De un tiempo a esta parte, las fronteras chinas se han ido abriendo progresivamente de cara a exportar talento alrededor del globo. Sin embargo, más allá de ser una de las principales fuerzas de subcontratación para el mercado triple A para dar apoyo a estos juegos que requieren más mano de obra, la capacidad china de dar productos de calidad en el mercado del videojuego siempre ha estado cuestionada. Pero de un tiempo a esta parte, mayormente gracias a la proliferación mundial del mercado independiente, hemos ido viendo presentación tras presentación de juegos chinos altamente prometedores, ya sea por su apartado técnico o por su propuesta. Un poco en ambas partes se encuentra nuestro sujeto de análisis de hoy, Eastward, desarrollado por Pixpil y distribuido por Chucklefish, y he de decir, que si esto es una muestra de lo que puede hacer la industria china… se vienen buenos tiempos para el videojuego.
Eastward es un juego que desde el minuto uno os va a llamar la atención, y es que tiene un estilo pixel art elaboradísimo y francamente bonito. Las animaciones de los personajes, las expresiones faciales, el movimiento de los escenarios… es todo de un nivel altísimo, y consigue como pocos juegos hacen que entre por los ojos en cada habitación del juego. Y eso sin mencionar que el diseño general tiene un carisma tremendo, que mezcla unos personajes super identificables -incluidos los más secundarios- con un uso fantástico de la paleta de colores. Es sencillamente una pasada lo bonito que es este Eastward en cada instancia.
Una vez asimilada la belleza de base de este juego, nos encontramos con que Eastward es un juego de vista isométrica al más puro estilo de la saga Zelda en sus entregas bidimensionales, y esta comparación no es baladí, y es que ésta saga, junto a los RPG de la saga Mother/Earthbound, son la principal base jugable. Desde un sistema de combate y de diseño de mazmorras claramente inspirado en la saga de Link y compañía, con sus cofres, sus mejoras de vida a base de coleccionables, sus llaves de jefe y sus puzles, hasta el sentido del humor, la ambientación usando elementos contemporáneos, y los numerosos elementos JRPG de la saga Mother, la inspiración es más que evidente, y utiliza todos estos elementos de una forma fantástica.
Y ahora. ¿De qué va exactamente Eastward? Bueno, en Eastward manejaremos a dos personajes, John, un minero mudo que empuña una sartén tanto para preparar el desayuno como para despejar la mina de monstruos, y a Sam, una niña huérfana que fue acogida por John que oculta más de lo que ella misma sabe. Ambos viven en un pequeño pueblo subterráneo, construido a base de restos de nuestra civilización, tales como caravanas, autobuses, o cualquier trozo de metal que sirva como estructura, y es que hace muchísimos años, la superficie fue arrasada por un cataclismo y la humanidad debe ocultarse bajo tierra para poder sobrevivir… o eso dice el alcalde del pueblo, y es que Sam es una niña de armas tomar, y ella asegura que antes de ser acogida por John recuerda haber visto un cielo azul y un campo verde, azul arriba y verde abajo, una estampa claramente desconocida para nuestros vecinos, y es esta actitud la que hace que Sam sea tratada por varios de estos adultos como un bicho raro, que ni siquiera va al colegio, y solo se reúne con otros niños a la hora de jugar a un videojuego en la consola colocada en la puerta de la tienda de ultramarinos. Como podéis esperar, tras una serie de azarosos eventos, John y Sam deberán vagar por la superficie del mundo para así descubrir que es lo que ha pasado realmente con la raza humana, y de paso, tratar de encontrarse a sí mismos. En general el ritmo de la aventura es fantástico. Si bien el inicio es un pelín pesado con quizá demasiado diálogo antes de darnos los mandos para poder explorar el pueblo inicial y tratar de familiarizarnos con el juego en sí, cuando el juego arranca, arranca, y es un no parar de situaciones extrañas, entrañables, y claramente diseñadas por un estudio que sabe muy bien lo que quiere hacer, y que desde luego lo consigue con creces.
Uno de esos numerosos detalles que pueblan este magnífico juego está relacionado con algo ya mencionado. Cuando digo que Sam se reúne con sus amigos para jugar a un videojuego… Es literal, y es que dentro de Eastward, tenemos un pequeño JRPG plenamente jugable, Earth Born, que básicamente es una mezcla entre Dragon Quest -su protagonista parece sacado directamente de Dragon Quest 3– y mecánicas locas de Earthbound. Al principio parece que es un simple minijuego más, pero es prácticamente un juego en sí mismo, mezclando JRPG con Roguelite, y es francamente sorprendente el mimo que se le ha puesto a Eastward al nivel de incluir algo tan sumamente elaborado a pesar de que no tenga un impacto jugable mucho más allá.
En definitiva, Eastward es uno de los grandes juegos de lo que va de año, y eso no es moco de pavo. Pero es que entre lo bello de su presentación, la variedad de escenarios y situaciones, la capacidad de soprender al jugador con una fórmula tan bien establecida, y una sensación global de producto mimadísimo por sus creadores, ponen a este Eastward por encima de muchísimos juegos y como una obra prácticamente imprescindible para todos aquellos a los que les guste aunque sea de refilón disfrutar una buena aventura. La única pena es que no llegue en nuestro idioma porque es un juego que debería poder jugar más gente y no todo el mundo querrá meterse un juego de 30/40 horas en inglés. Pero bueno, lo dicho, anotaos Eastward como uno de esos juegos imprescindibles de 2021, y como el pistoletazo de salida para la industria china tomando occidente. Hay ganas ya de ver como salen esos juegos de Sun Wukong y demás porque si éste es una representación del talento que viene, es una muestra fantástica.
Este análisis ha sido realizado en Nintendo Switch mediante una copia cedida por Honest PR