Dead Take es una experiencia de terror psicológico que se atreve a mirar de frente a una de las caras más oscuras de la industria del entretenimiento: la obsesión por la fama, el poder y el precio que se paga por alcanzar el estrellato. Desarrollado por Surgent Studios, el mismo equipo detrás de Tales of Kenzera: ZAU, este título abandona el género metroidvania para sumergirnos en una narrativa inquietante ambientada en una mansión de Hollywood, en la que el glamour se ha convertido en pesadilla. En el papel de Chase Lowry, un actor en busca de su amigo desaparecido Vinny Monroe, nos adentramos en un escenario que parece sacado de una película de David Lynch, en el que cada rincón oculta secretos y cada objeto cuenta una historia de ambición, manipulación y decadencia.
La mansión en la que se desarrolla la acción es un personaje en sí misma. Vacía, opulenta y cargada de simbolismo, sus pasillos y habitaciones están diseñados para generar una constante sensación de inquietud. No hay enemigos visibles ni amenazas directas, pero Dead Take logra que nos sintamos observados, vulnerables, atrapados en una atmósfera que mezcla lo real con lo onírico. A través de documentos, mensajes de voz y vídeos de audiciones, vamos reconstruyendo la historia de Duke Cain, un productor todopoderoso cuya influencia puede impulsar o destruir carreras con un simple gesto. La narrativa se despliega lentamente, sin prisas ni concesiones, confiando en la curiosidad del jugador para descubrir los detalles ocultos y conectar los puntos. Es un juego que exige atención, reflexión y una disposición a dejarse llevar por lo extraño.
La jugabilidad de Dead Take gira en torno a la exploración y la resolución de puzles estilo escape room. No hay combate ni acción frenética, sino una sucesión de desafíos lógicos que nos obligan a recorrer la mansión, recolectar objetos y desbloquear nuevas áreas. Algunos puzles son más creativos, como la recreación de escenas de películas, mientras que otros resultan más convencionales, apostando por la búsqueda de códigos ocultos en documentos o en el escenario. Aunque el sistema funciona y permite avanzar en la historia, no ofrece grandes sorpresas ni variaciones durante el desarrollo.
La dirección artística de Dead Take es sobresaliente, con una estética realista que se permite momentos de surrealismo impactante. Las texturas, la iluminación y los detalles del entorno están cuidadosamente diseñados para reforzar el tono inquietante del juego. Además, la inclusión de vídeos de acción real con actores reconocidos como Neil Newbon, Ben Starr, Jane Perry y cameos de figuras como Laura Bailey y Matthew Mercer aporta una capa de autenticidad y dramatismo que eleva la narrativa. Estos fragmentos audiovisuales no solo enriquecen la historia, sino que refuerzan el mensaje central del juego: la industria del espectáculo es una máquina que devora almas, una fábrica de sueños que esconde pesadillas.
La música y el diseño sonoro también juegan un papel crucial en la construcción del terror. No hay una banda sonora constante, sino una serie de sonidos ambientales, silencios tensos y efectos que aparecen en momentos clave para generar sobresaltos o aumentar la ansiedad. El juego no abusa de los jumpscares, aunque los utiliza ocasionalmente con eficacia. En lugar de eso, apuesta por una incomodidad sostenida, una sensación de que algo no está bien, de que la realidad se está desmoronando poco a poco. Esta aproximación al horror psicológico es mucho más efectiva que los sustos fáciles, y demuestra una comprensión profunda de los mecanismos emocionales del género.
Narrativamente, Dead Take es una crítica feroz a la cultura de la fama y al sistema que la sostiene. A través de la historia de Chase y su búsqueda de Vinny, el juego nos muestra cómo la ambición puede convertirse en obsesión, cómo los sueños pueden deformarse hasta volverse pesadillas. Duke Cain, el productor todopoderoso, representa ese poder absoluto que corrompe, que manipula, que destruye. Pero también hay una dimensión más íntima en la historia: la inseguridad del protagonista, sus dudas, sus miedos. El juego no solo habla de Hollywood, sino de la fragilidad humana ante el deseo de reconocimiento. Es una historia que, aunque ambientada en un mundo ajeno para muchos, resulta universal en sus emociones.
A nivel técnico, el juego se comporta de forma sólida en PC. No hay problemas de rendimiento significativos, y los controles, aunque simples, responden bien. La interfaz es limpia y funcional, sin elementos innecesarios que distraigan de la experiencia. El diseño de niveles está bien logrado, con una progresión lógica que guía al jugador sin necesidad de marcadores evidentes. Es un juego que confía en la inteligencia del jugador, que lo trata como un investigador más que como un espectador pasivo. Esta confianza se agradece, especialmente en un género que a menudo cae en la sobreexplicación.
En resumen, Dead Take es una obra que brilla por su atmósfera, su narrativa y su capacidad para generar inquietud sin recurrir a fórmulas gastadas. Aunque su jugabilidad puede resultar limitada en ocasiones y no ofrece grandes sorpresas, el conjunto funciona gracias a una dirección artística cuidada, un elenco de actores talentosos y una historia que se atreve a explorar los rincones más oscuros del alma humana y de la industria del entretenimiento. No es un juego para todos los gustos, pero para quienes valoran el terror psicológico, la exploración narrativa y las experiencias que invitan a la reflexión, Dead Take es una propuesta valiente y memorable. Es un viaje al corazón de una mansión vacía, donde cada puerta esconde una verdad incómoda y cada sombra nos recuerda que, a veces, el verdadero horror no está en los monstruos, sino en nosotros mismos.