A Frogwares le encanta jugar a los detectives. No importa si nos propone encarnar al mismísimo Sherlock Holmes o a un investigador al que nadie conoce y que no es capaz de conservar su cordura, el objetivo siempre es invitar al jugador a que ate cabos y resuelva todo tipo de enigmas sin ofrecerle demasiada ayuda. Llega The Sinking City, el enésimo título que se acoge a la obra de H. P. Lovecraft, una licencia muy difícil de tratar en la que muchos lo intentan, pero pocos consiguen concebir algo realmente brillante. Aunque hay algo que le lleva a diferenciarse de —casi— todos los demás: The Sinking City no insinúa nada; lo muestra y normaliza desde el primer momento.
Con el agua al cuello
La aventura comienza igual que todas las demás: a bordo de un barco, a punto de llegar a una ciudad en la que está sucediendo algo terrible. Nuestro protagonista, un investigador privado que atiende al nombre de Charles Reed, sufre brotes psicóticos que le hacen experimentar visiones que nadie en su sano juicio querría tener. Esto es algo muy frecuente en la ciudad ficticia de Oakmont, un lugar parcialmente sumergido en mitad del mar, en el que sus gentes no han sido capaces de conservar la poca cordura que les quedaba. En principio, la premisa nos resulta familiar, pero, conforme pisamos tierra firme y comenzamos a visualizar lo que se cuece en la ciudad nos damos cuenta de que Frogwares ha hecho algo diferente.
Oakmont es un lugar peculiar, ya que sus habitantes son conscientes de que conviven con bestias y otras atrocidades difíciles de describir. Saben que una buena parte de la ciudad está sumergida en el agua y saben que hay algo terrible acechándoles. Los nativos de Innsmouth representan al escalón social más bajo y la sociedad se niega a aceptarlos. La clase más alta, que aparentemente se antojan salvajes primitivos y cuyo aspecto no dista mucho de un simio, gobierna gran parte del territorio y dedica casi todos sus esfuerzos en investigar lo que está sucediendo. Tanto es así, que una de las personas más poderosas de la ciudad financió una expedición al foso marino en busca de respuestas, concencido de que los brotes de histeria estaban estrechamente relacionados con el hundimiento de la ciudad. No se sabe qué pasó, salvo que el único superviviente fue su propio hijo, ahora en paradero desconocido. A partir de este momento intervenimos nosotros, ya que, como no podía ser de otra forma, nuestra llegada a Oakmont coincide casualmente con una investigación abierta que demanda las dotes de un detective experimentado… y hasta ahí podemos contar.
Elemental, querido Cthulhu
En The Sinking City, Frogwares demuestra por qué ha saltado a la fama gracias al tratamiento de la franquicia Sherlock Holmes. Y es que, incluso si optamos por el nivel de dificultad más reducido, las ayudas que recibimos son escasas y en todo momento tenemos la necesidad de consultar el callejero de la ciudad, trazar rutas y bucear —nunca mejor dicho— en los archivos de lugares tan emblemáticos como el Departamento de Policía de Oakmont, el ayuntamiento, los hospitales o la biblioteca nacional, entre otros. El juego logra transmitirnos una sensación auténtica de que somos un detective decidido a explorar los confines de un lugar hostil y lúgubre, en el que nada es lo que parece. En este sentido, mención especial merecen los casos secundarios, que poco o nada envidian a los principales. Cualquiera de estos casos puede tomarnos un par de horas tratando de hallar pruebas en el lugar de los hechos, interrogando a un sospechoso o viajando a un lugar importante con la intención de obtener la documentación necesaria para resolver el misterio.
Tanto en los casos principales como en los secundarios, Reed tiene el don de indagar en recuerdos lejanos a través de una especie de visión espectral; podemos atar cabos recreando escenas que tuvieron lugar en otro tiempo, aunque más allá de visualizarlas, el objetivo es ordenar cada pista y llegar a una conclusión. Siendo así, en líneas generales podemos decir que el orden suele ser llegar al lugar a los hechos, revelar sucesos pasados, ordenarlos correctamente y, por último, relacionar todas las pistas para llegar a una conclusión. Por el camino, en algunas ocasiones nos toca tomar alguna que otra decisión que, si bien es cierto que no tiene ninguna incidencia en el devenir de la historia principal, sí que puede alterar las recompensas que recibimos, generalmente en forma de puntos de experiencia y balas, la única divisa en curso en la ciudad de Oakmont.
