Eriksholm: The Stolen Dream es el primer título de la desarrolladora River End Games, y lo cierto es que han comenzado su andadura indie con mucha personalidad. Se trata de un juego claramente centrado en la narrativa, pero lo primero que llama la atención es su imponente acabado artístico. Si alguien sigue creyendo que un juego isométrico no puede ser bonito o detallado, basta con invitarle a recorrer la ciudad de Eriksholm, con sus minas, calles, puertas y edificios. Todo en ella respira carácter, y es uno de los grandes pilares sobre los que se construye esta aventura.
Eriksholm: The Stolen Dream es una aventura con perspectiva isométrica que combina mecánicas de sigilo con algunos puzles puntuales, pero cuya verdadera fuerza reside en la historia y la ambientación. La narrativa tiene tanto peso que, en más de una ocasión, deja la jugabilidad en un segundo plano. Por eso, conviene advertir que no estamos ante un juego para quienes prioricen la acción o la libertad mecánica por encima del relato.
El sigilo es la mecánica central en Eriksholm: The Stolen Dream, y dominarlo será clave para avanzar. Las sombras, los obstáculos altos y los ruidos del entorno se convierten en nuestros mejores aliados para permanecer ocultos. Aunque contamos con algunas herramientas útiles, son escasas: lo fundamental es moverse con calma, buscar el mejor ángulo y, en muchas ocasiones, tener paciencia hasta que los enemigos sigan su ruta. Es un juego de ritmo pausado, que premia la observación y la planificación por encima de la acción directa.
Los enemigos de Eriksholm siguen rutinas sencillas y previsibles. Aunque reaccionan bien al sonido y al movimiento gracias a una IA funcional, rara vez suponen un verdadero desafío. Aparte de usar focos de luz en momentos concretos, pocas veces sorprenden al jugador, y la falta de variedad en sus comportamientos acaba volviéndose repetitiva. El juego apuesta por el realismo al enfrentarnos solo a humanos, lo cual es una decisión comprensible, pero que exige más creatividad para hacerlos interesantes. Por desgracia, las habilidades de los personajes jugables tampoco ayudan a romper esa monotonía a largo plazo.
A lo largo de la historia controlaremos a varios personajes, aunque la protagonista principal es Hanna, una joven cuya habilidad distintiva es una cerbatana con la que puede dormir a los enemigos. Cada personaje cuenta con una única mecánica específica, lo que acaba resultando algo limitado. Aunque estas habilidades tienen potencial, se echa en falta una mayor variedad o evolución jugable que permita profundizar en sus posibilidades.
Aunque las habilidades individuales son escasas, el hecho de alternar entre varios personajes permite introducir cierta variedad. Además de la cerbatana de Hanna, podremos lanzar piedras para distraer a los enemigos o acercarnos por la espalda para dejarlos inconscientes. El juego gana profundidad cuando empezamos a combinar estas acciones de forma estratégica, pero esa sinergia no llega hasta bien avanzada la partida, lo que puede hacer que el tramo inicial se sienta algo repetitivo.
La historia es el motor principal de Eriksholm: The Stolen Dream. Todo comienza con la desaparición del hermano de Hanna, lo que nos obliga a huir de la policía y adentrarnos en los secretos de una ciudad cada vez más opresiva. El planteamiento es intrigante y está narrado con solidez, lo que consigue atrapar desde los primeros compases. A pesar de tratarse de una producción independiente, las cinemáticas destacan por su calidad y puesta en escena, y el doblaje en inglés -muy bien interpretado- contribuye a reforzar la inmersión.
La ambientación de Eriksholm es uno de sus mayores logros, y eleva la historia gracias a una dirección artística muy cuidada. Desde su anuncio ya llamaba la atención la estética de esta ciudad industrializada, con fábricas, minas y barrios obreros que transmiten un tono lúgubre y opresivo. Cada escenario está diseñado con mimo, y no solo destaca por lo visual: los documentos que encontramos durante la partida nos ayudan a entender cómo funciona esta sociedad y cuál es el papel de sus habitantes. Tal vez habría agradecido visitar zonas con un poco más de vida o movimiento, aunque es posible que eso hubiera roto el tono sombrío que define al conjunto.
A pesar de que los puzles no son abundantes, su inclusión aporta una variedad necesaria dentro de la jugabilidad, que de otro modo podría volverse monótona. Estos acertijos están diseñados con cuidado, especialmente en zonas clave como la mina, donde desbloquear rutas alternativas o resolver eventos concretos nos obliga a pensar y planificar. Esta mezcla ayuda a romper la dinámica principal de sigilo y a ofrecer momentos de cambio de ritmo, algo siempre bienvenido en una aventura pausada.
Sin embargo, me habría gustado que los puzles exigieran un poco más al jugador, con mayor complejidad o que penalizaran más los errores, para añadir un desafío extra que aumentara la tensión y la satisfacción al superarlos. Aun así, la moderación en su número también es un acierto, pues evita que el juego se convierta en una sucesión de acertijos que podrían entorpecer el ritmo narrativo.
En conclusión, Eriksholm: The Stolen Dream tiene un público objetivo bastante claro: aquellos que buscan una buena historia sin que la jugabilidad interfiera demasiado. Jugablemente es sólido, pero arriesga poco y puede resultar repetitivo para algunos. Por otro lado, la historia cumple con creces, aunque es en el mundo, el trasfondo, la ciudad y todo lo que rodea a esa historia donde este título realmente brilla. Si lo que os apetece es una aventura guiada donde la ambientación es un personaje más, no os decepcionará.