Es curioso que los días previos al anuncio de la próxima consola de nueva generación de Nintendo hayan coincidido con el momento en el que la gran máquina de sueños de Kioto ha puesto prácticamente el cierre final a una época turbulenta de su pasado reciente. Wii U se lanzó en 2012 a caballo del gran éxito de su predecesora, pero una serie de infortunios y errores de estrategia la acabaron convirtiendo en un importante fracaso. Ni siquiera el gran momento creativo que vivían los equipos de desarrollo de Nintendo fue suficiente para salvar a una máquina que, sin duda, merecía mejor suerte.

Lo ocurrido con Wii U sirvió de aliciente para que Nintendo, como tantas otras veces en su historia, empujase hacia adelante y consiguiese reinventarse con el lanzamiento de Switch, convirtiendo a esta nueva plataforma híbrida en uno de los mayores triunfos de la historia de los videojuegos. Sin embargo, a pesar de saborear de nuevo las mieles del éxito, Nintendo no olvidó a Wii U y a todos los excelentes juegos que quedaron atrapados en dicha consola, desconocidos para gran parte del público que le había dado la espalda. Es por ello que metódicamente se ha dedicado a relanzarlos en Nintendo Switch, dándoles una segunda vida.

Uno de los pocos grandes juegos que quedaban todavía en Wii U, y uno de los más reclamados durante los últimos años, era Xenoblade Chronicles X, el segundo gran proyecto de Monolith Soft que en su día se había convertido en el emblema de la malograda consola. Ha costado, pero, finalmente, las cadenas se han roto y Xenoblade Chronicles X: Definitive Edition ya está disponible en Nintendo Switch.

Hablar de Xenoblade Chronicles X es hablar además de uno de los juegos más importantes de la historia reciente de Nintendo, pues en cierta medida su gigantesco mundo abierto anticipó la llegada de la nueva formula jugable que convirtió a The Legend of Zelda: Breath of the Wild en un enorme éxito de crítica y ventas. Y es que Xenoblade Chronicles X fue ante todo un desarrollo rupturista mediante el cual Monolith decidió ampliar las mecánicas jugables del primer Xenoblade, pero no de la forma que todo el mundo esperaba.

El Xenoblade original fue un soplo de aire fresco para el JRPG cuando se publicó en 2010. El género vivía sus momentos más bajos en cuanto a aceptación y para tratar de reconectar con el público se sucedieron los desarrollos altamente experimentales de resultado dispar. Xenoblade Chronicles formó parte de esta nueva ola creativa, intentando aportar solución al estancamiento del JRPG mediante la apuesta por grandes mapas abiertos totalmente explorables, salpicando estos niveles de una ingente cantidad de misiones que, si bien muchos podían catalogar como simples misiones de recadero, eran innegablemente adictivas al potenciar la exploración de cada resquicio de su fantástico mundo. La formula de Xenoblade Chronicles debía mucho a los juegos de rol multijugador online, así como a Final Fantasy XII, pero parte de su éxito se debió a la forma en que Monolith conseguir fusionar esta faceta con una estupenda historia heredera de su pasado como creadores de Xenogears y Xenosaga.

Con Xenoblade Chronicles X las expectativas eran inmensas y Monolith decidió redoblar la apuesta, enfocando todavía más el juego hacia la exploración en detrimento de la historia. Mira, el mundo del juego, es enorme y la extraordinaria escala de sus mapa todavía consigue sorprender incluso hoy, cuando ha transcurrido ya una década desde su lanzamiento original. Pero, ¿qué tiene de especial Xenoblade Chronicles X: Definitive Edition para mantener está capacidad de impresionarnos incluso después de diez años en los que hemos visto todo tipo de mundos abiertos?

Lo primero de todo es que Mira no se trata de una simple planicie con mucho terreno que recorrer pero poco para hacer. Los mapas tiene una gran verticalidad, por lo que no solo tenemos que preocuparnos de explorar a lo largo y ancho, sino también a lo alto, algo que ofrece infinidad de posibilidades a la hora de movernos por Mira, con cuevas escondidas, lugares aparentemente inaccesibles que nos obligarán a mirar en todas las direcciones posibles, distintos niveles de altura con su propia fauna y ambientación, estructuras que podemos utilizar como plataformas para abrirnos camino, y un larguísimo etcétera de virtudes que convierten la exploración en una delicia.

