Si hace un tiempo me hubieran dicho que un día como hoy, estaría escribiendo maravillas de un juego de mountain bike, sería el primero que no me lo creería. Cuando comencé a jugar a Lonely Mountains: Downhill para preparar esta reseña, lo hacía con conocimiento de las buenas críticas cosechadas por el juego de Megagon en otros sistemas, pero con el escepticismo de no acabar de creerme como un juego con una propuesta tan simple, puede resultar tan adictivo.

Y es que la propuesta del juego es tan sencilla como parece, estamos en lo alto de una montaña con nuestra mountain bike y tendremos que llegar a nuestro campamento en la base de la montaña a través de los caminos y senderos dispuestos para ello. Aunque la ruta no estará exenta de peligros, pendientes, curvas, obstáculos como piedras, puentes, árboles… incluso saltos que nos pondrán el corazón en un puño.

En este descenso en plena soledad, aunque la primera toca en contacto con cada ruta sea contemplativa, al final lo que cuenta es hacer los mejores tiempos con los menos errores posibles, y para ello básicamente tenemos la velocidad que alcanzaremos pedaleando -mayor en pendientes, menor en zonas planas y pendientes ascendentes-, y la posibilidad de sprintar por unos segundos, que se representará con una barra que se regenerará paulatinamente al acabar de usarla. A pesar de esto, es posible que no sea suficiente, para ello el juego nos presenta multitud de atajos en cada ruta, de mayor dificultad que la ruta principal, pero que nos permitirán arañar unos segundos preciosos.

En Lonely Mountains: Downhill disfrutaremos de 16 rutas, repartidas en 4 montañas diferentes. Cada ruta está dividida en varios tramos delimitados por un checkpoint, que será desde el que empezaremos si fallamos en dicho tramo. A su vez cada ruta tiene diferentes niveles de dificultad, que va desde un descenso básico para entrar en contacto con la ruta, y que en niveles mayores se irá complicando con objetivos de tiempo o de número de caídas, hasta llegar al nivel más alto, donde tendremos que hacer la ruta completa sin checkpoints.

Conforme vayamos cumpliendo los objetivos de cada dificultad, iremos desbloqueando nuevas rutas, nuevas montañas, nuevas bicicletas, y nuevos elementos cosméticos para la personalización de nuestra bicicleta y avatar. Y conseguir acabar con todo tendrá un premio que potencia la parte mágica del título: las rutas nocturnas, que vienen a ser las mismas rutas que ya hemos completado, pero de noche, con lo que se gana en dificultad al solo disponer de la luz de nuestra bicicleta, pero también nos otorgará momentos impagables.

Cada bicicleta que desbloqueemos tendrá unas características propias que se adaptarán mejor para determinados terrenos o determinadas acciones. De los múltiples atajos de los que hace gala cada ruta, no todos serán factibles con ciertos modelos de bicicleta, por lo que probar diferentes modelos se hará imprescindible. Pero todo esto no sería tan perfecto sin un control adecuado, y Lonely Mountains: Downhill no solo tiene un control sólido y fiable, sino que te da la opción de manejar nuestra bicicleta de dos formas, usando la orientación espacial real, o imaginando que nuestro control es el del manillar de la bicicleta -la mejor opción para mi gusto-. Es más sencillo jugarlo que explicarlo, pero al minuto de ponernos a jugar, estaremos tomando curvas en pendiente a toda velocidad.

Lonely Mountains: Downhill es un juego de muy bella factura, sobre todo por su apartado artístico tan limpio, con unos colores muy bien combinados, y un apartado técnico que hace gala de un estilo low poly -técnica que representa figuras y cuerpos con muy poco poligonaje y con texturas planas- excepcionalmente diseñado. Visualmente es un deleite, aunque técnicamente dista de ser perfecto, y aquí reside el principal problema del juego -y quizá el único-. No es frecuente, pero en ocasiones sufriremos microparones de medio segundo que en condiciones normales pueden no suponer un problema, pero si nos ocurren en algún punto importante a la hora de un salto, o un derrape, posiblemente acabaremos mal. Pasa a veces, y muchas veces no será determinante, pero sería muy recomendable que los chicos de Megagon mejoraran este punto con algún parche, por redondear más la experiencia.

El apartado sonoro esta básicamente compuesto por los efectos de sonido ambientales, ya que melodías hay muy pocas, son muy minimalistas, y se usan en momentos muy concretos, además pasando desapercibidas. Con esta banda sonora casi inexistente, todo el peso de la inmersión reside en los efectos de sonido, que sin ser nada de otro mundo, cumplen su función a la perfección. Los sonidos de nuestra bicicleta, el ruido que hacemos en función de la superficie sobre la que estemos, el canto de los pájaros, el viento, el agua… todo cuenta para que de verdad sintamos de forma muy convincente la calma y la soledad de estas montañas.

Aunque parezca que Lonely Mountains: Downhill no inventa nada, y que no vamos a ver nada que no hayamos visto en el popular Trials Fusion por poner un ejemplo, hay que tener en cuenta de que estamos ante un juego que esconde más de lo que parece a simple vista. No se trata de descender la montaña hasta nuestro campamento y ya está. Para progresar hay que conocer la montaña, sus características, sus obstáculos, y sobre todo de cara a conseguir los objetivos de los niveles de dificultad más altos, sus múltiples atajos. Y es que una misma montaña en su primera ruta puede pasar perfectamente por un walking simulator -a su manera-, un recorrido para aprender y disfrutar, encontrar los lugares de descanso -el coleccionable del juego por decirlo de alguna manera-, y dejarnos atrapar por los bellos paisajes sin preocuparnos por el crono o por las veces que tengamos que repetir un tramo. Sin embargo para avanzar a otras rutas y otras montañas, o para desbloquear otras bicicletas tendremos que sudar tinta.

Los niveles de dificultad más altos nos exigirán unos reflejos y un conocimiento del terreno bastante alto. Pero aunque fallemos en bastantes ocasiones, la aparición casi inmediata en el último checkpoint, hará que la diversión y el ritmo no decaiga, y que intentar diversos tramos una y otra vez sea más adictivo que frustrante. El juego es totalmente justo, y su gran diseño no da lugar a errores, cada vez que fallemos, será por nuestra habilidad y a base de fallar aprenderemos y mejoraremos, con lo que alcanzar el siguiente checkpoint se convertirá en una experiencia muy gratificante. Y todo esto en un entorno que no podía haber sido realizado de mejor manera. Si el juego se puliera un poco más en lo técnico, estaríamos ante uno de los grandes indies de la generación. Aún así la recomendación de Lonely Mountains: Downhill queda totalmente justificada.

 


Este análisis ha sido realizado mediante una copia cedida por Mi5 Communications