Han pasado ya unos años desde que Daemon X Machina debutara en Nintendo Switch en 2019 -y un año después en PC-, ofreciendo a los fans de los mecha un título interesante y lleno de personalidad que, con sus aciertos y sus carencias, logró llamar la atención en un género poco habitual en el mercado occidental. Aquella entrega nos presentaba un mundo devastado por la caída de la Luna y una humanidad al borde del colapso, defendida únicamente por pilotos mercenarios a bordo de espectaculares Arsenals. Era un juego que apostaba por la personalización, por combates frenéticos contra máquinas colosales y por un estilo visual inconfundible. Ahora, seis años más tarde, Marvelous regresa con Daemon X Machina: Titanic Scion, un nuevo título mucho más ambicioso que da el salto al formato multiplataforma y busca hacerse un hueco entre los grandes lanzamientos de este mes. La pregunta que nos hacemos es clara: ¿consigue este nuevo título mejorar en todos los aspectos a su predecesor sin perder su esencia?
En Titanic Scion, la humanidad lucha por sobrevivir en un planeta dividido. Los Outers, humanos nacidos con habilidades especiales debido a la exposición al recurso energético Femto, se rebelaron contra el resto de la humanidad por el desprecio y el rechazo que esta mostraba hacia ellos. Estos Outers formaron el Sovereign Axiom, y controlan y rigen el planeta desde unos satélites de defensa orbital conocidos como Jardines. Mientras los humanos en la superficie luchan por su supervivencia y enfrentan también a criaturas orgánico-mecánicas llamadas Immortals, una resistencia llamada los Reclaimers se alza para desafiar el dominio del Axiom. El protagonista, nuestro personaje, un Outer con habilidades únicas, se ve atrapado en este conflicto, donde alianzas y traiciones definen el destino de la humanidad. Aunque Titanic Scion no continúa directamente la historia del primer juego, recupera elementos reconocibles, como los Outers, los Arsenals y los Immortals, estableciendo un nuevo conflicto.
Donde Titanic Scion realmente marca diferencias es en su jugabilidad. El primer título se organizaba en misiones seleccionadas desde un menú, con arenas de combate relativamente contenidas. En Titanic Scion, sin embargo, se apuesta por un planteamiento más abierto. No estamos ante un mundo enteramente libre al estilo de un RPG gigantesco, pero sí frente a regiones amplias y conectadas, que transmiten una escala mucho mayor y nos invitan a explorar. Aquí no solo encontramos objetivos principales, sino también encargos secundarios, recompensas por eliminar enemigos concretos y momentos de calma que contrastan con los enfrentamientos más espectaculares. Este cambio de diseño del mundo nos recuerda mucho al de las últimas entregas de la franquicia Monster Hunter, buen ejemplo en el que fijarse.
El control de los Arsenals también ha recibido una revisión profunda. Si en el primer juego muchos jugadores se quejaban de que los mechas flotaban demasiado y carecían de peso, ahora los movimientos resultan más contundentes y ágiles al mismo tiempo -salvo en los vehículos, que sí notamos una ligereza extrema en ellos-. Hay una sensación de inercia mejor lograda, lo que hace que volar, esquivar y disparar se sienta mucho más satisfactorio. El sistema de combate gana en fluidez gracias a un apuntado manual más preciso, que sustituye al auto-lock que a veces restaba emoción en la entrega anterior -aunque también se puede utilizar-. Además, los Arsenals son algo más compactos en diseño, más cercanos a exoesqueletos que a robots gigantes, lo que encaja perfectamente con el nuevo ritmo de las batallas.
La personalización sigue siendo un pilar fundamental. Podemos modificar cada parte del Arsenal, desde armas principales y secundarias hasta las partes de la armadura, escudo y módulos de apoyo. Los enemigos derrotados dejan caer piezas y recursos, lo que introduce un componente estratégico: no podremos quedarnos con todo, solo con un ítem, así que habrá que priorizar qué botín recoger en cada misión. De este modo, el progreso se convierte en una mezcla de habilidad, experimentación y elecciones tácticas. A esto se suma un nuevo sistema de fusión con los llamados Factores Inmortals, que nos permite implantar mejoras biotecnológicas en nuestro piloto para obtener ventajas únicas, como más potencia de fuego o mayor resistencia. El precio a pagar es que nuestro personaje se vuelve cada vez menos humano, con cambios visibles en su aspecto y la posibilidad de perder parte de esa identidad.
