¡Que les den a Vengadores y Ligas!¡Aquí vienen los yayos!

Unir diferentes franquicias y universos en un crossover siempre ha tenido su morbo y tirón comercial. Actualmente los ejemplos nos invaden y saturan, sea juntando al Juez Dredd con Batman, las Tortugas Ninja con los Cazafantasmas, Superman contra los Aliens de Scott y Giger, o el czamiano Lobo con La Máscara. La cosa podría seguir avanzando en cruces y retrocediendo en el tiempo con ejemplos como Usagi Yojimbo y las Tortuguitas Mutantes de nuevo; Superman y Spiderman, Batman y Hulk……..Pero viajando al reino de lo -casi- imposible, pondría el chip mental en la irrepetible «The Leage of Extraordinary Gentlemen» de Alan Moore y Kevin O’Neal, por el cruce dispar de personajes y mundos. Y si, todos tenemos en mente a las dos agrupaciones superheroicas ‘cruzados’ por antonomasia 😉

Esos dos supergrupos -y, por supuesto, la proliferación indiscriminada de este concepto-, es lo que llevó en 1985 a unir los destinos de tres colosos de la historia del cómic de justicieros y luchadores contra el mal en una serie de animación de 65 capítulos: habían nacido Los Defensores de la Tierra -sí, otros más, sí-. Pero aquí el gancho era utilizar a personajes bien desconocidos en aquellos años, usando como pegamento el carisma y universo de Flash Gordon, la competencia de Buck Rogers -ambos indómitos héroes espaciales de factura estadounidense-, tras el impulso de la película de 1980 dirigida por Mike Hodges y contaba con Sam J. Jones como el rubiales protagonista, junto al grandísimo Max Von Sydow como el antagonista del hercúleo héroe.

Así, tenemos a Flash Gordon junto a dos leyendas caídas en el ostracismo como son Mandrake, el Mago, y Phantom/El Hombre Enmascarado . Los tres aventureros y justicieros vienen de la década de los 30; de 1934 los dos primeros, y del 36 en el caso de Phantom, del mismo guionista de Mandrake, Lee Falk. Superman llegaría en 1938, Batman en el 39, y el Capitán América en 1941, pero estos tres combatientes del mal estaban antes ahí, y volvieron por sus fueros, aunque nadie, o casi nadie, lo pidiese…….con un servidor encantado por ello.

Escribo entradas retro mientras se acerca mi fatídico 41 cumpleaños, pero ni yo mismo he tenido el trato que se merece con semejantes iconos de la cultura popular. Flash Gordon era fácil de conocer con la citada película, un clásico del cine de esa década naciente que vería a tantos símbolos inmortales del celuloide, haciendo que la redistribución y reimpresión de cómics pasados fuese hasta accesible. Antes, los kioskos y librerías hervían de viñetas, bajar a comprarse unas gomas de borrar y lápices para clase y llevarse tebeos al peso, son un clásico de muchas infancias, por supuesto la mía. Con ese espíritu, entraron en mi vida personajes que han tenido pervivencia como el Juez Dredd; otros cayeron en un segundo, tercer, y séptimo plano, como ‘Slaine – El Rey Furia’ -hablo de la colección de cómics, la novela gráfica de Mills/Bisley tiene su hueco reservado en la historia del arte secuencial-, o ‘Roge Trooper – El Guerrero Azul’, con un claro sleeper en forma de videojuego de PS2. Así pude leer aventuras de ese apuesto aventurero espacial, que engalanaba a todos y todas por su mandíbula cuadrada, deltoides y biceps. Pero, sobre todo, conocí al Espíritu que Camina, al Fantasma……al Hombre Enmascarado, en aventuras continentales, en el África profunda, tribal, de blancos sobre negros. Pero extendiendo su actuación y su justicia sobre todo el mundo, especialmente luchando contra piratas y organizaciones ancestrales como Los Buitres. Un hombre, más que un hombre, entrenado al extremo, con una potente base de operaciones y aliados, sombrío, sigiloso, tenaz. Y que portaba un símbolo que infundía terror a sus enemigos. Me quiere sonar esto de algo y no sé de que………………………Por desgracia, a Mandrake, el genio del hipnotismo, del ilusionismo, nunca tuve el placer de conocerlo en viñetas hasta tiempos de adultez, en reediciones en formatos de bajo precio que tristemente van dejando de abundar en aras de material de factura más cuidada, y precios abultados, para capturar la nostalgia de gente como yo, pero no yo.

No obstante, llegados a este punto ¿Por qué no rescatar justamente otra pieza poderosa de nostalgia como es el juego de tablero de «Los Defensores de la Tierra«? Fue allí donde más me familiaricé con el universo de Flash Gordon -que, como digo, es el que impregna y absorbe al de los otros dos protagonistas-, su iconografía, personajes y trasfondo ¿Os acordáis de «En Busca del Imperio Cobra«?¡Seguro que si! Un trabajo para la empresa zaragozana CEFA del visionario Pepe Pineda, con tanta calidad en el tablero como la iconografía visual que destilaba. Pues hubo un juego de «Defensores de la Tierra» con mecánicas clavadas a la aventura en tablero donde buscábamos acabar con el mal ancestral de la Cobra, pero cambiándola por Ming el Despiadado, enemigo jurado de Flash Gordon, y también, amenaza global en este team-up.

