«¿Recordáis la primera vez que conocimos a John McClane? Argyle le recogió de su avión y le llevó al edificio Nakatomi para encontrarse con Holly.» Así comenzaba La Jungla de Cristal, legendaria película de 1988, dirigida por el triunfante director de Depredador dos años atrás, John McTiernan. Pasábamos de un cachas de manual en una película de acción, a otra película de acción con un actor que se prodigó en culebrones y comedias, convertido en uno de los primeros héroes de acción que sufrían y sangraban como un gorrino, frente a esos cachas semi-impolutos que el género había popularizado durante décadas.
Aunque ya habíamos tenido alguna adaptación a videojuegos de esta curiosa y hoy en día deslucida saga, casi mejor dejar de lado cosas como la adaptación a NES -y ya sabéis que yo soy un enamorado de la máquina-, para centrarnos en lo que fue un hito en 1996: tres videojuegos adaptando las tres películas presentes en aquel momento, en un único CD. Y siendo los tres juegos bien completos en lo suyo ¿Y qué es lo suyo? Cada película adaptada en un género totalmente diferente, y molando de narices cada juego.
Probe Software, luego Probe Entertainment, hizo un trabajo descomunal. El tiempo tan lejano, las 3D tan primigenias, y como cada género ha envejecido, darán una impresión errónea de lo que fue un hito. Una curiosidad es que Bruce Willis no cedió su imagen y derechos, siendo el videojuego Apocalypse en 1998 su primera aparición real en lo jugable. Ni en los juegos basados en esta licencia, ni en otros basados en sus películas como El Gran Halcón o El Quinto Elemento tuvimos a nuestro ahora calvo ilustre, más allá de lo que permitiera la licencia para reproducir material de las películas en portadas y manuales. Por lo visto Walter era receloso y reticente de este medio, si la leyenda de aquel entonces es cierta. O simplemente, sería una cuestión monetaria.
«Sor Serene me llamaba Señor McClane y mis amigos me llaman John. Tú no eres ni una cosa ni la otra»
Las primeras navidades que le fastidiaron al bueno de John trascurren en forma de un juego de acción en tercera persona. Durante 19 fases el aguerrido policía de Nueva York descalzo y con su camiseta de mallas debía rescatar a un número determinado de rehenes, para luego tener treinta segundos antes de que una bomba estallase, buscando el ascensor donde estaba, desconectarla y subir al siguiente piso.
Es lo que digo, lo que ahora es tosco, veinticinco años atrás era un TPS muy majo y largo con tanto piso. También algo monótono, ya que no había grandes elementos diferenciadores entre esos niveles. Y como la tecnología tosca también se aplicaba al control -el juego no estaba preparado para doble stick-, el manejo de personaje y visibilidad se solucionaban con ideas ingeniosas como hacer las paredes traslúcidas al acercarnos a ellas, facilitando ver lo que podía haber detrás. Con esto, y el mapa mostrando el nivel, los rehenes y a los enemigos, la cosa iba tirando bien.
Diferentes tipos de granadas y armamento, con la pipa reglamentaria de McClane con munición infinita para no quedarnos secos, y un último nivel de horda contra mogollón de enemigos y el mismo Hans Gruber, dejaban un juego muy apañado.
«¡Oh, John! ¿Por qué siempre nos pasa lo mismo a nosotros?»
Para la adaptación de la segunda Jungla de Cristal, que dirigió Renny Harlin -al que guardo un gran cariño por Las Aventuras de Ford Fairlane… doblando al protagonista el p*to PABLO CARBONELL-, se eligió el género de los juegos de puntería con pistola, a la usanza de Virtua Cop. De hecho, el juego era compatible con las pistolas de luz que había en ese momento, pudiendo jugarse con mando dirigiendo el punto de mira. Pero lo mismo no era no.
Así, entre las localizaciones del aeuropuerto de Dulles en Washington, tocaba chafarle los planes al General Esperanza. El juego tiene una enorme destruibilidad de escenarios, de nuevo, hablando de la época donde nos encontrábamos. Más corto que los otros dos juegos, pues que seguía teniendo su aquel. Y también se esforzaba en transmitir la segunda fílmica, buscando maneras ingeniosas de trasladar algunos momentos de La Jungla de Cristal 2: Alerta Roja, aunque otras fueran más ‘asín’, como la fase final contra el avión del general.
«Me ha sorprendido de nuevo, McClane. Se está convirtiendo en una desagradable costumbre»
Ya no era navidad, ya no estaba Allen. Pero volvía John McTiernan a la dirección de la tercera entrega, y con un sidekick a la altura como fue Samuel L. Jackson, o Zeus, como el padre de todos los dioses, como ‘jódeme y te meto un rayo por el culo’. Pues ahora teníamos un juego de conducción, siendo a mi gusto y buen juicio, el mejor juego de los tres.
Sabemos que la película se desarrolla en gran medida con John y Zeus subidos en coches ¿Verdad? Aquí en cada fase tenemos que pisarle bien porque hay que llegar a las bombas que Simon Dice que ha puesto por todas partes. Tiempo al límite, items como las ambulancias que nos despejan camino… y el juego más sangriento de los tres. Que si en los otros la sangre saltaba de malos e inocentes, aquí hasta tenemos que limpiarla del parabrisas del coche al atropellar a esos pobres viandantes… ¡Sin consecuencias! Carmageddon, gracias, abriste el camino.
El trasladar la película nos lleva al que considero el momento más loco del juego, derribar el helicóptero de Simon Gruber usando el puñetero coche. Utilizando ‘saltadores’, en un nivel circular, teníamos que atinar en ese esquivo vehículo volador. Una gamberrada de juego, de fases a toda hostia, ¡De todo!
No preocuparse, se podía quitar, o reducir más bien, la violencia en el menú de opciones. Tres juegos que si ya me parecieron un torrente de horas y diversión en su momento, tengo que destacar el logro técnico de que, no ya que cupieran en un simple CD de 650 MB, sino que encima la música estaba en pistas de audio CD, junto a los temas chiptunes. ¡Copón! Ponía el disco de PSX en la cadena musical y escuchaba las pistas del juego, porque tienen una calidad excelente. Eso deja mucho menos espacio para esos juegos. Obra de Stephen Root y Neil Palmer. Echarle una oreja, o dos:
Vale, la primera Jungla de Cristal -anda que no lamentarían el traducir en su momento tan libremente el título original- se hace algo repetitivo. Y el tercero también es hacer ‘lo mismo’ en cada fase, pero sin dejarte respirar. Igualmente fueron una gozada, aunque eso solo lo ratifiquemos quienes los jugamos en el momento preciso que le tocaba.
¡Ah! Pero llegaría un segundo Die Hard: Trilogy, con John McClane en una aventura apócrifa, de nuevo combinando géneros. Esta vez, en Las Vegas. Menos éxito, menos… ¿Inspiración? Yo creo que siguió estando bien, pero al pasar el tiempo, y aún manteniendo las mismas máquinas, los mismos esquemas no funcionan igual.
Además llegaría en el nuevo siglo Die Hard: Vendetta, con el hijo de Hans Gruber como nuevo benefactor de Nueva York. Y con Lucy McClane molando más que en la cuarta película. Pero como aún no han pasado veinte años de aquello, deberemos esperar a verlo por aquí. Terminemos con un merecido homenaje a la trilogía que tanto nos ilusionó, por obra de GuyZ Nite ¡Yippee-ki-yay, hijo de puta! Que cuando lo pronuncia Ramón Langa es aún más subidón que cuando lo dice Willis. ¡Hala! Ya lo he dicho.