Con apenas tres meses de retraso respecto a sus hermanas mayores, llega The Sinking City a Nintendo Switch, el enésimo título que se acoge a la obra de H. P. Lovecraft, una licencia muy difícil de tratar en la que muchos lo intentan, pero pocos consiguen concebir algo realmente brillante. Aunque hay algo que le lleva a diferenciarse de —casi— todos los demás: The Sinking City no insinúa nada; lo muestra y normaliza desde el primer momento, y en esta ocasión, Frogwares se ha hecho cargo de la publicación del juego sin ninguna editora por en medio.

La aventura comienza igual que todas las demás: a bordo de un barco, a punto de llegar a una ciudad en la que está sucediendo algo terrible. Nuestro protagonista, un investigador privado que atiende al nombre de Charles Reed, sufre brotes psicóticos que le hacen experimentar visiones que nadie en su sano juicio querría tener. Esto es algo muy frecuente en la ciudad ficticia de Oakmont, un lugar parcialmente sumergido en mitad del mar, en el que sus gentes no han sido capaces de conservar la poca cordura que les quedaba. En principio, la premisa nos resulta familiar, pero, conforme pisamos tierra firme y comenzamos a visualizar lo que se cuece en la ciudad nos damos cuenta de que Frogwares ha hecho algo diferente.

Oakmont es un lugar peculiar, ya que sus habitantes son conscientes de que conviven con bestias y otras atrocidades difíciles de describir. Saben que una buena parte de la ciudad está sumergida en el agua y saben que hay algo terrible acechándoles. Los nativos de Innsmouth representan al escalón social más bajo y la sociedad se niega a aceptarlos. La clase más alta, que aparentemente se antojan salvajes primitivos y cuyo aspecto no dista mucho de un simio, gobierna gran parte del territorio y dedica casi todos sus esfuerzos en investigar lo que está sucediendo. Tanto es así, que una de las personas más poderosas de la ciudad financió una expedición al foso marino en busca de respuestas, convencido de que los brotes de histeria estaban estrechamente relacionados con el hundimiento de la ciudad. No se sabe qué pasó, salvo que el único superviviente fue su propio hijo, ahora en paradero desconocido. A partir de este momento intervenimos nosotros, ya que, como no podía ser de otra forma, nuestra llegada a Oakmont coincide casualmente con una investigación abierta que demanda las dotes de un detective experimentado… Y hasta ahí podemos contar.

Conforme avanzamos y resolvemos casos obtenemos esos citados puntos de experiencia, que sirven para desarrollar las aptitudes de nuestro personaje. Tenemos diferentes ramas en las que podemos obtener y mejorar perks como aumentar nuestra barra de salud, celeridad a la hora de fabricar recursos o elevar el daño que producen nuestras armas, entre otros. El desarrollo de Reed se cuece a fuego lento; hay muchas mejores por desbloquear, pero los puntos de experiencia obtenidos son muy reducidos, obligándonos a aceptar y resolver cualquier encargo que se cruce en nuestro camino. Asimismo, cada mejora resulta muy gratificante, y es que dista mucho encarar a un enemigo peligroso al inicio, de hacerlo una vez llevamos un buen puñado de horas en la ciudad y nuestras capacidades han aumentado. Además, hay casos secundarios que nos exigen dar lo mejor de nosotros mismos en combate y eso es algo a lo que no podemos aspirar durante los primeros compases del juego. Como novedad en Nintendo Switch, si jugamos en el modo portátil, podremos usar la pantalla táctil para gestionar el inventario, lo que agilizará la tarea.

El título de Frogwares tiene muy claro cómo conquistar tanto a los amantes de la obra de H. P. Lovecraft, como a los aficionados al género detectivesco. Sin embargo, también sufre de algunos problemas de difícil solución que puede llegar a fastidiar la experiencia de los más exigentes. Lo primero y más evidente, el apartado técnico. Si la versión de PC, PlayStation 4, y Xbox ya adolecía de un apartado técnico cuestionable, la hibrida de Nintendo ha tenido que ver mermadas aún más sus características, sobre todo con los modelados, las texturas, y las caidas de frames por segundo en las áreas más extensas. Unos tiempos de carga bastante extensos tampoco han ayudado. Se hace palpable que al título le ha faltado optimización, pues se han visto otros juegos más potentes en la consola a día de hoy.

Por otro lado, tenemos el sistema de combate, funcional pero un tanto engorroso. No estamos ante un gran juego de acción y las batallas son más un trámite que otra cosa. Los enemigos infligen mucho daño y la jugabilidad a los mandos de un arma de fuego no es del todo gratificante. Más que un defecto, digamos que se trata de un elemento en el que se podría haber trabajado con más ahínco. Y es que, una vez nos acostumbramos a los patrones de movimiento del bestiario enemigo —cuya temática es muy lovecraftiana, evidentemente—, nos acabamos dando cuenta de que resulta mucho más inteligente esquivar y huir, que detenernos a combatir. A pesar de todo y otra novedad en esta versión, se ha añadido control por movimiento como ayuda durante los combates, lo cual es de agradecer para mejorar la experiencia con el apuntado en el combate en lo posible.

Para rematar, nos encontramos con algo que a buen seguro creará división de opiniones: la navegación por la ciudad. Un buen puñado de calles están sumergidas y no queda más remedio que cruzarlas en barca. Generalmente, cuando abrimos el mapa y vemos cómo el agua se ha tragado esa avenida o ruta por la que deseamos atajar, siempre tenemos cerca un pequeño embarcadero en el que nos espera una modesta pero útil lancha a motor. Hay que decir que este elemento está muy bien resuelto, aunque por norma general tendemos a encontrarnos una ciudad casi vacía, en la que más allá de lugares de interés o la ubicación de una determinada misión, no hay mucho más que hacer en ella. Eso sí, sería injusto no destacar la fantástica ambientación; es una gozada pasear por Oakmont cuando cae la noche, adentrarnos en una iglesia o investigar una mansión abandonada. En este sentido, Frogwares ha llevado a cabo un gran trabajo en cuanto al tratamiento de una temática tan manida a estas alturas.

Frogwares ha logrado un buen trabajo, con matices. Si nos ceñimos a la interpretación de una obra tan exigente, la realidad es que The Sinking City resulta muy satisfactorio y cuenta con argumentos más que suficientes para mantenernos pegados a la pantalla durante un buen puñado de horas. Si lo valoramos como un título de detectives en el que debemos resolver misterios con la única ayuda de nuestro ingenio, el juego no dista demasiado de lo que llevamos varios años viendo en la franquicia Sherlock Holmes, también de ellos. Sin embargo, el irregular apartado técnico, incluso para las limitaciones del sistema de Nintendo, empañan una conversión que prometía. No es un desastre, pero se podría haber hecho mejor. El resto del juego ya lo conocíamos, con sus virtudes y sus carencias.

 


Este análisis ha sido realizado mediante una copia cedida por Wire Tap Media