Pipistrello and the Cursed Yoyo, desarrollado por el estudio brasileño Pocket Trap y publicado por PM Studios, ha irrumpido con fuerza en la escena indie como una de las sorpresas más inesperadas del año. Disponible en Nintendo Switch, PlayStation 4, PlayStation 5, Xbox Series X|S y PC, esta aventura de vista cenital combina acción, plataformas, exploración y puzles con una estética muy del estilo de Game Boy Advance y una jugabilidad desarrollada en torno al uso de nuestro yoyó, tal y como sugiere el título. A simple vista puede parecer un juego bastante ligero, pero bajo esa apariencia el juego despliega mecánicas más desarrolladas y profundas de lo que uno imagina. También hay espacio para una crítica social disimulada, un sistema de progresión más trabajado de lo habitual y un guion que, sin hacer mucho ruido, va dejando pequeñas ideas que sorprenden.

En Pipistrello and the Cursed Yoyo, tomamos el control de Pippit Pipistrello, un joven murciélago algo superficial y despreocupado, pero obsesionado con su yoyó. Pertenece a la poderosa familia Pipistrello, dueña del suministro energético de la ciudad. Todo se tuerce cuando, en una visita rutinaria a casa de su tía para pedir dinero, presencia cómo cuatro poderosos rivales utilizan un rayo para robar el alma de su tía y dividir la energía en cuatro “mega baterías”. En un acto impulsivo, Pippit lanza su yoyó contra el rayo y consigue atrapar parte del alma de su tía dentro del juguete, mientras los villanos huyen con el botín.

A partir de aquí comienza una travesía que nos llevará por los distintos distritos de la ciudad, cada uno controlado por uno de los rivales de nuestra familia, con el objetivo de recuperar las «mega baterías» y restaurar a nuestra tía. Pero lo que parece una simple excusa para una aventura sencilla se transforma rápidamente en algo más: nuestra tía, atrapada en el yoyó, no se limita a ser nuestra guía. Tiene carácter, opiniones, hasta genio, y no duda en criticar la codicia de la familia Pipistrello, ni las decisiones y el estilo de vida de su sobrino. Todo esto mezclando sin miedo el humor absurdo con una crítica bien dirigida al sistema económico, resultando en algo tan inesperado como efectivo.

Lo primero que llama la atención al jugar es lo bien aprovechado que está el yoyó. No es solo un arma, sino una herramienta multifunción que nos permite atacar, rebotar, impulsarnos, activar mecanismos o alcanzar zonas elevadas. Algunos movimientos incluso se inspiran en trucos reales de yoyó, y los iremos desbloqueando conforme avanzamos. En cuanto a estructura, la aventura se organiza en torno a un distrito central desde el que se accede a otros distritos. Cada uno tiene su propio diseño, secretos y mecánicas, y el conjunto recuerda bastante a los Zelda en 2D, especialmente al de Game Boy Advance, aunque sin llegar al nivel de diseño de este. Aun así, hay caminos bloqueados, rutas ocultas y muchos motivos para volver sobre nuestros pasos y explorar a fondo.

El combate es sencillo, sin buscar ser profundo ni técnico, pero cumple con su cometido siendo ágil y claro. Gracias a las nuevas habilidades que vamos obteniendo, se mantiene variado, aunque hay momentos en los que ciertos enemigos o patrones se repiten demasiado y el ritmo puede resentirse un poco. Aun así, el control es preciso, y moverse por los escenarios enlazando rebotes y giros resulta muy satisfactorio. Uno de los aspectos más interesantes es el sistema de contratos: podemos mejorar algunas habilidades aceptando a cambio una desventaja. Por ejemplo, hacer que el yoyó alcance más lejos, pero recibiendo más daño. Esto nos obliga a tomar decisiones y ajustar nuestra forma de jugar, añadiendo un componente táctico más profundo de lo esperado.

El apartado visual es bastante notable. El pixel art está muy cuidado, con una paleta de colores bastante colorida, animaciones suaves y escenarios llenos de detalles. El diseño de los fondos, la variedad de entornos y la forma en que el yoyó rebota o se desplaza por pantalla están especialmente logrados, aportando dinamismo y un estilo bastante propio. Cada distrito tiene su propio diseño: zonas industriales, barrios residenciales, espacios verdes… todo tiene una coherencia estética que se complementa con bastantes detalles visuales. El sonido acompaña a la perfección. La banda sonora está compuesta por Leonardo Lima y Henrique Lorenzi con la aportación de un tema de Yoko Shimomura -autora de Kingdom Hearts o Street Fighter II-, y se nota en la calidad melódica de las composiciones. Los efectos de sonido, especialmente los relacionados con el yoyó, están muy bien conseguidos.

Pipistrello and the Cursed Yoyo es uno de esos títulos indies que sabe combinar frescura con un buen diseño. Su propuesta es distinta y a la vez mantiene el sabor clásico, su jugabilidad se nota pulida y bien medida y el cariño por los detalles se siente en cada rincón. Tiene personalidad, ideas propias y nos atrapa desde el principio. Otro acierto son las opciones de calidad de vida, pensadas para quienes prefieran una experiencia más sencilla. Se pueden activar ayudas visuales, reducir el daño recibido y causado, el dinero recogido o ajustar la dificultad. Además, hay mucho contenido adicional: coleccionables, desafíos, misiones secundarias, técnicas nuevas para el yoyó, e incluso minijuegos ocultos.

También es cierto que el juego tiene margen de mejora, especialmente en lo repetitivo del combate y en ciertos picos de dificultad algo descompensados, pero incluso con eso, es una experiencia que nos ha dejado un muy buen sabor de boca. Si os atraen los juegos sin complejos, con mecánicas creativas y un estilo visual con personalidad propia, Pipistrello and the Cursed Yoyo merece sin duda un sitio en tu colección. Nosotros, por nuestra parte, ya tenemos ganas de más y de ver si Pocket Trap nos sorprende con nuevas locuras y aventuras de Pipistrello y su yoyó en un futuro cercano, el juego tiene potencial.