Este análisis ha sido realizado en PlayStation 5 mediante una copia cedida por PLAION

Con toda seguridad los últimos años han sido de todo menos fáciles para el Ryu Ga Gotoku Studio, desarrolladores de la ya legendaria saga Yakuza. En 2020 vio la luz Yakuza: Like a Dragon, fruto de la necesidad del estudio de experimentar con nuevas mecánicas tras haber pasado más de quince años anclados a una misma formula jugable. Para ello decidieron coger la formula tradicional de la saga Yakuza y darle un giro de tuerca, convirtiendo Like a Dragon en un JRPG de planteamiento muy similar al de cualquier Dragon Quest, franquicia a la que rindieron homenaje sin ningún tipo de disimulo.

Claro que las dinámicas propias del JRPG casi siempre han estado asociadas a entornos de fantasía o ciencia ficción, así que la adaptación al genero del enfoque narrativo y mecánico de una saga ambientada en los bajos fondos del Japón moderno no parecía una tarea precisamente sencilla, por lo que gran parte del publico acogió con escepticismo los anuncios y noticias que iban surgiendo alrededor del desarrollo del nuevo Yakuza: Like a Dragon. Esta recepción inicial tan poco entusiasta no consiguió desanimar al equipo de Toshihiro Nagoshi, que aprovechó la revolución en el plano jugable para realizar también una especie de reinicio suave de la saga: Yakuza: Like a Dragon contaría con un nuevo protagonista y se apartaría de la historia de Kazuma Kiryu.

De este modo, Sega apostó, una vez eliminado el “lastre” que suponía para los nuevos jugadores el tener seis juegos previos como barrera de entrada para poder reenganchar con la historia y disfrutar de las desventuras de Kiryu, por un fuerte relanzamiento de la saga. Yakuza: Like a Dragon retiró el numero siete de su titulo, se localizó a más idiomas que ninguna de las entregas anteriores y fue el segundo Yakuza de la linea principal en contar con un doblaje en inglés.

Yakuza: Like a Dragon acabó siendo, a pesar de todas las dudas iniciales, un tremendo éxito. La extravagante idea de llevar el JRPG a una ambiente moderno y realista acabó funcionando como un reloj gracias al genial planteamiento seguido por el Ryu Ga Gotoku Studio, los cuales, en un ejercicio fantástico de metanarrativa, decidieron convertir el homenaje al genero en un elemento principal de la historia principal. Ichiban Kasuga, el nuevo protagonista de la saga, era un ávido jugador de JRPG que utilizaba su imaginación como válvula de escape para convertir cualquier situación de la cruda realidad en una aventura muy similar a las experimentadas en sus adorados Dragon Quest.

Tras la recepción de Yakuza: Like a Dragon quedaba muy claro que el combate por turnos se asentaría como mecánica básica de la saga principal. Tras casi cuatro años de espera, y tras la marcha de Toshihiro Nagoshi del estudio, recibimos por fin Like a Dragon: Infinite Wealth. Ante una saga tan de “autor” como esta, podían existir ciertas dudas sobre la capacidad del equipo para mantener el rumbo correcto sin la presencia de su antiguo líder.

Por suerte, el Ryu Ga Gotoku Studio ha cumplido con creces, ofreciéndonos su aventura más ambiciosa y extensa hasta la fecha, lo cual es mucho decir viendo su historial de juegos. Like a Dragon: Infinite Wealth es una obra catedralicia, excesiva, una demostración de poderío tan descomunal que en más de un momento es inevitable preguntarse de donde han salido los recursos necesarios para cimentar semejante derroche.

Like a Dragon: Infinite Wealth engancha directamente con los finales de Yakuza: Like a Dragon y Like a Dragon: Gaiden, puesto que Kazuma Kiryu regresa a la saga principal para adoptar el rol de coprotagonista de la historia junto a Ichiban Kasuga, aunque realmente cada uno de ellos tiene su propia narrativa y sus propios objetivos a pesar de que sus caminos se crucen constantemente. En esta ocasión la aventura transcurre en Hawái, pero el tono surrealista, divertido y cachondo no se ha perdido por el hecho de tratarse de la primera entrega de la saga ambientada fuera de Japón.

De hecho sería un pecado dar mucha más información acerca de la historia del juego, pues, como es tradición en la saga, se trata de uno sus puntos más fuertes. Like a Dragon: Infinite Wealth no se corta en tratar temas muy serios a lo largo de las sesenta horas que nos puede llevar completar la trama principal, pero por su tono, su humor y su ambientación desenfadada, aunque la historia de fondo sea de extrema gravedad, en última instancia nos deja un mensaje optimista que nos invita disfrutar y celebrar la vida en cualquier circunstancia, por muy aciaga que sea.

