Primal Planet es su cooperativo local manejando a Sino en cualquier momento que a otro jugador se le antoje.
Y a la hora de hablar ya en profundidad sobre el diseño jugable, lo primero que me viene a la mente es la enorme vida que presentan sus muy orgánicos entornos. Plataformas y combate, con algunas habilidades ya de serie, como rebotar en paredes o rodar para esquivar ataques, mientras nos movemos en ‘pantallas’ no ya llenas de contenido, cosas que hacer, salidas, recursos… sino de todo tipo de animales, elementos interactuables, recovecos, pequeños puzles… Puede ser un poco complicado comprenderlo de primeras, aunque el juego tiene una demo ahora en Steam, que como siempre recomiendo más jugarla que leerte esto.
Si aún así seguís haciéndolo, hay que comprender que a esos escenarios interconectados de múltiples formas -nada de que una única salida de paso al escenario adyacente-, se añade la capacidad de crafteo y gestión de recursos y de los puntos de habilidad que iremos ganando incluso sin hacer nada. Sí esto último puede también costar verlo, pero es que Sino es tan leal a nosotros como dotado de acciones propias y lo que el mate y coma, nos dará valiosos puntos de experiencia también.
La primera hora es tanto un viaje conducido, como una pequeña caja de juguetes donde desparramarnos en cada escenario dentro de las posibilidades que tendremos en esos momentos. Salvamos el juego en hogueras, donde también realizamos el crafteo de objetos y utilidades, así como asignamos puntos de habilidad tanto a nuestro barbudo humano, como al mismo Sino el Dino. Es que encima, modificará su aspecto y crecerá cuando invirtamos puntos en sus atributos, para reforzar aún más nuestra conexión con él.
Un punto curioso, que ya vimos aquí hace poquito en otro metroidvania, Gal Guardians: Servants of the Dark, es que obtener algunas habilidades como el doble salto, no dependen de superar hitos en la historia. En Primal Planet usamos esos puntos de habilidad sacados de acumular puntos de experiencia de formas muy diversas, para hacernos más fuertes, ágiles, rápidos, o mejorar nuestras capacidades de almacenaje y construcción de objetos.
Y sin contar mucho, la parte de gestión se extiende nada menos que a restaurar y hasta mover un poblado entero. Algunos ‘bloqueos’ a la hora de expandir la exploración se resuelven simplemente con esa sencilla gestión que se produce de forma muy natural, adquiriendo recursos, encontrando a compañeros perdidos, o mejorando las especialidades de cada cabaña.
Es fantástico como Primal Planet pone a buena altura la diversión y posibilidades de su planteamiento jugable, como las bonitas sensaciones visuales y sentimentales nos deja con su narrativa sin diálogos y potentes escenas, aunque tenemos textos en español afortunadamente. Pero es que además, volviendo a lo dicho antes, ese concepto de ‘vida’ en los escenarios no dejaremos de verlo continuamente, sean cantidades ingentes de pequeños insectos, peces y criaturas, a momentos donde grandes bestias interactúan entre sí fuera de nuestro control, o la fuerza y expresividad que transmiten los animales, fuera de ser simples elementos secundarios o NPCs simpáticos. Y todo ello salpimentado siempre con la compañía y movimientos casi continuos de Sino, que también queda lejos de ser un simple adorno a nuestro lado.
El gameplay tras «quitarnos las ruedecitas» es tan abierto que perfectamente podemos no tener siempre claro qué hacer, que encontrar, donde hacerlo y como. Pero eso añade también mordiente. Cada «pantalla», y el concepto queda que ni pintado, ofrece la posibilidad de desbloquear un mapa, si lo encontramos y prendemos un brasero con nuestra lanza usada como antorcha. Mientras tanto, el mapa que tendremos de cada zona será lo que nosotros hayamos pisado, nadado o escalado. Encima, es que tenemos uso horario y el cambiar de pantalla o usar una hoguera cambia también el momento del día, modificando no solo lo visual sino los hábitos de muchos animales.
Oh, por supuesto, como buen metroidvania, habría puntos de teletransporte para facilitar los viajes o puertas cerradas por llaves, pero ahí ya os toca profundizar en Primal Planet.
Lo más que ya podemos hacer aquí es elogiar su muy excelente control, que hace que la exploración y el combate funcionen muy bien, porque el trabajado pixel art lo lleváis viendo a la par que leéis, y las melodías cambiantes y adaptables tocará experimentarlas cada uno. Y no me perdonaría no mencionar la excelente variedad de dinosaurios y otros seres como los temibles dunkleosteus acuáticos.Lo dicho, hay demo en Steam, ¡probadla!
Primal Planet ha sido una muy agradable sorpresa, tan divertida como llena de posibilidades. Y que me va a hacer ver muchos juegos 2D como «vacíos» cuando me falte en ellos el movimiento y esa vida que tanto abundan aquí.