Cuando Journey to the Savage Planet llegó en 2020, lo hizo como un soplo de aire fresco en un panorama saturado de mundos abiertos demasiado serios. Con un humor descarado, criaturas absurdas y una jugabilidad sencilla pero muy entretenida, aquel primer título de Typhoon Studios -ahora rebautizado como Raccoon Logic– consiguió hacerse un nombre en el vasto panorama indie. Aunque no era un juego especialmente largo ni revolucionario, tenía encanto, personalidad y una visión clara de lo que quería ser: una aventura ligera, divertida y con más mala leche de lo que aparentaba su colorida fachada. Cinco años después, y tras el fin de la relación con Google que acabó con el cierre del estudio original, el equipo fundador regresa bajo nueva identidad para ofrecernos su secuela directa: Revenge of the Savage Planet, un título que busca expandir y pulir todo lo que hizo bien el juego original, a la vez que introduce novedades importantes y se ríe, una vez más, de la explotación laboral interplanetaria.
Volvemos a encarnar a un pobre trabajador de campo utilizado por la corporación Alta Interglobal, esta vez con la misión de hacer de avanzadilla y preparar un nuevo planeta para una futura partida colonizadora, aunque nada saldrá como esperaríamos, y acabamos despedidos y abandonados teniendo que sobrevivir casi sin equipo mientras urdimos nuestra venganza contra la malvada corporación. La premisa sigue siendo sencilla y cómica: explorar nuevos planetas, escanear flora y fauna, recolectar materiales, mejorar nuestro equipamiento y descubrir los secretos de cada mundo, todo ello con una buena dosis de sátira y comentarios irónicos sobre el capitalismo corporativo. La narrativa no es lo más profundo del juego, pero eso nunca ha sido el objetivo. Aquí lo importante es el tono, irreverente, burlón y cómico, manteniéndose siempre en el límite entre lo ridículo y lo ingenioso.
La jugabilidad, en su núcleo, sigue siendo una mezcla de exploración, plataformas, combate ligero y resolución de pequeños puzles al más puro estilo «metroidvania». Sin embargo, hay varios cambios clave que se notan desde el principio. El más evidente es el cambio de perspectiva: Revenge of the Savage Planet abandona la vista en primera persona del título original y opta ahora por una cámara en tercera persona, algo que le sienta estupendamente bien. No solo mejora la visibilidad en las zonas de plataformeo, que ahora están mejor diseñadas y más verticales, sino que también permite que el protagonista tenga más expresividad y protagonismo visual, lo que le da un toque más cómico si cabe.
Esta vez el cooperativo se ha potenciado mucho más. Podemos jugar en línea o en local a pantalla dividida, y lo mejor de todo es que hay crossplay entre plataformas, algo que se agradece enormemente a la hora de encontrar compañeros de aventuras. Explorar en compañía hace que todo sea más caótico y divertido. Cada planeta que visitaremos está lleno de secretos, de rutas alternativas y de pequeñas situaciones que premian la exploración y el uso inteligente de nuestras herramientas. La estructura se apoya en el estilo “metroidvania”, con zonas bloqueadas que solo podremos atravesar una vez consigamos un nuevo artilugio o mejora. Además, para conseguir mejoras no solo deberemos conseguir determinados objetos o avanzar en nuestra aventura, necesitaremos recursos autóctonos, lo que añade cierto nivel de farmeo. En algunos casos, el sistema de mejoras puede introducir tiempos de espera algo artificiales entre avances, ralentizando ligeramente el ritmo en momentos puntuales, aunque no llega a empañar la experiencia general.
Hay una buena variedad de herramientas nuevas, como el látigo de protones, un escáner mucho más completo, guantes propulsores, bombas pegajosas o incluso la capacidad de deslizarse por ciertos raíles a toda velocidad. Algunas permiten nuevas formas de exploración, otras sirven para resolver puzles ambientales o desbloquear caminos ocultos. El diseño de niveles es más ambicioso y vertical que en el primer juego, y aunque la navegación puede hacerse algo confusa a veces, la mayoría de zonas están bien diferenciadas visualmente. También podremos marcar objetivos y facilitar el regreso a lugares interesantes, lo cual nos ayudará a evitar largas caminatas y frustraciones.
Una de las mayores novedades es la posibilidad de personalizar nuestra base, una especie de caravana espacial llamada “el hábitat”. Desde allí gestionamos misiones, mejoras y equipo, pero también podemos llenarla de objetos ridículos como electrodomésticos de todo tipo, pósters horteras o máquinas recreativas. No es una mecánica revolucionaria ni mucho menos, pero refuerza ese tono de comedia chusca que define al juego y hace que podamos perder tiempo baladí por placer.
En total, visitaremos cuatro planetas en principio -con la posibilidad de desbloquear algo más en función del final que consigamos de los varios posibles-, cada uno con su propio estilo visual, criaturas únicas y mecánicas específicas. No todo funciona igual de bien -algunas ideas se agotan rápido o se repiten más de la cuenta- pero se agradece que el estudio haya querido arriesgar y ofrecer algo novedoso. En cuanto a duración, nos esperan entre 15 y 20 horas si se exploran todos los planetas a fondo. No es un título enorme, pero sí lo suficientemente denso como para darnos unas buenas horas de diversión, especialmente si se disfruta en cooperativo. Eso sí, conviene tener en cuenta que solo el anfitrión guarda el progreso en cooperativo, lo que puede ser un inconveniente si ambos jugadores esperan avanzar su partida al mismo ritmo.
A nivel técnico, Revenge of the Savage Planet luce bastante bien. No es un portento gráfico, pero el diseño artístico, colorido y exagerado, compensa con creces cualquier limitación técnica. Las criaturas tienen animaciones divertidas y los entornos están repletos de detalles, especialmente en las zonas más alienígenas. Sin embargo tenemos que admitir que en algunos momentos hemos sufrido algunas bajadas de frame rate en zonas de mucha carga gráfica, al menos en la versión que hemos jugado -PlayStation 5-, aunque nada especialmente alarmante y probablemente corregible en futuros parches. El apartado sonoro también mantiene el estilo del original, con efectos exagerados, música ambiental discreta pero efectiva, y una buena cantidad de líneas de diálogo sarcásticas de la mano de nuestro dron acompañante, muchas de ellas completamente absurdas.
En resumen, Revenge of the Savage Planet es justo lo que debería ser una buena secuela: más grande, más variado, más pulido y, sobre todo, más divertido. Raccoon Logic ha conseguido retomar la fórmula del original y darle un giro lo suficientemente fresco como para que no se sienta repetitivo, pero sin perder la esencia que hacía tan interesante la primera parte. Aunque también es cierto que viene con sus propios puntos que mejorar como que solo el jugador anfitrión guarde progreso en cooperativo, el ralentizamiento artificial en la consecución de mejoras para progresar o algunos pequeños problemas de rendimiento, lo cierto es que estos problemas no acaban de empañar el buen trabajo realizado por el estudio y son altamente subsanables. Puede que no revolucione el género ni tenga la profundidad de otros títulos de mundo abierto, pero ofrece una experiencia muy divertida y bastante cachonda, ideal para los usuarios que busquen una aventura ligera, absurda y sorprendentemente creativa, perfecta para desconectar durante unas horas sin borrar la sonrisa de la cara.