No hay nada mejor en esta vida que un viaje en solitario para encontrarse a sí mismo. Eso dicen, yo nunca he viajado en solitario y no creo que lo haga en un futuro próximo. Pero los videojuegos nos pueden sacar de más de un apuro. En este caso FAR: Lone Sails nos servirá como un viaje simulado, donde si nos sumergimos lo suficiente podremos vivirlo en nuestras propias carnes.
¿Pero qué es FAR: Lone Sails? Pues aquellos que hayáis jugado The Final Station, un título de 2016 con un planteamiento muy parecido a FAR, es similar, pero con unas mecánicas suficientemente diferenciadas. Quizá haga comparaciones entre ambos títulos, pues se prestan a ello. Pero empecemos con el protagonista, FAR, una propuesta en dos dimensiones donde tenemos que pilotar una especie de vehículo de vapor con ruedas, al que más adelante también le añadiremos un socorrido velamen. A primera vista puede parecer sencillo, pero en nuestro camino encontraremos decenas de obstáculos en forma de muros, grúas, puentes y otras muchas dificultades que convertirán al paseo en juego.
En cuanto a la historia no hay mucho de lo que hablar. Somos probablemente la última persona en esta parte del mundo y empezamos un viaje para llegar a la costa. Usamos un vehículo que nos dejó nuestro padre (o que construimos basándonos en los diseños que dejó, no está del todo claro) y lo vamos mejorando por el camino. La historia se desarrolla en base a imágenes, fotos, lugares y más elementos visuales, nunca con letras ni texto. Lo único que debéis saber sobre la historia es la soledad absoluta a la que se tiene que enfrentar nuestro protagonista. Unos pocos pájaros son las únicas criaturas que mitigan esa percepción de desamparo, esa melancolía solitaria. El sonido de la maquinaria nos acompañará durante toda la aventura, y pronto nos acostumbraremos a su rechinar.
Pero hace falta más que esto para forjar un videojuego (o no, tampoco voy a entrar en eso). En The Last Station la mecánica principal era disparar y parar en las estaciones. En FAR la mecánica de disparos no existe, pues no hay enemigos, aunque tampoco amigos. Al comienzo no tenemos mucho que hacer en nuestro vehículo, solamente avanzar y parar cuando haya algo que nos impida seguir. En efecto, disponemos de un freno que funciona estupendamente. La necesidad de frenar rápidamente se acentúa cuando tienes la vela en funcionamiento, pues golpearla puede suponer un grave problema.
Nuestro vehículo se avería, prácticamente todas sus secciones pueden prenderse fuego y quedar inutilizadas. Por suerte tenemos una manguera para apagar todo aquello que esté en llamas, además de un soldador que servirá para reparar toda sección averiada. También podremos mejorar nuestras ruedas y añadir un aspirador que evitará que tengamos que frenar cada tanto. Para hacer funcionar todos y cada uno de los aparatos tenemos que ser rápidos y concisos. Obviamente siempre podemos parar, arreglar las cosas y luego reanudar nuestro camino, pero lo verdaderamente interesante es realizar todas las tareas sin detener el vehículo. De hecho hay un logro para completar el juego en menos de noventa y nueve minutos, algo que al jugarlo por primera vez parece imposible.
Pero el juego es algo más que una simple sucesión de puzzles, el autor ha intentado ir más allá, mostrar la soledad del individuo y hasta dónde estamos dispuestos a llegar por evitar esa soledad. O hasta dónde llegaremos por aceptarla. En este aspecto es un título con una finalidad distinta a la de The Last Station, donde viajamos en busca de una solución. En FAR el continente está abandonado, no queda nada por salvar. Es nuestra decisión aceptar esa soledad o buscar nuevos horizontes. FAR es un ejemplo perfecto de la soledad y de como puede afectar (o no) al jugador.
En los escenarios podemos observar gran parte de esa ominosa soledad. No solo los lagos, campos y demás parajes naturales, también todos los pueblos deshabitados, megaestructuras abandonadas… tan diferentes entre sí pero con un denominador común, una desolación apabullante. Sin embargo, para que la desesperanza no nos domine podemos ver unos pájaros de vez en cuando. Y creedme cuando os digo que cualquier tipo de bestia es bienvenida en una situación desesperada. En The Last Station esta soledad no eran tan marcada, visitamos pueblos y hablamos con gente.
Visualmente es un título sencillo que intenta crear una ambientación verosímil antes que espectacular, y usa tonos oscuros y sepia para acentuar la sensación de soledad que he mencionado antes. Tanto el diseño del vehículo como sus transformaciones son de primera categoría tanto funcional como visualmente.Si hay un vehículo con la importancia que tiene este, valoro la credibilidad en sus diseños, y FAR la cumple con creces. El sonido es también magnífico, donde de nuevo sobresalen todos aquellos crujidos y rugidos que nuestro vehículo produce; hay momentos realmente espectaculares relacionados con este aspecto. En un juego donde la soledad es protagonista la música tiene que quedar relegada, pero aún así FAR tiene unas cuantas melodías realmente bellas.
En conclusión, FAR es un título interesante, diferente y con algunas facetas que no se ven en otras propuestas. Podría decirse que le falta dificultad o que es demasiado corto, pero una variación en cualquiera de estos dos aspectos supondría un cambio casi absoluto de la idea inicial. Quizás el precio podría ser un poco más ajustado, pero FAR es perfecto tal y como es, pues sus supuestas imperfecciones son las que lo hacen perfecto.
Este análisis ha sido realizado mediante una copia cedida por Mixtvision