Vamos despidiendo ese 2022 tan lleno de juegos y buenos momentos, cumpliendo alguna promesa de esas que he lanzado al aire en algunos momentos. Esta en concreto, vino gracias al grandioso e inclasificable McPixel 3 en su análisis. En el juego de aquel héroe de mierda estrafalario y diferente, referencié un juego no muy recordado de Mega CD, pero sin duda bastante conocido. Ambos juegos proponían hacer mucho en pantalla, haciendo muy poco con el mando, viendo una suerte de germen de uno en el otro, aunque un continente se interpusiera entre los creadores de ambos títulos. Switch, o Panic! venga también, es uno de los juegos más punkys, entendiendo de verdad este término y no la superficie de gritos y pelarros, que dio la década de los 90.
Cuando digo que Switch/Panic! es un juego poco recordado es, simplemente, porque no llegó a Europa. Pero me apuesto un brazo, la vesícula y una gónada, a que quienes intentábamos suplir la carencia de internet durante nuestra infancia, a base de comprar varias revistas de videojuegos al mes, y releerlas para absorber toda la vital información que contenían, reconoceríamos este juego lustros después de haber sabido de él gracias a esas revistas. Y antes de que gracias a la Red de Redes cualquier juego exótico y de poco alcance, consiga su merecida atención y sus quince minutos de gloria.
Era el año 1993, y si hablo de un ‘juego punky’ es porque la misma concepción pareció ir en esa línea. Por aquellos años, la revista MUY Interesante dedicó un artículo a la ‘guerra’ entre Nintendo y SEGA. Contrastaba como la compañía que dio a luz cosas tan alegres como Super Mario Bros era un lugar aséptico, serio, muy blanco, gente incluso con batas… en entornos rígidos y muy controlados. Por el contrario, la compañía que se partió los cuernos para crear a Sonic y la actitud tras él, tenía despachos y lugares de trabajos con posters, dibujos, empleados en vaqueros y greñas… Un ambiente más distendido y abierto. Allí fue donde conocieron un juego en el que la Mona Lisa tenía un buceador en su escote, que les llamaría la atención.
Pues ese es precisamente Switch.
En 1994 llegaría a terreno estadounidense de la mano de Data East, pero ya digo, nunca lo haría a Europa. Así que qué un polaco nacido en 1987 conociese y jugase a este juego puede ser mi hiperactivo cerebro estableciendo enfermizas conexiones. Pero los parecidos conceptuales a nivel jugable, narrativo y de ‘voy a la tienda de toallas de tanto como me suda la p*.,a’ son bien paralelizables.
La historia empieza diciéndonos que un virus a escala mundial ha infectado todos los aparatos electrónicos, pero todos, todos, todos. Así que nuestro crío supuestamente adorable, y con su ración de mal rollo encima de él, va a resolver este entuerto… tocando botones ¡SOLO tocando botones!
Es que eso es lo ÚNICO que vamos a hacer en Switch, tocar botones. Al llegar a cada pantalla, que puede estar situada en lugares del mundo, o en sitios que tal o pascual, tenemos un panel para pulsar botones. Unos harán que nos pasemos esa parte, otros nos mostrarán un gag, y otros activarán un fallo catastrófico. El número de botones es variable, presentados en paneles adaptados a cada loca situación, y no siempre habrá fallo catastrófico en muchos. O sea, que lo que toca es apuntar en libretita y tal.
Quizás la mayor muestra de jugabilidad es cuando entramos en algunos bucles, volviendo a niveles anteriores, intentando esta vez conseguir las elecciones correctas… o activando alguno de los treinta ‘¡Oh no!’ que arruinarán al mundo. El juego es compatible con el ratón de Mega CD, que habrá gente que no recuerde que esta máquina, o que incluso la Super Nintendo, tuvieron uno. No se les daría mucho uso como os podréis imaginar, pero ahí queda.
Una muestrilla del bucle y cambiamos:
Lo que hace grande a Switch lo lleváis viendo toda la entrada, los maravillosos, locos, estúpidos, y marcianos gags. Empiezan en el mismo segundo al poner el juego, e irán desde la tontería insulsa rápida hasta las burradas más burras, teniendo alguno toque escatológico como habréis comprobado. Esto es lo que hace que Switch se quiera jugar una y otra vez, sacar todas las situaciones posibles, comprobar qué hace cada botón. No se salva la partida, así que como decía, lápiz y papel para apuntar.
De hecho, es que hoy día podría ser un juego interesante para probar por uno mismo. Podéis buscar ‘longplays’ por YouTube, pero no recogen todas las soluciones y gags de sus múltiples fases y niveles. Precisamente, si algún ‘speedrunner’ se quisiera hacer una partida rápida tendrías uno de los vídeos más sosos de internet, solo pulsando el botón correcto y pasando a la siguiente parte, sin transiciones ni efectos visuales en muchos casos.
Porque el Mega CD se aprovecha decentemente, el cúmulo de gags, escenarios, sprites… junto con la calidad de la música y voces, al menos siguen dejando una experiencia audiovisual apañadilla hoy día. No son aquellos juegos en MPEG con más grano que un chiringuito de paellas y über-comprensión, podemos tomarlo como una serie de cortos animados.
Una pequeña curiosidad es que de la versión japonesa a su paso a usalandia, se eliminó una subfase con una máquina de tabaco. Y otro mu rara con una máquina de escribir japonesa con un huevo de teclas, el panel donde más botones podíamos pulsar, por cierto, y que puede haber sido una acertada elección para que la cosa tire mejor hacia adelante.
Otra curiosidad, aunque puede ser que haya hecho conocer Switch a cierta gente, es que el juego se lanzó en 2002 en PlayStation 2. Pero no saldría de Japón siquiera, aunque ya estábamos en los tiempos en los que Internet nos daba a conocer mejor estas rarezas, e incluso, a poder conseguirlas por vías legales o alegales de forma más fácil que antaño.
Pues con la conciencia tranquila al cumplir una de mis promesas, con el año ya casi acabado, le deseo a los lectores que hayan llegado hasta aquí ¡FELICES FIESTAS Y MEJOR ENTRADA DE AÑO!