La evolución de la saga Mafia es una de las más peculiares del mundillo. Su primer juego, publicado en 2002, fue todo un acontecimiento en un momento en el que la resaca del enorme éxito de Grand Theft Auto III dominaba el ambiente y la saga Driver, una de sus grandes inspiraciones, se encaminaba hacia la perdición de la mano de su tercera entrega. Era una época en la que los mundos abiertos aún no habían alcanzado la escala masiva que vemos hoy, por lo que Mafia centró su propuesta en contar una historia con un planteamiento lineal, relegando la ciudad de Lost Heaven al papel de mero escenario de fondo. Sí, es cierto que en ocasiones podíamos recorrer libremente la ciudad y que su tamaño era considerable, pero más allá de la trama principal apenas había elementos que pudieran captar nuestra atención e invitarnos a perdernos en la exploración.

Tuvieron que pasar nada más y nada menos que ocho años hasta la llegada de Mafia II, un juego que, a grandes rasgos, siguió los pasos de su predecesor, pero sin alcanzar las mismas cotas de brillantez. No era para nada un mal título, pero el mercado ya comenzaba a demandar propuestas de corte más abierto, por lo que la propuesta de contar una historia lineal y encorsetada dentro de un mundo abierto fue vista como un anacronismo. Para Mafia III se decidió un golpe de timón, se puso el juego a cargo de otro equipo de desarrollo, se dejó un poco de lado la ambientación basada en la Mafia italoamericana y se apostó por un mundo abierto plagado de misiones y objetivos secundarios.

Los cambios realizados en  Mafia III fueron abruptos y no siempre coherentes con la esencia de la saga. Esta entrega se dejó por el camino gran parte de la identidad y acabó perdiéndose en una sucesión delirante de tareas y misiones repetitivas que para más molestia resultaban ser obligatorias, pues eran la llave necesaria para poder progresar y desbloquear las misiones principales. El patinazo fue monumental y un servidor llegó a temer que ese iba a ser el final, pero, por suerte, 2K ofreció una nueva oportunidad a Hangar 13 y les permitió lanzar un sobresaliente remake del primer Mafia, lo cuál consiguió insuflar nueva vida a la saga.

Ese impulso renovado sirvió como trampolín para lo que nos llega ahora: Mafia: The Old Country no es solo una precuela, sino una auténtica resurrección del alma de la franquicia. Ambientado en las colinas escarpadas y los pueblos bañados por el sol de la Sicilia de principios del siglo XX, el juego retrocede hasta 1904, décadas antes de que Tommy Angelo se subiera a un taxi en Lost Heaven.

Aquí es donde comenzó la Mafia: no en clubes de jazz ni en cafeterías iluminadas por neones, sino entre minas de azufre, viñedos y venganzas familiares empapadas de sangre. La decisión de Hangar 13 de anclar la historia en esta época no es solo estética; es una declaración narrativa. El juego se despoja del mito americano y se sumerge en los orígenes crudos y sin adornos del crimen organizado.

Encarnas a Enzo Favara, un huérfano siciliano vendido como mano de obra infantil a los cinco años para trabajar en las infernales minas de azufre de Collezolfo. Su padre, desesperado y endeudado, intercambió el futuro de su hijo por unas pocas monedas, y Enzo nunca lo olvidó. Pero esta no es una historia de venganza, sino de huida. Tras un accidente catastrófico en la mina y un enfrentamiento violento con sus capataces, Enzo escapa y el destino lo cruza con Don Torrisi. Lo que sigue es una ascensión lenta y dolorosa, de fugitivo a ejecutor de confianza, mientras Enzo se enreda dentro de la red de crimen, política y sangre tejida por la Familia Torrisi.

La narrativa del juego está profundamente centrada en los personajes y toca temas clásicos como la lealtad, la traición y el precio de la ambición. Enzo no es una caricatura de mafioso: es un joven moldeado por el trauma, la ambición y el anhelo silencioso de controlar su propia vida. Su relación con Isabella Torrisi, la hija del Don, añade complejidad emocional, al igual que su aprendizaje bajo figuras como Luca Trapani y Don Galante. Estos no son simples acompañantes en las misiones: son personajes plenamente desarrollados, con historias, motivaciones y secretos. Es quizá una historia que llega a ser muy predecible en algunos puntos y que no aporta nada excesivamente nuevo dentro de las historias sobre el crimen organizado, pero está contada con buen pulso, aunque se desarrolla a un ritmo muy pausado, que consigue que te llegues a encariñar con los personajes, y que, además, se ve reforzada por la estupenda ambientación y la excelente recreación que se ha hecho de la Sicilia de comienzos del siglo XX.

Para los fans de toda la vida el juego ofrece conexiones sutiles con el universo Mafia. Se referencian personajes de otras entregas y hay guiños a eventos y lugares que resonarán con los más veteranos. Pero los recién llegados no se sentirán perdidos: la historia se sostiene por sí sola

La jugabilidad en Mafia: The Old Country combina sigilo, combate táctico y narrativa cinematográfica. Las misiones están muy bien diseñadas y son variadas, con objetivos claros y tensión creciente. Te infiltrarás en guaridas, sabotearás cargamentos y combatirás con familias rivales. Quizá su gran problema es lo encorsetado de su propuesta, reminiscente de las dos primeras entregas de la saga. La narrativa del juego se divide en actos y estos a menudo están conformados por pequeñas misiones y tareas entre las que hay una continuidad casi total. Durante ellas en ningún momento tendremos libertad para movernos a nuestro antojo y salirnos de la linea marcada o del área limitada por el encargo supone perder la partida y tener que regresar al último punto de control.

