En 2019, Call of Duty vivía momentos delicados. La saga que otrora se había convertido en sinónimo de juego de disparos multijugador en primera persona, marcando a toda una generación y convirtiéndose en un auténtico icono de la cultura popular, afrontaba su propia travesía por el desierto. La eclosión del battle royale como fenómeno de masas y su propia decadencia en forma de mediocres entregas que eran incapaces de aportar nada y que caían cada vez más en ambientaciones y mecánicas disparatadas y pasadas de vueltas, pronosticaban la irremediable caída del titan.
Sin embargo, una vez más, apareció la renacida Infinity Ward para insuflar nuevo aire a la franquicia apostando por un reboot que permitiera regresar a la entrega que once años lo había cambiado todo: Modern Warfare. El resto de la historia es bien conocido, Modern Warfare apostó por un cambio jugable que conllevó un estilo de juego ligeramente más táctico y mucho más pausado, también por una campaña que, sin renunciar a la espectacularidad, resultaba más sobria en su retorno a la ambientación actual y que nos dejaba estampas memorables como la misión de asalto nocturno, recreando la caza de Bin Laden en Abbottabad por parte de las fuerzas especiales norteamericanas. Tras esto vino la incursión en el terreno del Battle Royale de la mano de Warzone y con él llegó la locura y el regreso triunfal de Call of Duty a su puesto en el trono.
Ahora, tras un par de entregas de transición a cargo de Treyarch y de Sledgehammer, tenemos de vuelta a Infinity Ward con la secuela de Modern Warfare, con la que no han querido ni han necesitado reinventar la rueda. Si Cold War y Vanguard apostaban por el regreso a la vertiente más arcade de la saga, con este Modern Warfare II volvemos al estilo más táctico y pausado de su precuela. El gunplay resulta más complejo, con más variables en cuenta a la hora de apretar el gatillo, por lo que se acabó eso de disparar una pequeña rafaga con nuestro rifle que liquide a nuestro enemigo nada más verlo, con independencia del lugar en el que se encuentre o el punto en el que acierten nuestros disparos. Aquí, al contrario que en Vanguard o en Cold War, los enfrentamientos no necesariamente los suele ganar el primero que vea al enemigo y dispare, pues si, por ejemplo, no estamos a una distancia idónea para el arma que llevamos no haremos ni cosquillas a nuestro rival. Disponer de un «time to kill» tan adaptable al contexto es muy satisfactorio y permite que se dé una gran variedad de situaciones en cada partida.
También es cierto que otros aspectos, como el sonido realizado por las pisadas de nuestros enemigos e incluso la precisión requerida por el gunplay a la hora de apuntar, se han suavizado con respecto al Modern Warfare de 2019, de forma que se abra una ventana para que se pueda seguir jugando utilizando el estilo «correr y disparar» más clásico. No es lo ideal, la aproximación cautelosa y táctica sigue primando, pero la posibilidad está ahí y en ciertos modos de juego, como Dominio o Punto Caliente, las partidas se convierten en una locura que poco tiene que envidiar a algunos de los Call of Duty más desenfrenados.
A este gran ejercicio de balance que permite diversas vías contribuye el diseño de los mapas. Los diez niveles presentes en Modern Warfare son lo suficientemente variados y están tan bien diseñados que cada uno se adapta a un estilo distinto, sin olvidarse de ofrecer opciones que compensen y hagan viable el uso de otras aproximaciones. Quizá sea una lista de mapas reducida para lo que solía ser habitual en Call of Duty, pero son tan buenos que la repetición no pesa con el avance de las horas y la oferta se ampliará en futuras actualizaciones.
Mención especial merece también el nuevo modo Invasión/Batalla Terrestre, que ofrece un moderado acercamiento a la fórmula Battlefield planteando enfrentamientos de 32vs32 en amplios mapas con presencia de vehículos. No es la panacea, pero, después de años y de varios intentos infructuosos, por fin se puede decir que Call of Duty ha conseguido plantear un modo multijugador masivo más que decente dentro de su estilo tradicional.
Por desgracia no todo son alabanzas dentro de la propuesta multijugador, también es necesario comentar la ausencia inexplicable de diversas características tan fundamentales como el panel de estadísticas o la caótica interfaz, que convierte en un suplicio la navegación por los menús. Son detalles menores que se podrán ir puliendo con parches, pero que empañan un resultado que, por otra parte, es simplemente excelente.
También resultará polémica la gestión de la progresión. Las armas ya no subirán niveles de forma individual, ahora habrá líneas de agrupaciones de armas de características similares y el progreso en esta línea nos permitirá ir desbloqueando nuevas armas de la misma familia y accesorios para el conjunto, de forma que al final de la línea, cuando alcancemos el nivel máximo, habremos obtenido todas las armas de esa familia y todos los accesorios de cada una de ellas, que en muchos casos serán utilizables en varias armas de la misma familia.
La otra gran porción de cualquier Call of Duty que se precie la ocupa la campaña. Modern Warfare II continua la historia del anterior Modern Warfare y a lo largo de sus 17 niveles se hace un extenso recorrido por todas las mecánicas que han utilizado las campañas de los Call of Duty desde que el mundo es mundo. Esto garantiza la variedad, pero en esa búsqueda de la sobriedad se ha dejado un poco de lado el espíritu palomitero de anteriores campañas. Sí, la campaña de Modern Warfare II es divertida, pero no consigue dejarnos escenas memorables y eso es un problema para una saga que cuenta con tantos y tantos momentos grabados en la retina de los jugadores. Lo es, además, cuando esta especie de «Greatest Hits» que supone la campaña acaba deteniéndose demasiado tiempo en algunas piezas ya demasiado escuchadas a las que se intenta dar una nueva vuelta de tuerca sin demasiada fortuna.
Técnicamente, sin ser un portento, se nota una buena evolución con respecto a Modern Warfare. El juego, como no podía ser de otra manera, funciona perfectamente fluido a 60fps -120 en dispositivos compatibles- y a 4K, ofreciendo algunas estampas totalmente fotorrealistas, pese al lastre de la intergeneracionalidad. Se mantiene y se mejora, eso sí, la integración con las funcionalidades del DualSense, con los gatillos hápticos ofreciendo una resistencia totalmente diferenciada en función del tipo de arma que llevemos.
Modern Warfare II, en definitiva, es una secuela continuista, pero que mejora y expande lo que ya era sobresaliente. Quizá la campaña haya sido una pequeña decepción después del gran nivel de la anterior, pero su modo multijugador es un auténtico parque de atracciones capaz de ofrecer diversión durante centenares de horas. El próximo 15 de noviembre, además, llegará la temporada 1 con nuevos contenidos y la nueva versión de Warzone, que previsiblemente resurgirá con fuerza tras el pequeño varapalo que supuso Caldera.
Este análisis ha sido realizado en PlayStation 5 mediante una copia cedida por Hill+Knowlton Strategies