Conforme avanzamos y resolvemos casos obtenemos esos citados puntos de experiencia, que sirven para desarrollar las aptitudes de nuestro personaje. Tenemos diferentes ramas en las que podemos obtener y mejorar perks como aumentar nuestra barra de salud, celeridad a la hora de fabricar recursos o elevar el daño que producen nuestras armas, entre otros. El desarrollo de Reed se cuece a fuego lento; hay muchas mejores por desbloquear, pero los puntos de experiencia obtenidos son muy reducidos, obligándonos a aceptar y resolver cualquier encargo que se cruce en nuestro camino. Asimismo, cada mejora resulta muy gratificante, y es que dista mucho encarar a un enemigo peligroso al inicio, de hacerlo una vez llevamos un buen puñado de horas en la ciudad y nuestras capacidades han aumentado. Además, hay casos secundarios que nos exigen dar lo mejor de nosotros mismos en combate y eso es algo a lo que no podemos aspirar durante los primeros compases del juego.
Luces y sombras
El título de Frogwares tiene muy claro cómo conquistar tanto a los amantes de la obra de H. P. Lovecraft, como a los aficionados al género detectivesco. Sin embargo, también sufre de algunos problemas de difícil solución que puede llegar a fastidiar la experiencia de los más exigentes. Lo primero y más evidente, el apartado técnico. El juego padece un tearing muy acusado en algunos momentos y los pequeños pero constantes tirones no ayudan. Cuando montamos en barca o abrimos y cerramos el mapa, el título tiende a sufrir un pequeño parón de apenas un segundo, pero que llega a ser bastante molesto conforme se convierte en algo completamente habitual y normalizado. Confiamos en que el estudio se capaz de solventar estos inconvenientes mediante una futura actualización.
Por otro lado, tenemos el sistema de combate, funcional pero un tanto engorroso. No estamos ante un gran juego de acción y las batallas son más un trámite que otra cosa. Los enemigos infligen mucho daño y la jugabilidad a los mandos de un arma de fuego no es del todo gratificante. Más que un defecto, digamos que se trata de un elemento en el que se podría haber trabajado con más ahínco. Y es que, una vez nos acostumbramos a los patrones de movimiento del bestiario enemigo —cuya temática es muy lovecraftiana, evidentemente—, nos acabamos dando cuenta de que resulta mucho más inteligente esquivar y huir, que detenernos a combatir.
Para rematar, nos encontramos con algo que a buen seguro creará división de opiniones: la navegación por la ciudad. Un buen puñado de calles están sumergidas y no queda más remedio que cruzarlas en barca. Generalmente, cuando abrimos el mapa y vemos cómo el agua se ha tragado esa avenida o ruta por la que deseamos atajar, siempre tenemos cerca un pequeño embarcadero en el que nos espera una modesta pero útil lancha a motor. Hay que decir que este elemento está muy bien resuelto, aunque por norma general tendemos a encontrarnos una ciudad casi vacía, en la que más allá de lugares de interés o la ubicación de una determinada misión, no hay mucho más que hacer en ella. Eso sí, sería injusto no destacar la fantástica ambientación y el nivel de detalle de algunos escenarios; es una gozada pasear por Oakmont cuando cae la noche, adentrarnos en una iglesia o investigar una mansión abandonada. En este sentido, Frogwares ha llevado a cabo un gran trabajo en cuanto al tratamiento de una temática tan manida a estas alturas.
En definitiva
Frogwares ha logrado un buen trabajo, con matices. Si nos ceñimos a la interpretación de una obra tan exigente, la realidad es que The Sinking City resulta muy satisfactorio y cuenta con argumentos más que suficientes para mantenernos pegados a la pantalla durante un buen puñado de horas. Si lo valoramos como un título de detectives en el que debemos resolver misterios con la única ayuda de nuestro ingenio, el juego no dista demasiado de lo que llevamos varios años viendo en la franquicia Sherlock Holmes. Sin embargo, el irregular apartado técnico, un sistema de combate poco inspirado y alguna decisión de diseño cuestionable terminan dando lugar a una experiencia muy interesante, pero sin demasiados alardes.
Este análisis ha sido realizado mediante una copia cedida por HomeRun PR