Puede ser una casualidad cósmica, puede ser un acto calculadamente deliberado, pero el bueno de Freddy Spaghetti abrió y ahora cierra nuestro año. Playful Pasta ha lanzado más situaciones de su criatura llena de carbohidratos, y Ratalaika Games vuelve a publicárselo, llegando a casi todos los sistemas que el mercado ofrece. De nuevo, las andanzas de un espagueti dotado de intelecto, de voluntad, de buscar su lugar en el mundo. Pero en esta nueva iteración, es más una expansión de la idea original que una historia más global y multifacética que se proponía en el debut de Freddy.

Y que narices ¡Felices Fiestas!

El primer Freddy Spaghetti fue una de esas numerosas agradables sorpresas que la realización de juegos por cuenta propia siempre ofrece. Si, queda mejor lo de ‘indie’, pero en estos pocos años de historia de nuestro portal 33bits hemos tenido cantidades enormes de juegos que respondían a personalismos tan grandes como los de Walter Machado. Que un cacho de pasta tenga inteligencia, una historia a desarrollar, y una forma de jugarse tremendamente especial es otra de esas maravillosas propuestas que ofrece el no estar constreñido por las formas más mercantiles de pensar en un videojuego.

El análisis arriba expuesto del primer juego da las claves de lo que aquí tenemos… quizás demasiadas, y con algunas faltas. Freddy es un espagueti dotado de vida y consciencia, que durante su primera aventura vivió una epopeya sin duda harto especial. Pues esta no lo es tanto.

El profesor no-se-quien vuelve a usar su idea inicial de crear vida a través de una pieza de gastronomía. No, no es el primer espagueti, no… estamos ante un clon, un Freddy 2.0. Y todos tenemos que hacer algo en la vida ¿No? Es lo que parece que le han ¿Programado? a este nuevo Freddy Spaghetti, ganarse la vida, trabajar… Hola Club Bilderberg, hou hou hou.

Un break entre fotocopias y picar código.

Pues Freddy entra a currar en una oficina ¿Vale? Haciendo… haciendo… no sé… ¿Muchas cosas? El caso es que a la hora de ponernos a los mandos, o teclado y ratón, tenemos un control muy sencillo y original, pero no especialmente calibrado. Ese último factor es lo que creo lastraba al juego original.

Usando los dos gatillos del pad, o los dos botones del ratón, o como se resuelva en Switch… los LT/RT, vamos, y que cada uno se lo traduzca como vea. Pues eso, cada gatillo controla un extremo de Freddy, y con el stick izquierdo -o su equivalente en otras formas de control- manejamos la dirección de desplazamiento. Facilísimo de comprender, complicado a la hora de tener precisión, aunque en este juego no se precisa más allá de momentos concretos. Esto es un alivio y un cabreo no ya cuando necesitamos esa precisión, sino por no aprovechar más algo tan claramente ingenioso.

Si en el primer Freddy Spaghetti teníamos 50 fases con múltiples situaciones, que podían requerir más trabajo, o ser solo momentos cachondos, aquí tenemos 30 niveles referidos a esta oficina.

Sí, estamos ayudando a ligar a nuestro ‘mate’ de departamento.

Mantengo la nota que puse a comienzos de año, pero las sensaciones no son iguales. Por un lado, reducir las fases más requerientes de precisión es un claro acierto. ¡Leches! Que hasta el juego te vacila con ello, Playful Pasta son conscientes de lo que tienen. Pasa que es una pena que no se intente ir más allá.

Los treinta niveles proponen cosas tan locas como jugar al ping-pong -me cuesta llamarlo «tenis de mesa», lo siento-, ayudar a tu compañero a hacer migas con la recepcionista, o cuidar unos servidores. Pero no presentan situaciones jugables de gran enjundia. Agradezco que al simplificar tanto las cosas no haya las desesperaciones que en Freddy Spaghetti primigenio nos encontrábamos, que la física del carbohidrato es chunga, especialmente cuando un extremo de Freddy queda fuera de la ‘plataforma’ donde tenemos que seguir avanzando. Simplemente, muchas fases son pasar menos de un minuto con Freddy saltando y llegando al hito final. El juego dura menos de una hora, y ni siquiera hay alicientes, o mini-juegos extra que aprovechen tan singular mecánica de personaje y control.

Con todo, queda un juego independiente -no es necesario tener el primero para jugar a este- simpático, con algunos logros narrativos, y sobre todo, jugables cuando aprovecha su original potencial. El guion usual: logros/trofeos fáciles, precio muy reducido, propuesta que tiene algo que decir… Y lo recomiendo, oye.

Nadie sabe lo que trae cada año que llega. Así que si esto es lo último que leéis en 33bits, quedaos con la simpatía, voluntad y buscar su lugar en el mundo de un triste cacho de pasta. Si él puede codificar programas informáticos o ser una estrella de acción, nosotros solo tenemos la eternidad como límite.

¡Así se habla, jefe!


Este análisis se ha realizado en PlayStation 5 con una copia cedida por Ratalaika Games