Aquí ya conocíamos a buena parte de los personajes de esta franquicia, como Lothar el aventurero -compañero y colaborador de Mandrake-, o la alegre mascota Fuzzy. Y en el bando enemigo, el cerebro computerizado Octon, o la serpiente Mongor. Todo suma para crear expectación y ansia cuando te acercas a una tienda en 1990 a comprar un juego para tu ya agonizante Amstrad CPC. La contraportada vuelve a ofrecerte pantallas de las versiones de 16 bits, pero la portada te muestra a esos héroes que conoces, que ya has visto, y te han engatusado. Por suerte, aquí el bait lleva a un juego muy decente, muy fluido, divertido, y con un diseño arcade bien planteado con un acompañamiento técnico a la altura. Oye, el sistema iba dando sus últimas boqueadas, que menos que conseguir un título que no te dejase decepcionado antes de saltar a los sistemas que se iban imponiendo. Lo consiguió, y por eso existe esta entrada.


Pues del juego no hay mucho que contar, no por falta de calidad como he mencionado, sino porque su presentación y diseño jugable son harto sencillos, y efectivos. Manejamos a Flash Gordon en un juego Run and Gun, sin scroll, de movimiento entre pantallas como Gryzor o Game Over. Saltos y disparos para los odiantes de lo anglo, donde el CPC daba el tipo con múltiples sprites de fluido movimiento en escenarios coloridos y con todo tipo de detalles…..a veces demasiados, que para ser un juego de avance y tentetieso sin muchas bifurcaciones, a veces esos recargados escenarios generaban confusión hacia donde ir o como afrontarlos. Porque realmente, de los Defensores de la Tierra, está Flash, y luego los otros -El Hombre Enmascarado, Mandrake, Lothar y el siempre adorable Fuzzy- se les ve como dibujos bajo la pantalla de juego, y se les utiliza al llegar a un obstáculo -sobre todo puertas acorazadas o campos de energía- que el bueno del oxigenado no podía superar, y que hay que recurrir a la tecla ‘ayuda’, debiendo esperar unos segundos a que nuestro colega nos resuelva el entuerto ¡Oh! Y hay que moverse rápido, porque pasados un breve tiempo en la misma pantalla, surge el mensaje de alarma y nuestra vida empieza a mermar hasta que nos movemos hacia otra pantalla, anterior o siguiente. Salvo en los jefes finales, donde podemos permanecer hasta matar o morir.

Son tres fases con sendos jefes finales, en forma de sprites de generoso tamaño aunque sin frames de animación, con patrones similares: sprite moviente en el caso de Octon -nivel 1- y Ming -nivel 3-, y Mongur estático -nivel 2-, lanzando una lluvia de proyectiles y siendo, parafraseando a los jóvenes de ahora, esponjas de balas. No es un juego largo, dificultado por la aparición continua de enemigos, las secciones donde esperamos la ayuda con la temida alarma de intrusos sobre nuestras testas, y esos jefes finales que resisten muchísimo más que nosotros. No, no es un arcade redondo en duración y niveles, pero sí bien cumplidor con lo que se destilaba en la época. O tal vez, en la pasada época, ecos de un tiempo que se marchaba, un bello canto de cisne, que no podía durar mucho so pena de la omnisciente «Intruders Alert» sobre nosotros xD

Sobre las versiones, tenemos la de Amstrad CPC, Spectrum, Commodore 64, Atari ST y Amiga. Yo hablo de lo mío, la de Amstrad, pero hay diferencias -como siempre- a destacar: en Spectrum y Commodore hay mayor fluidez de movimiento a costa del colorido, pero tienen el aliciente de que cada obstáculo, cada vez que necesitas la tecla ayuda, ves al ‘Defender’ echarte un cable en pantalla, con Phantom y Lothar abriendo puertas, Fuzzy desactivando sistemas y Mandrake lanzando sus poderes para crear caminos. En Amstrad, solo se despeja el impedimento o se crea la vía tras un tiempo al pulsar la tecla ‘ayuda’. Y en 16 bits tenemos ya un juego con scroll, más fluido ¡Como no! En Amiga 500, sin ser de sus mejores exponentes la verdad. La música, solo suena en la pantalla de título y final. Pero ¿Sabéis? La versión de CPC tiene una muy extraña sorpresa que no sé si se llegó a replicar en otros sistemas……..

Cuando tenías un ordenador que usaba cassettes aprendías a cultivar tanto la paciencia mientras cargaban, como la fe de que lo hicieran correctamente. Este juego nos sorprendió a mi hermano y a mi de la forma más inexplicable. Tanto, que le sacamos más partido a la sorpresa que al juego principal. Veréis, el juego tenía una carga inicial, llegabas al menú, y volvía a cargar de nuevo la fase, era lo usual. En estos casos, cuando morías tenías que rebobinar hacía la carga del menú, mirando el contador dentro del ordenador, o el reproductor externo………Ah, que divertido era todo…………Bien, pues como en casa a cazurros no nos gana nadie, nosotros rebobinamos hasta el comienzo de la cinta, y aparecía la pantalla de carga……..y resulta, que cargaba…….un nivel bugeado bien jugable, con bifurcaciones, con obstáculos y necesidad de ayuda, que mezclaba pantallas, diseños, enemigos, items……Hasta que alcanzabas un punto de ruptura donde ya el juego no daba más de si. Pero lo curioso de narices es que dicho nivel ‘bug-fantasta’ variaba si habías palmado en la fase 1, 2 o 3, siendo ese ‘Pacman 256‘ diferente en función de dicha fase. El juego original lo valía -bueno, 1.200 pesetas, hostia……..-, pero jugar una y dos y cien veces a esas fases-bug nos dio mucha vida. Y aunque este no era uno de esos juegos como el Superman de Taito o el Batman de Ocean que te meten y te hacen sentir ser un personaje de viñetas, sin duda, fue también un juego especial.

Un orujito por vosotros, amigos. Y hasta la próxima aventura