Reconozco no haber sido nunca un gran fan de Saints Row. Mi primer contacto con la saga fue a través de PlayStation Plus, cuando en un ya lejano julio de 2013 ofrecieron Saints Row: The Third como parte de la oferta de juegos mensuales. Lo que me encontré, ya digo, es algo que no solo no me entusiasmo, sino que, en gran parte debido a su estética insoportablemente kitsch y a su humor pueril, directamente aborrecí. Años más tarde probé su secuela y su expansión, una auténtica ida de olla que demostraba que a Volition se le había ido la cosa de las manos y que, además, no dejaba demasiada posibilidad de continuación ¿Como continuar una franquicia en la que has hecho que el personaje de tu jugador se convierta en presidente de los Estados Unidos para, acto seguido, enfrentarlo a extraterrestres y demonios?

Muy lejos quedaban entonces los orígenes, con esas dos primeras entregas, especialmente la primigenia, que con un tono y un enfoque bastante más comedido y tradicional, querían ser un competidor directo, aunque algo más ácido, de los Grand Theft Auto. Sin embargo, ante la disyuntiva de como ser capaces de continuar lo incontinuable, y tras un largo receso de casi una década, en Volition han decidido, con buen criterio, romper con lo establecido anteriormente y regresar por fin a las raíces con un reinicio total.

Este nuevo Saints Row nos lleva hasta Santo Ileso, una ciudad inspirada en las zonas montañosas y desérticas del oeste de los Estados Unidos, con el estado de Nevada como principal referente. Lo hace para intentar contarnos una historia actual, una historia fuertemente ligada a la generación que ha tenido que crecer entre dos crisis económicas y que ha tenido que sacarse las castañas del fuego como ha podido. De forma totalmente despreocupada y humorística se marca en Saints Row un tono claramente antisistema, aunque, igual que la generación a la que pretende representar, lo hace con demasiado cuidado, intentando no ofender o no molestar más de la cuenta, lo cual limita el impacto de una narrativa que daba para algo bastante más mordaz. En todo caso, y contra todo pronóstico inicial, el grupo protagonista consigue interesarnos y la historia de su escalada a la cima criminal de Santo Ileso resulta interesante. Lo hace, más que por la calidad de su guion, por albergar el que es, con diferencia, el contenido más cuidado del juego: las misiones principales.

Sorprende la capacidad de Volition para reinventar constantemente la formula, haciendo que la misma situación parezca algo totalmente distinto aunque la hayamos visto ya diez veces anteriormente. Me explico: las misiones principales suelen ser bastante más esquemáticas de lo que parece en un principio, sobre todo porque la gran mayoría de ellas acaban conduciendo a un tiroteo con una horda o a una persecución de vehículos, pero Volition se las arregla para darles constantemente un matiz nuevo a lo largo de las 13-14 horas que puede durar el juego si nos centramos solo en estas misiones. En ocasiones será una mecánica rupturista, en otras una sucesión de situaciones totalmente locas y descacharrantes y en otras unas setpieces de acción espectacular que conseguirán poner nuestra adrenalina por las nubes mientras todo explota a nuestro alrededor, pero de lo que no cabe duda es de que, sea cual sea el gimmick empleado para conseguir mantener nuestro interés, se ha puesto mucho mimo en el planteamiento y presentación de las de misiones. Muy difícilmente se habría podido conseguir más con tan poco.

Lamentablemente, la mirada de Volition al pasado acaba siendo en ocasiones demasiado literal y por momentos Saints Row acaba pareciendo un juego llegado directamente desde 2009. Santo Ileso resulta ser una ciudad bastante menos interesante de lo que debería de ser, incluso dando sensación de ciudad muerta o de simple decorado en el que escasean los lugares de interés y en el que ocurre una cantidad nula de eventos emergentes al margen de las acciones del jugador. No solo eso, Saints Row también cae de forma obscena en el síndrome del sandbox, ese mal que parece obligar a cada desarrollador de juegos de mundo abierto a llenar el mapa de contenido secundario monótono, repetitivo e irrelevante, algo que, si bien hace 14 años podía colar, hoy día resulta insoportable y que, para colmo de males, a veces bloquea el avance del contenido principal, obligándonos a realizar determinadas tareas secundarias para poder continuar con la historia.

A esta sensación de regreso al pasado contribuyen unas físicas demasiado básicas para los vehículos que pilotaremos. Se ha querido apostar por lo arcade y lo poco realista, pero desde una perspectiva de mínimos que hace que en ocasiones los vehículos tengan comportamientos erráticos o azarosos, incluso con ciertos bugs que hacen presencia a la hora de detectar colisiones o de movernos por terrenos abruptos. Es divertido conducir en Saints Row y las persecuciones llegan a ser muy divertidas, pero más por lo alocado que resulta todo que por su calidad.

Por suerte, la otra gran pata del juego, los tiroteos, funciona satisfactoriamente, con un gunplay competente y rocoso, aunque no se escape de algunas imprecisiones puntuales, y con un buen equilibrio entre las armas “estándar” y algunas sorpresas de corte más fantástico o futurista que podemos ir encontrando a medida que progresa la aventura. Muy interesante es lo que se ha hecho con las ejecuciones, claramente inspiradas por los DOOM modernos, que servirán para que podamos recuperar nuestra energía, por lo que añaden un pequeño prisma táctico que aporta bastante salsilla a los enfrentamientos. Asímismo, tampoco podía faltar un sistema de progresión de personaje que nos permita obtener nuevas habilidades y ventajas pasivas, si bien, por suerte, es un sistema sencillo, lejos de los excesos de otros títulos.

Técnicamente volvemos a tener el mismo contraste que en todos los demás apartados del juego, con una Volition atrapada entre pasado y futuro. Saints Row es un juego capaz de ofrecernos estampas preciosas que contrastan con los dientes de sierra que muestran algunos elementos del escenario o con unos modelados de personajes que no dan el nivel. Además, existen problemas de aparición súbita de elementos en el escenario y algunos bugs que es de esperar que se vayan resolviendo con el paso de los días -muchos ya lo hicieron con el parche del día uno-. En las consolas de nueva generación se nos ofrecen diversos modos gráficos, incluso demasiados, que nos permiten escoger resolución y priorizar rendimiento o calidad gráfica.

Saints Row no es un juego fácil de valorar. Es verdad que Volition se ha tomado de forma demasiado literal lo de volver a las raíces de la saga, haciendo que ponerse delante de Saints Row por momentos sea el equivalente a viajar en una cápsula del tiempo a 2009. Pero también es verdad que, a pesar de ser una propuesta conservadora en exceso y de achacar una alarmante falta de pulido en bastantes aspectos, supone un auténtico festival de acción fast-food ideal para apagar el cerebro y distraerse durante los últimos días de este caluroso verano. Y, sobre todo, resulta un último homenaje a otra época, una en la que todavía existía un tipo de lanzamiento casi en extinción: los juegos de género que, al igual que Saints Row, quizá no eran los mejores del catálogo, pero que, por encima de cualquier otra crítica que se les pudiera hacer, eran rabiosamente divertidos.

 


Este análisis ha sido realizado en PlayStation 5 mediante una copia cedida por PLAION