A mediados de la década de los 90, hizo su debut un manga que no solo influyó fuertemente en el género deportivo en Japón, sino prácticamente en todo occidente. Se trata de un manga medianamente desconocido para la gran mayoría de fanáticos de la generación Z, pero a los que lo conocimos en su momento nos marcó muchísimo. El juego que analizamos hoy es uno que toma como base aquel famoso manga y anime para ofrecernos de juego de carreras muy llamativo: bienvenidos a Japanese Drift Master.
Por si alguien no lo ha pillado todavía, el manga al que hacemos referencia en el párrafo anterior era Initial D, obra creada por Shūichi Shigeno y cuyo argumento nos mete de lleno en la subcultura de las carreras de coches ilegales en el país nipón. Esta serie que quizás no a mucha gente le suene del todo, no solo colocó a Japón como uno de los principales emblemas del mundo drifting, sino que también inspiró a la saga de películas Fast and Furious -con una tercera entrega precisamente ambientada en Japón- y además llegó a contar con su su propio género de música asociado, pero esto es algo que veremos más adelante.
Pues bien, JDM: Japanese Drift Master, tanto desarrollado como distribuido por el estudio polaco Gaming Factory, nace como homenaje aquella popular obra y nos presenta un juego de conducción de mundo abierto ambientado en Japón. La trama sigue a un joven aficionado a las carreras de coches que se muda a Japón para seguir compitiendo, ya que en Estados Unidos lo tiene prohibido debido a un incidente del pasado. Una vez allí, le toca volver a empezar desde cero y forjar su propia leyenda desafiando a la élite del mundo de la competición.
Todo esto se nos contará en el modo Let’s Drift, o lo que vendría a ser el clásico modo historia de toda la vida. La historia nos la irán contando mediante una serie de viñetas estilo manga -o más bien la cuestionable imitación que los occidentales suelen hacer del estilo manga- que además de estar en blanco y negro también se leen de derecha a izquierda como si fuese un manga real.
Lo cierto es que JDM toma su inspiración para la jugabilidad en dos de las principales sagas de conducción callejera: Need for Speed y Tokyo Xtreme Racer. De esta forma, contaremos con un mapeado de mundo abierto en el que encontró entraremos diferentes pruebas y eventos en los que competir. Para ello nos tendremos que desplazar hasta el lugar de la prueba en cuestión viajando por un mapa ubicado en la prefectura ficticia de Guntama, pero con todo el sabor y la inspiración de las carreteras japonesas reales.
Hay que tener muy clara una cosa y es que el drift -o el derrape- es una mecánica absolutamente imprescindible y necesaria en este juego, tan imprescindible como el rodar en un Dark Souls, ya que todo el núcleo jugable y de los propios eventos gira en torno a ella. A pesar de que contaremos con dos modos de control, uno de estilo simulación y otro estilo arcade, aun así es importante dedicarle tiempo a dominar al dedillo esta mecánica, ya que un simple derrape mal hecho puede suponer la diferencia entre ganar o perder un desafío.
Y es aquí donde comienzan los problemas del juego, el mapeado de Guntama está lleno de carreteras estrechas, rectas muy largas y constante tráfico en movimiento en ambos sentidos. Esto hace que sea prácticamente imposible hacer drift en la mayoría del mapa porque intentarlo siquiera desembocará en colisión más que probable. Y si queremos aprovechar la más mínima curva para derrapar tampoco es recomendable, ya que se trata de curvas muy cerradas y hay que tener un dominio absolutamente perfecto del coche para poder hacerlo correctamente. Al final para poder derrapar a gusto acabaremos quedándonos casi siempre cerca de los tres o cuatro lugares destinados principalmente a ello.
Por fortuna, para aprender bien a dominar nuestro coche contaremos con la Academia de conducción. Este modo, al igual que ocurría en Gran Turismo, nos ofrecerán una serie de pruebas donde aprenderemos los fundamentos básicos del juego para dominar el asfalto de la mejor manera posible. Además de dividirse en varias subcategorías, cada prueba contará con un trofeo de oro, plata y bronce que podremos conseguir en función de los objetivos alcanzados en el requisito de cada prueba. Es recomendable hacer primero todo esto, ya que enfrentarnos directamente al mundo abierto puede hacer que no le saquemos todo el partido posible.
En cuanto a los vehículos, la variedad es escasa contando con poco más de una veintena de ellos, aunque por suerte contarán con licencias reales entre las que se encuentran Honda, Mazda, Nissan o Subaru, además de algunos coches ficticios. Esta lista se irá ampliando con más vehículos en futuras actualizaciones tanto gratuitas como de pago. Los coches los podremos comprar el dinero ganado tanto en las carreras como subiendo niveles en base a nuestra conducción, algo similar al sistema de los puntos Forza en la saga Forza Horizon.
Y por si os preguntabais si era posible, también podremos customizar nuestros vehículos. Avanzando un poco en el modo historia, desbloquearemos el taller de tuning en el que podremos personalizar nuestros coches con todo tipo de detalles. No solo en los referente al tema estético escogiendo el color de la pintura, el chasis o los alerones, sino también aumentando el rendimiento de los coches modificando componentes como el motor, la transmisión o los neumáticos. No todo estará desbloqueado desde el principio, algunos componentes y opciones se irán desbloqueando a media que vayamos subiendo de nivel. La verdad es que esta modalidad es muy de agradecer, ya que al final cada jugador acabará teniendo su propio coche al estilo que más le guste.
Respecto al apartado gráfico el juego no destaca demasiado, le pesa mucho no tener un estilo artístico con personalidad propia y da más sensación de «demo técnica». De hecho, el estar desarrollado en Unreal Engine incluso llega a perjudicarle en ocasiones ya que es un motor muy exigente, lo que hace que requiera de un ordenador potente para evitar una baja tasa de frames, además de contar con unos tiempos de carga bastante largos que perjudica bastante la experiencia y otros problemas asociados a la propia experiencia del estudio, como popping de elementos y efectos de partículas muy mejorables.
En cuanto a la música, contamos con varias emisoras de radio de diferentes género como rock, hip hop, synthwave e incluso J-pop. Pero si tenemos que destacar la joya de la corona ese es sin duda el Eurobeat, género musical intrínsecamente ligado al tema de las carreras ilegales y que contó con un fuerte éxito tanto en Japón como en varias regiones europeas como Alemania o Italia, en gran parte gracias al propio anime de Initial D que lo puso de moda. Lamentablemente no contaremos con ningún tema de los grandes exponentes del género como Dave Rodger, ACE o Ken Blast, en su lugar tendremos canciones de corte más desconocido e incluso algunos compuestos especialmente para el juego, lo cual no es mala noticia ya que es un indicativo de que el género no está completamente muerto.
En definitiva, JDM: Japanese Drift Master no es un mal juego, pero se nota que le falta cocción. Si analizamos sus apartados por separado vemos que todo está bien: mapeado de mundo abierto llamativo y extenso, variedad de eventos, jugabilidad exigente, buena banda sonora y una enorme personalización de vehículos, pero en conjunto no termina de encajar del todo, quizás el estudio ha querido abarcar más de lo que puede y no termina de desaparecer esa sensación de proyecto menor o amateur. Esperemos que con futuras actualizaciones y el favor del público pueda llegar a colocarse entre los juegos más destacables del género de los sandbox de carreras, ya que tiene ideas muy interesantes.