El diseño de enemigos también ha dado un salto cualitativo. Los Immortals siguen siendo el plato fuerte y los enemigos más comunes, pero ahora se nota más variedad en sus patrones y debilidades. No se trata solo de disparar sin descanso, sino de aprender a leer sus movimientos, aprovechar el terreno y coordinarse si jugamos en equipo. Aquí entra otro de los grandes atractivos de esta entrega: el cooperativo. Toda la campaña es jugable junto a otros dos jugadores y, además, hay compatibilidad total de cross-play entre plataformas. Esto abre un mundo de posibilidades, ya que podremos unirnos con amigos sin importar en qué plataforma estén. Es un paso adelante que potencia muchísimo la rejugabilidad.
En lo técnico, Titanic Scion se apoya en el Unreal Engine 5, y eso se nota en el detalle de los entornos, la iluminación y los efectos. Los combates se ven espectaculares, con explosiones que llenan la pantalla y escenarios amplios que transmiten sensación de gran escala. Los diseños de los mechas lucen afilados y modernos, con un estilo estilizado que recuerda a un anime, pero con un nivel de detalle muy superior al del juego anterior. La dirección artística sigue apostando por un estilo colorido y contrastes fuertes, lo que da al juego una identidad visual propia. En lo sonoro, volvemos a tener una banda sonora cañera, con guitarras y percusión que acompañan el frenetismo de las batallas, mezclada con piezas más atmosféricas en las zonas tranquilas. El doblaje, tanto en inglés como en japonés, cumple con nota, y los efectos de sonido son contundentes, logrando transmitir el peso de cada disparo y cada choque metálico.
No todo es perfecto, claro. En Nintendo Switch 2 el rendimiento no siempre está a la altura, con una tasa de 30 frames por segundo que a veces sufre en escenas más cargadas, aunque es perfectamente jugable. En plataformas más potentes, en cambio, la experiencia es bastante más fluida. Es una diferencia que seguramente se note al comparar versiones, aunque en general el juego se mantiene disfrutable en todas ellas. También se percibe que, pese a la apuesta por un mundo más amplio, todavía hay zonas que se sienten algo vacías o con diseños repetitivos y genéricos, algo que podría haberse pulido un poco más, pero es solo una impresión.
Aparte de la campaña principal y del cooperativo, Titanic Scion incluye misiones secundarias que funcionan casi como contratos de cazarrecompensas, enfrentamientos opcionales contra enemigos poderosos y un sistema de progresión pensado para alargar la vida útil del juego. Como detalle curioso, también encontramos Overbullet, un minijuego de cartas con reglas propias y decenas de mazos coleccionables que sirve como pasatiempo entre combates. No deja de ser un añadido secundario, pero aporta variedad y guiños al estilo anime que tanto inspira al juego. Todo ello contribuye a que tengamos siempre algo que hacer, ya sea en solitario o en compañía.
También hay que mencionar para los usuarios de Nintendo Switch 2 que la versión física del título incluye el juego completo dentro del cartucho de juego. Aunque esto no es propio de una reseña, viendo lo que está pasando con otros títulos del sistema y el formato Game-key card, hay que agradecer a Marvelous su apuesta por el formato físico tradicional.
En definitiva, Daemon X Machina: Titanic Scion se presenta como una evolución que entiende muy bien qué debía mejorar respecto a la primera entrega. La historia gana en fuerza y matices, el combate es más ágil y satisfactorio, la exploración se siente más libre y la personalización brilla con más opciones que antes. El cooperativo y el cross-play son la guinda del pastel, consolidando una experiencia que busca unir a los fans del género en cualquier plataforma. Sí, hay detalles a pulir, especialmente en lo técnico según la versión, ciertas áreas se pueden sentir vacías y muchas de las misiones secundarias son genéricas y de recadero, pero lo importante es que el alma del juego -ese cóctel de acción frenética, diseño estilizado y mechas personalizables- no solo se mantiene, sino que se potencia.
Para quienes disfrutamos del primer título, este nuevo juego se siente como la evolución natural que esperábamos. Y para quienes no se acercaron en su momento, Titanic Scion es la oportunidad perfecta de descubrir una propuesta única que mezcla la intensidad de los combates de mechas con un universo de ciencia ficción cargado de estilo. Puede que quede lejos de la perfección o del nivel de otros títulos parecidos y tenga algunos problemas pendientes de solventar, pero mejora significativamente al juego anterior y es bastante disfrutable, motivo suficiente para tenerlo en cuenta, en particular en su segmento donde no nos suelen llegar muchos de los títulos que se lanzan.