Por supuesto nos encontramos de nuevo una innumerable e inabarcable cantidad de misiones, cuyos planteamientos son diversos y pueden ir desde un épico enfrentamiento contra un enemigo único hasta el grindeo más absurdo obligando a recorrer enormes distancias para recolectar objetos. Son, en todo caso, misiones que cumplen su objetivo de dotar de una finalidad a la exploración del mapa, incluso cuando en los largos periodos de hiato en los que la historia principal está ausente, y que consiguen llevar la vida del juego por encima de las cien horas. La lastima es que con frecuencia el progreso en el juego está vinculado a la obligación de completar determinada cantidad de estas tareas secundarias o de haber explorado determinada cantidad de mapa, algo que en cierta medida se siente como relleno y que, de nuevo, obliga a recalcar que la narrativa tiene un papel muy poco relevante en este juego, al menos durante sus primeras horas.

Y no es que la premisa argumental de Xenoblade Chronicles X: Definitive Edition sea mala, todo lo contrario. El juego nos sitúa en un interesante escenario de ciencia ficción en el que la humanidad se ha visto atrapada en un conflicto intergaláctico que ha provocado la destrucción de la Tierra, causando un éxodo a la desesperada de nuestro planeta natal. Una de estas naves de escape acaba estrellándose en el planeta Mira, tras lo cual comienza la odisea de los supervivientes -entre los que se encuentra el protagonista del juego, un personaje cuyo aspecto podremos diseñar desde cero a nuestro gusto y que se mantendrá en silencio a lo largo de toda la aventura- por tratar de reconstruir nuestra sociedad en un planeta hostil.

Es una historia servicial, con puntos interesantes e giros de guion impactantes, pero tarda muchas muchas muchas horas en arrancar e, incluso así, con frecuencia queda muy diluida dentro de la propuesta del juego. Todo queda al servicio de la exploración de Mira y, por supuesto, como ya he comentado, Mira es un planeta hostil repleto de fauna y de criaturas que no dudaran en intentar matarnos. Es aquí donde entra en juego el excelente sistema de combate creado por Monolith.

Este sistema de combate es una versión muy mejorada del sistema del primer Xenoblade Chronicles Básicamente es un sistema activo que hace mucho énfasis en la movilidad y en el que tus personajes tienen un ataque básico automático y una serie de habilidades que necesitan un tiempo de recarga después de cada uso. Además, cada personaje tiene 2 armas básicas -de cerca y de lejos- que puede intercambiar en cualquier momento; asimismo, hay varios tipos de Art ofensivos y defensivos. La principal diferencia con Xenoblade Chronicles viene gracias al sistema de comandos: cada cierto tiempo, tus personajes te pedirán utilizar cierto tipo de habilidades que nos darán ventaja en combate -«está debilitado, es hora de atacar de cerca», «gana el control del terreno, usa tal posición», «usa un buff», etc-. De tal modo, el juego no se convierte en una rotación simple de habilidades, sino que tiene cierto elemento táctico y de atención, pues al usar la habilidad correcta cuando nos lo piden el ataque tendrá diversos bonus -curará, pegará el doble o te dará un buff-. Esto cambia dramáticamente las batallas: por ejemplo, es posible matar a un jefe de varios niveles por encima del tuyo si eres lo bastante hábil. Esto provoca que el combate no sea un piloto automático eterno como en Xenoblade Chronicles, sino una experiencia más interesante para el jugador.

Esta nueva versión definitiva para Switch llega también con una renovación de la interfaz que mejora aspectos muy criticados de la versión original e incorpora bastantes mejoras técnicas. Monolith demuestra que ha conseguido dominar por completo el hardware de la híbrida de Nintendo y las imperfecciones que plagaron los lanzamientos de Xenoblade Chronicles 2 o Xenoblade Chronicles: Definitive Edition están totalmente ausentes en este lanzamiento. La cosa no solamente se queda ahí, pues, al igual que ocurrió con la remasterización de Xenoblade Chronicles, se ha incorporado nuevo contenido, en este caso un larguísimo epilogo de cerca de 20 horas de duración. La suma de todas estas novedades, unida al hecho de que se trata del juego de la saga que resulta más desconocido para el público, convierte a Xenoblade Chronicles X: Definitive Edition en un imprescindible, tanto para nuevos jugadores como para aquellos veteranos que dispongan del tiempo necesario para volver a perderse en el enorme mundo de Mira.