El videojuego es uno de los medios audiovisuales más versátiles del mundo y ha quedado demostrado en varias ocasiones. La mayoría se mantiene en su concepción original de crear juegos interactivos con retos que superar, otros prefieren darle más importancia al argumento y la jugabilidad sirve a dicho propósito. Y luego hay otras obras que directamente se convierten en una manera de expresar alguna manifestación artística, y este es el caso del juego -si podemos llamarlo así- que nos ocupa hoy: Promesa.
Promesa parte de una idea desarrollada por el autor italoargentino Julián Palacios Gechtma, un artista multidisciplinar que utiliza la tecnología como un elemento más de sus obras. En este caso, el germen de la idea surge a raíz de las conversaciones que solía tener con su abuelo, el cual le contaba cómo fue su vida como emigrante en Argentina y algunas cosas sobre su pasado.
Y bajo esta premisa, Promesa no intenta engañar a nadie, pues el propio autor la califica como «experiencia contemplativa» y no es otra cosa más que eso. Por lo tanto, lo que nos vamos a encontrar aquí es otro de esos juegos llamados walking simulator, en el sentido más literal de la palabra ya que no haremos otra cosa más que caminar sin poder interactuar con nada, simplemente caminaremos en modo contemplativo a través de los distintos escenarios como bien reza la descripción.
Desde el principio ya nos lo dejan claro, no podremos guardar partida ni se salvará nuestro progreso de ninguna forma, y es lógico teniendo en cuenta que el juego cuenta con una duración de unos 45 minutos y está pensado precisamente para jugarse de una sentada. ¿Cuántas personas se ponen a ver un capítulo de una serie y lo dejan a la mitad para ponerse a hacer otras cosas? muy poca gente, quien empieza a ver un capítulo normalmente lo termina entero y esto mismo es lo que propone Promesa y así quiere el autor que sea jugado
A través de diferentes escenarios separados de forma independiente, caminaremos por ellos para visitar su historia, la cual queda simplemente explicada en forma de diálogos de texto que se suelen mostrar al inicio de cada escena. Estos escenarios están basados en localizaciones de la vida real, como por ejemplo el hotel de inmigrantes del Rio de la plata entre otros, recreado detalladamente según antiguas fotografías de archivo aunque también habrá lugares irreales y oníricos. El avance del personaje es lento, quizás demasiado, pero eso nos permite disfrutar mejor de lo que tenemos enfrente en lugar de ir a toda prisa.
No me voy a parar a hablar sobre la «trama», ya que esta es inexistente, o más bien no podemos hablar de trama como tal debido a que se trata simplemente de visitar los lugares mencionados en el texto inicial como curiosidad. En su lugar me gustaría hablar de lo que transmite, y lo que logra transmitir es esas mismas sensaciones que sintió el narrador de la historia en su viaje, viviendo en esa pequeña casa de apenas 50 m2 solitaria pero a la vez acogedora, el encanto de ese pueblo desdibujado a propósito pero a su vez lleno de rincones o incluso la batalla contra la pérdida de memoria…todo lo que pretende transmitir lo consigue con gran solvencia a través de metáforas visuales y nos hará meternos de lleno en ese mundo.
Y todo ello lo consigue con un apartado visual totalmente increíble, donde cámaras, iluminación y colorido se explotan al máximo para lograr una experiencia única y realista. Habitualmente comenzaremos cada escena en un escenario negro donde veremos al fondo una fotografía, un cuadro o lo que parece ser un fondo estático al que nos tendremos que ir acercando, solo para descubrir asombrados que a medida que nos acercamos veremos que se trata de un entorno totalmente modelado en 3D que visto desde cierta perspectiva ofrece una sensación bidimensional. Igual ocurre con las texturas, las cuales utilizan una curiosa técnica que hace que desde lejos parezcan de alta resolución pero cuando estamos al lado podremos notar que son un amasijo de píxeles indistinguibles. Aquí comprobamos realmente el talento del creador del juego a la hora de utilizar este tipo de técnicas.
En lo referente al sonido, diría que es no ya recomendable, sino obligatorio disfrutar de la experiencia con auriculares, ya que utiliza un sonido envolvente que hará que los sonidos provengan de todas direcciones y nos ayude a meternos más en el mundo creado. La mayoría de sonidos serán ambientales, con el bullicio de la calle, la lluvia al caer y elementos por el estilo, mientras que las composiciones musicales serán escasas pero preciosas, con sonidos de violín, piano e incluso sitar.
En resumidas cuentas, Promesa no es un juego, es más bien una exposición de arte interactiva donde el autor nos transmite una historia a través de sonidos e imágenes. No vamos a jugar mucho, ya digo que incluso no lo llegaría a calificar de videojuego, incluso diría que no le prestéis atención a la nota porque no es representativo de nada en este caso, pero como experiencia audiovisual es una obra que merece muchísimo la pena. Disfrutad de este viaje del emigrante por tan solo 4’99€.
Este análisis ha sido realizado mediante una copia cedida por Julián Palacios Gechtma