En este mensaje positivo tiene mucho que ver el contenido secundario. Like a Dragon: Infinite Wealth está repleto de misiones, minijuegos y tramas secundarias, pero en esta ocasión el equipo de desarrollo ha echado el resto y se nos ofrecen actividades secundarias que por su extensión, su calidad y su profundidad perfectamente podrían haberse lanzado como juegos completos independientes. Ocurre esto con Sujimon, el sucedáneo de Pokémon ya presente en Yakuza: Like a Dragon, pero ampliado en esta ocasión para presentarnos una ingente cantidad de contenido en forma de enemigos a capturar con sus propias estadísticas, evoluciones, afinidades y ataques especiales, con los que poder participar en ligas y derrotar a otros entrenadores hasta llegar a convertirnos en el Campeón Sujimon.

Asimismo, el modo Sujimon se entrelaza con la isla Dodonko. Dodonko es una isla convertida en un basurero ilegal, hasta que Ichiban se propone convertirla en un resort turístico, empezando por limpiar la basura y reciclando materiales para construir edificios y muebles. Para ello se mezclan mecánicas de crafteo de muebles y creación de caminos, gestión de eventos, construcción de ciudades y de otras instalaciones, así como minijuegos de pesca o de obtención de minerales a través de los cuales obtener recursos que nos permitan mantener nuestra isla en funcionamiento y poder realizar nuevas construcciones, incluyendo las necesarias para entrenar y mejorar a nuestros Sujimon.

Isla Dodonko y Sujimon nos ofrecen una cantidad ingente de horas de juego, pero la cosa no se queda ahí. En Like a Dragon: Infinite Wealth podremos actuar como repartidor, probar suerte en apps para ligar, cantar en el karaoke, jugar al póquer o a los dardos, perdernos en las recreativas jugando a clásicos como SpikeOut, Virtua Fighter 3 o Sega Bash Fishing… Nunca nos faltará algo que hacer dentro de un juego que, sinceramente, me ha parecido prácticamente inabarcable.

Por supuesto que esto no serviría de nada si lo importante en un JRPG por turnos, el combate y el sistema de progresión de personajes, no funcionase correctamente. Y lo cierto es que en Like a Dragon: Infinite Wealth funciona, vaya que si funciona.

El sistema de combate es una evolución del ya visto en Yakuza: Like a Dragon. No reinventa la rueda y en su núcleo sigue siendo un sistema de combate bastante clásico, pero en este caso se ha decidido añadir un componente de movilidad en tiempo real que le sienta de maravilla. Podremos desplazar a nuestros personajes en tiempo real dentro de un pequeño circulo y esto tiene una importancia enorme a la hora de plantear el combate, ya que podremos alcanzar elementos del escenario -como bicicletas o papeleras, que activarán comandos que habilitarán ataques especiales contra nuestros enemigos. No solo eso, también la posición desde la cual ataquemos tendrá relevancia, ya que habrá zonas que nuestros contrincantes dejen desprotegidas o que sean más o menos vulnerables, aparte de que también conseguiremos realizar más daño si conseguimos situarnos estratégicamente antes de atacar y conseguimos proyectar a nuestro enemigo contra alguna pared, algún compañero que continué nuestro ataque o algún objeto del escenario tal como, por ejemplo, un barril en llamas.

Todo estos elementos combinados consiguen que el combate resulte divertidísimo, dando pie a unos enfrentamientos que resultan muy dinámicos y estratégicos. Además se nota la mayor experiencia del Ryu Ga Gotoku con el género, pues la dificultad está muy bien medida y en esta ocasión no habrá picos repentinos de dificultad que nos obliguen a grindear durante horas, tal y como ocurría en cierta sección de Yakuza: Like a Dragon que destrozaba por completo el ritmo de juego.

Por otra parte el sistema de progresión de personajes resulta muy satisfactorio, con más de una docena de profesiones a desbloquear y desarrollar, cada uno de ellas más variada que la anterior, que definen el estilo de juego de los personajes, sus armas, fortalezas y debilidades, si están orientados al combate físico, a distancia, a los hechizos o el apoyo. El estudio incluso se ha permitido el derroche de hacer un guiño a sus juegos anteriores, ya que la profesión básica asignada a Kiryu -y exclusiva de este- habilita un modo que durante un breve periodo de tiempo nos permite movernos y golpear libremente sin ningún tipo de restricción, como si volviéramos a estar a los mandos de un beat ’em up.

Like a Dragon: Infinite Wealth, en definitiva, alcanza el sobresaliente en prácticamente todos sus apartados y resulta muy difícil encontrarle un solo aspecto negativo. Es impresionante, casi mágico, ver como un equipo de desarrollo ha conseguido alcanzar semejante nivel de calidad en su segunda iteración en el genero. Con una historia emotiva repleta de giros de guion, un combate estratégico, divertido y dinámico y una cantidad ingente de contenido que puede abarcar centenares de horas, no es exagerado colocar a Like a Dragon: Infinite Wealth entre los tres mejores JRPG de la última década.