La expansión Vessel of Hatred marca un nuevo capítulo en el viaje de Diablo IV, que ha evolucionado significativamente desde su lanzamiento inicial hace poco más de un año. Si bien Diablo IV cosechó más críticas positivas que negativas, lo cierto es que no todo era del gusto de la comunidad y Blizzard tomó nota de ello. Temporada a Temporada hemos visto cambios que han ido refinando la experiencia original y preparando el camino a Vessel of Hatred, la primera gran expansión de Diablo IV -y probablemente no la única-. Con esta expansión, Blizzard no solo añade bastante contenido nuevo, sino que también profundiza en la narrativa con la continuación del viaje de Neyrelle y en la jugabilidad, transformando el juego en una experiencia más interesante y satisfactoria -también para usuarios del juego base gracias a las novedades de la Temporada 6-.

Cada expansión de cada juego de la franquicia Diablo ha venido siempre acompañado de una historia que hace avanzar la gran trama de la lucha de los humanos de Santuario contra los tres demonios mayores y su descendencia. En Vessel of Hatred seguiremos a Neyrelle, quien lleva consigo la piedra del alma que encierra a Mephisto, el Señor del Odio, mientras se dirige a la región de Nahantu. Este entorno, una selva oscura y opresiva, ya había aparecido en Diablo II aunque ahora ha sido totalmente rediseñada para la ocasión. La búsqueda de Neyrelle por confrontar la corrupción que Mephisto representa se convierte en el núcleo argumental de la expansión y el papel del jugador en esta historia cobra mayor protagonismo que el que tuvimos en el juego principal.

Este nuevo enfoque narrativo permite que el nuestro avatar interactúe de manera más activa y emocional con el resto de personajes que iremos conociendo y con los que discutiremos, pelearemos, e incluso bromearemos. A lo largo de la campaña, que dura poco más de 10 horas, disfrutaremos de una historia interesante, con buen ritmo y bien escrita que sin embargo acaba abruptamente dejando todo abierto a una más que posible continuación. En anteriores expansiones las historias contadas habían supuesto un punto y aparte en la gran trama de Diablo, mientras que esta forma de acabar la campaña nos ha dejado algo fríos después del buen tono que esta iba tomando. Al menos hay que agradecer el ingente contenido postgame de esta expansión.

Posiblemente la mayor novedad de Vessel of Hatred -de las muchas que trae- sea la nueva clase, el Espiritualista, inédita en la franquicia y que representa un cambio significativo en las dinámicas de combate. Esta clase versada en el combate cuerpo a cuerpo y conectada con los poderes de los espíritus guardianes, ofrece a los jugadores una flexibilidad sin precedentes en sus estilos de juego. Con la habilidad de invocar a cuatro espíritus diferentes y bien diferenciados, el Espiritualista es un personaje altamente configurable al gusto del jugador. Durante los combates, la interacción de habilidades y la capacidad de adaptar estrategias sobre la marcha añade una nueva capa de profundidad a la jugabilidad y hace a esta clase una de las más divertidas de jugar.

Profundizando en la personalización del Espiritualista, son cuatro los espíritus guardianes ancestrales de los que el personaje puede conseguir su poder, el jaguar, que otorga al jugador técnicas y atributos basados en velocidad y ataques ígneos; el gorila, con gran daño físico y defensa; el águila, con atributos de velocidad, combate a distancia y ataques eléctricos; y finalmente el cienpiés,  con ataques de control de masas y daño de veneno. Cuando comencemos con el Espiritualista y conforme subamos de nivel, vamos a poder configurar el personaje mejorando las habilidades de cada guardián que más nos interesen o que mejor se adapten a nuestra forma de jugar, logrando que dos jugadores con la misma clase puedan jugar de forma totalmente distinta y dándole mucha variedad al personaje.

Como era de esperar Vessel of Hatred trae gran cantidad de equipaciones nuevas, y en esta ocasión se ha trabajado duro para que cada nueva pieza de equipación de alto nivel sea única y bien diferenciada, en lugar de muy similar a otras, de forma que el jugador pueda sacarle mayor partido a la build que elija. Como parte de este enfoque en la personalización, tenemos un nuevo elemento, las runas, que permiten a los jugadores personalizar aún más sus habilidades y estilos de combate. Este sistema ofrece nuevas maneras de mejorar las habilidades y combinar efectos, incrustando runas en las piezas de equipo -como las joyas- y estas debidamente combinadas le otorgarán a nuestro personaje nuevos atributos, efectos pasivos o habilidades -incluidas de otras clases-.

Otra de las novedades que nos esperan es el regreso de los mercenarios, un elemento que ya vimos en Diablo II pero que llega totalmente renovado y potenciado. Básicamente el mismo nombre lo dice todo, hay un grupo de mercenarios y podremos contratar los servicios de uno de ellos para que nos acompañe en la aventura, aunque no es todo tan simple, sino que antes de poder disponer del grupo de mercenarios, tendremos que hacer que estén disponibles a través de una interesante serie de misiones que además añadirán un trasfondo a la personalidad de cada uno de estos guerreros caídos en desgracia. Una vez disponibles, podremos contratar los servicios de uno de ellos a elegir y que nos acompañe, y se les ha dotado de cierta profundidad e historia para que interactúen más con nuestro personaje, no solo en combate.

La mazmorra contrarreloj es otra de las nuevas características que se han implementado en esta expansión. Este tipo de mazmorra no solo ofrece desafíos únicos, sino que también fomentan la competición entre los jugadores al medir su rapidez y eficacia en la eliminación de enemigos. Tendremos un tiempo determinado para acabar la mazmorra compuesta de varios pisos, este tiempo no es suficiente, pero podremos arañar segundos extras acabando con los enemigos -para los jefes no corre el tiempo-. A esto hay que añadir que hay ciertas actividades que pueden mejorar sensiblemente la recompensa final, pero esto nos pone en la tesitura de tener que tomar riesgos y decidir si nos centramos en avanzar para acabar la mazmorra cuanto antes o nos la jugamos por mejorar la recompensa.

Pero la estrella del postgame es la Ciudadela Oscura, que se convierte en un nuevo punto focal para los jugadores que ya han acabado la historia y han llegado al nivel máximo a sus personajes. Esta inmensa mazmorra para grupos de dos a cuatro jugadores en dificultad Tormento, se divide en tres partes y alberga algunos de los enemigos más temibles de la expansión, ofreciendo un entorno muy peligroso y de gran dificultad pero con las mejores recompensas del juego. La exploración de la Ciudadela Oscura será crucial para los jugadores que busquen obtener el mejor equipo que Vessel of Hatred ofrece y los recursos más valiosos. Para acabar la expansión llega junto a la Temporada 6, que proporciona contenido y desafíos nuevos, además de una reorganización de los niveles de dificultad, para todos los jugadores aunque no dispongan de la expansión..

Diablo IV: Vessel of Hatred nos ha parecido una expansión muy interesante, con grandes aciertos -el Espiritualista, retorno de los mercenarios, y el contenido postgame-, y algunas cosas a mejorar -algunas dificultades están rotas, y el juego necesita aún más balanceo, lógico también dadas las características mastodónticas del título-. La historia nos ha gustado en su propuesta y evolución, con más participación de nuestro personaje, pero el final abrupto y totalmente abierto es totalmente anticlimático y hubiéramos preferido que Blizzard hubiera cerrado la expansión como viene haciendo en sus productos, ahora deberemos esperar al anuncio de una probable continuación en forma de segunda expansión para seguir avanzando en esta gran trama. Quien disfrute o haya disfrutado de Diablo IV tiene una cita obligada con Vessel of Hatred.