Singularity 5, de Monochrome Paris, es un shooter de oleadas para realidad virtual que nos propone una experiencia no muy extensa pero intensa en un entorno artístico que promete no dejar indiferente. ¿Lo conseguirá? Comprobémoslo.

Monochrome Paris es un pequeño estudio de cinco personas afincadas, como el nombre de la empresa indica, en París, y que se dedica a las experiencias, con el arte como base, enfocadas a la Realidad Virtual.

Singularity 5 es su primer videojuego. Un videojuego sencillo en concepto y que está siendo bastante recurrente en esta etapa de la Realidad Virtual, los videojuegos de acción en primera persona con enemigos por oleadas, pero que posee una fuerte identidad propia gracias a su particular- y artístico- apartado audiovisual.

Nada más comenzar, ese estilo, fusión entre futurista y el curvilíneo Art Nouveau, nos atrapa con fuerza para no soltarnos ya durante todo el tiempo que estemos sumergidos en la experiencia. Experiencia que, desde un tal vez demasiado escueto menú, nos permitirá escoger desde el primer momento cualquiera de los cinco niveles de que consta el juego y unas, por ahora al menos, muy parcas opciones que se limitan al nivel de detalle gráfico entre tres a elegir.

La acción nos lleva al año 2050 y nos sitúa entre el río Droite y las inmediaciones de, como no podía ser de otra forma, la celebérrima Torre Eiffel, totalmente rediseñada para el juego por los artistas de Monochrome Paris. Debemos, en esta ocasión como en muchas otras recurrentes en el mundo del videojuego, luchar contras las máquinas que han conquistado la zona para finalmente enfrentarnos al jefe final del juego, «La Diosa», y poder liberar París.

Las armas irán mejorando conforme avancemos en el juego y la dificultad aumente. Dificultad que, dicho sea de paso, recomendamos disfrutar en su nivel más alto, lo cual es seleccionable cada vez que vayamos a afrontar un nuevo nivel de los cinco que, como hemos comentado, componen el total del juego.

El estudio asegura haberse esforzado en conseguir una fluidez de 90fps para los requisitos recomendados cuando juegas en el máximo detalle, aconsejando una tarjeta gráfica con chipset NVidia GTX 1060. En caso de tener un hardware algo inferior podemos ajustar los detalles a bajo, no perdiendo en realidad demasiado por el camino puesto que, una vez metidos en faena y con el frenetismo de la horda de enemigos que nos atacarán a cada momento, no podremos ni reparar en tales detalles visuales.

Singularity 5 está pensado para jugar en modo 360ª aunque puesto que no hay exploración, y cuando se avanza se hace sobre raíles. La experiencia es, totalmente, como si de un arcade pensado para disfrutar en un salón recreativo con una moneda fuese. Pensado para poder ser superado en una hora de forma lineal, pero también para ser altamente rejugable al punto que si tenemos un rato suelto, apetece echar una partida de nuevo a uno de sus niveles por más que ya la hayamos superado.

A este respecto, y aunque te permite escoger nivel desde el comienzo, nuestra recomendación es que, al menos la primera vez que lo afrontemos, juguemos los niveles en el orden establecido. Sobre todo el primero, la torre, al tratarse de una suerte de nivel que sirve, a su vez, de tutorial al irnos descubriendo paso a paso los movimientos básicos y las primeras armas que podremos utilizar.

Para aumentar la sensación de arcade el juego nos presenta constantemente un marcador flotante de puntuación que podremos aumentar más rapidamente con la realización de combos múltiples. Dicha puntuación final en cada nivel queda registrada como nuestra máxima y también podemos intentar batirla a cada partida.

Es cierto que podríamos echar en falta más niveles, algo mayor de profundidad o narrativa o mayor cantidad de opciones pero si entendemos el juego como lo que es, no podemos más que recomendar encarecidamente su compra. Además el precio es realmente bajo, con un PVP de poco más de 8€ en Steam.

En definitiva Singularity 5 nos propone un juego directo, sencillo, arcade, rejugable y altamente disfrutable. Funciona muy fluido y con un aspecto audiovisual muy característico y bien trabajado. Corto pero intenso y plagado de diversión. Esperemos que los chicos de Monochrome Paris sigan evolucionando y continúen creando experiencias así de satisfactorias.