Call of Duty: Black Ops 7 llega al mercado con la promesa de conseguir revitalizar la saga un año más, pero ha acabado por convertirse en uno de los títulos más polémicos de la franquicia. Ambientado en el año 2035, el juego recupera a David Mason y lo coloca al frente de un equipo JSOC que debe enfrentarse a una nueva amenaza global, con la sombra del regreso de Raúl Menéndez y la aparición de una corporación tecnológica llamada The Guild. La premisa parecía ideal para retomar el tono conspirativo y oscuro que caracteriza a la serie Black Ops, pero la ejecución de la campaña es claramente mejorable: se percibe como un modo secundario, breve y poco inspirado, con misiones que parecen recicladas de otros apartados y que no logran enganchar con una narrativa potente. La campaña es más un trámite que una experiencia memorable y su presencia parece responder a la necesidad de justificar la existencia de un producto presentado como un paquete completo, más que a un verdadero esfuerzo creativo.

Esta campaña, además, introduce un enfoque cooperativo que diluye la narrativa. Los momentos dramáticos pierden fuerza al estar diseñados para varios jugadores en lugar de centrarse en un protagonista. Las misiones se apoyan en escenarios reciclados de Warzone y multijugador, lo que refierza la sensación de estar jugando a un modo secundario. La inteligencia artificial enemiga intenta variar sus patrones, pero en la práctica se repite demasiado, lo que resta emoción. Incluso los momentos de mayor espectacularidad se perciben forzados y la historia se diluye en un mar de clichés futuristas que no logran enganchar. El resultado es una campaña breve, funcional para desbloquear contenido, pero incapaz de dejar huella.

El multijugador por otra parte sigue siendo el núcleo de la experiencia y el apartado con diferencia más trabajado. El gunplay continua siendo extremadamente preciso y satisfactorio, con un tiempo de eliminación especialmente ajustado para mantiene la intensidad característica de Call of Duty. Los mapas ofrecen variedad, desde espacios cerrados que favorecen el combate cuerpo a cuerpo hasta escenarios abiertos con largas líneas de visión para francotiradores. Sin embargo, el diseño tiende a repetir fórmulas conocidas y pocas veces sorprende con mecánicas nuevas. La progresión compartida entre modos facilita la sensación de avance constante, pero también homogeneiza demasiado la experiencia. El balance de armas también es debatible: algunas armas futuristas resultan dominantes en el meta, mientras que otras parecen relegadas a un papel anecdótico.

Los mapas multijugador cumplen con su función. Ninguno alcanza el estatus de mapa icónico que pueda ser recordado como parte de la historia de la saga, y algunos de los mejores mapas de esta entrega no dejan de ser reimaginaciones y revisiones de mapas clásicos sacados directamente de Black Ops 2 entre otros, pero son cumplidores y mantienen en general un nivel notable, sin altibajos.

En cuanto a modos de juego, el multijugador incluye los clásicos duelo por equipos, dominación, punto caliente o buscar y destruir, pero también introduce el nuevo modo Overload, que combina mecanicas de capturar la bandera y Uplink, con dos equipos de seis jugadores luchando por tomar el control de un objeto para conseguir transportarlo hasta las zonas designadas del mapa. El regreso del matchmaking tradicional, permitiendo permanecer en las salas tras cada partida y ofreciendo la posibilidad de eliminar los emparejamientos basados en SBMM, ha sido una de las novedades más celebradas por la comunidad

El multijugador, en definitiva, es muy solido, refinando todas las mecánicas tradicionales de Call of Duty y ajustandolas para hacerlas funcionar como un reloj, pero también peca de ser muy conservador. Apenas hay novedades de peso y hasta la mayor movilidad que en teoría se nos iba a permitir en esta entrega al permitir mayores saltos, deslizamientos y desplazamientos por paredes se queda muy limitada en la práctica, aunque sea algo importante de cara al meta.

El modo Zombies por otra parte es, sin duda, el espacio donde el juego se atreve a ser más creativo. Los mapas son complejos, llenos de secretos y rutas alternativas. La cooperación es esencial, y los enigmas ocultos añaden una capa de rejugabilidad que mantiene a los jugadores enganchados. Aquí la inteligencia artificial funciona mejor, con enemigos que varían su comportamiento y obligan a los equipos a adaptarse. Zombies conserva la esencia caótica y experimental que ha hecho de este modo un fenómeno dentro de la saga y para muchos jugadores será uno de los grandes motivos para comprar Black Ops 7.

En el apartado técnico, el juego luce bien en consolas de nueva generación, con escenarios detallados y un rendimiento estable. El sonido, en cambio, nos ha parecido que carece de la contundencia de entregas anteriores: los disparos y explosiones no transmiten la misma fuerza y la mezcla de audio no acaba de estar bien balanceada, lo cual afecta a nuestra capacidad de detección de enemigos en el multijugador. Se trata, en todo caso, de pequeños problemas solventables con futuras actualizaciones.

Nos hemos quedado con sensaciones encontradas después de dedicarle bastantes horas a este Call of Duty. Los modos multijugador y Zombies siguen siendo pura diversión, con contenido y gasolina suficiente como para garantizar centenares de horas a los mandos, pero es innegable que la saga ha perdido frescura y que Black Ops 7 es un ejemplo claro de cómo la franquicia se ha convertido en un producto rutinario más que en un gran evento anual. No hay mejor demostración de esto que un modo campaña de una calidad muy discutible y que consigue empeorar el sabor de boca final.

Call of Duty: Black Ops 7 es, en definitiva, una entrega que cumple en lo básico pero que no consigue ser memorable y que en algún punto llega a ser incluso decepcionante. La campaña carece de fuerza, el multijugador es sólido pero poco innovador, y Zombies se erige como el verdadero salvavidas de un título que parece ser una señal importante de una crisis de identidad en la saga y de la caducidad de su modelo actual. Esta entrega todavía alberga horas de entretenimiento, pero la franquicia necesita reinventarse si no quiere perder su lugar en la cima del género. La saga ha demostrado en el pasado que es capaz de resurgir y no nos cabe duda de que el futuro de Call of Duty pasa por recuperar su capacidad para arriesgar y para ofrecer experiencias que vuelvan a sorprender.