El juego también incluye un modo de exploración libre que se desbloquea al completar la historia principal, permitiendo recorrer el mundo sin restricciones narrativas. Puedes volver a visitar ubicaciones, interactuar con NPCs y descubrir coleccionables que hayas dejado atrás como cartas de santos, fotografías antiguas y recortes de periódico que enriquecen la historia del mundo. No son simples distracciones: son piezas de un rompecabezas mayor, que ofrecen contexto sobre las fuerzas sociales, políticas y económicas que moldean la Sicilia de la época.

El sigilo cobra especial importancia en este juego, pues hay bastantes misiones que implican realizar una infiltración silenciosa en algún momento de su desarrollo. La verdad es que es una mecánica que no pasa de ser funcional, pues la inteligencia artificial es bastante torpe y además las rutas por las que patrullan nuestros enemigos suelen darnos bastante margen para poder avanzar sin ser vistos. Ocurre algo similar con los duelos con cuchillo que habitualmente suponen el clímax del enfrentamiento con algún enemigo relevante. Son especialmente intensos, pero consisten en un sistema muy básico que queda reducido a dos ataques y dos defensas y que apenas nos exige precisión.

Los tiroteos resultan más interesantes, al contar con armas auténticas de la época como la Lupara y los rifles de cerrojo que ofrecen una experiencia distinta a las armas actuales. Estos enfrentamientos con armas de fuego se fundamentan en el uso mecánicas de coberturas y, al igual que con el sigilo, se ven un poco lastrados por la torpeza de la inteligencia artificial, pero resultan muy entretenidos.

Los vehículos tienen un papel importante, pero olvídate de los muscle cars de Mafia II. Aquí conducirás automóviles de principios del siglo XX: ruidosos, torpes y llenos de carácter. La física de la conducción refleja las limitaciones de la época, haciendo que las persecuciones sean caóticas y peligrosas. Los caballos también son clave, especialmente en misiones rurales. No son un simple adorno: son esenciales para moverse por el terreno y escapar de situaciones complicadas en lugares en los que los coches no pueden transitar adecuadamente.

Visualmente, The Old Country es impresionante. Construido sobre Unreal Engine 5, utiliza Nanite y Lumen para ofrecer entornos hiperdetallados e iluminación dinámica. El campo siciliano se representa con una belleza pictórica: viñedos que se mecen con la brisa, calles adoquinadas que brillan tras la lluvia y ruinas de castillos que se alzan sobre pueblos silenciosos. Cada región tiene su propia identidad visual, desde los mercados bulliciosos de San Celeste hasta las criptas sombrías de Valle Dorata. La atención al detalle es obsesiva y se nota. En muchas ocasiones querrás detenerte a admirar el paisaje y a sacar fotos.

El diseño sonoro es otro triunfo. Hangar 13 ha conseguido capturar la intensidad de las armas y vehículos de la época. Los disparos resuenan por los valles, y el rugido de un motor antiguo se siente como un trueno. La banda sonora mezcla arreglos orquestales con instrumentos tradicionales sicilianos, creando una atmósfera sonora cinematográfica y culturalmente adecuada al lugar en el que transcurre el juego. La música es mayormente diegética: canciones populares cantadas por trabajadores, melodías que flotan desde balcones y sonidos ambientales que cambian según la ubicación y la hora. El doblaje es excepcional, con actuaciones en varios idiomas, incluyendo siciliano, inglés y español.

Técnicamente, el juego está bien optimizado. Ofrece dos modos de configuración gráfica en consola: rendimiento y calidad con sus habituales diferencias de resolución, tasa de imágenes por segundo y calidad de algunos elementos, pero ambos ofrecen una buena experiencia y la elección queda unicamente limitada a vuestra preferencia entre una mayor tasa de imágenes por segundo o una imagen más definida y limpia. Los tiempos de carga son mínimos, y la interfaz es limpia e intuitiva. Las opciones de accesibilidad son amplias, incluyendo personalización de subtítulos, reasignación de controles y ayudas visuales para jugadores con daltonismo.

Mafia: The Old Country funciona a la perfección como una aventura cinematográfica. Sus mecánicas jugables no destacan especialmente y en ocasiones resulta tan encorsetado que puede incluso llegar a causar cierto agobio, pero su cuidadísima ambientación y sus fabulosos elementos narrativos consiguen elevar la experiencia hasta limites insospechados. Es un juego que se disfruta, que consigue honrar el legado de la franquicia a la que pertenece sin renunciar a forjar su propia identidad. En un panorama saturado por videojuegos con mundos abiertos kilométricos y modos multijugador sin alma, Mafia: The Old Country supone un refrescante vistazo al pasado.