Después del más que digno regreso de RoboCop a los videojuegos con Rogue City en 2023, era cuestión de tiempo que Teyon y Nacon quisieran seguir expandiendo esta fórmula. Lo que no esperábamos es que lo hicieran tan pronto ni en forma de una expansión stand-alone, completamente independiente del juego base. RoboCop: Rogue City – Unfinished Business llega con la intención de ofrecernos una segunda ronda de tiroteos cibernéticos, enemigos a los que acribillar, y estética ochentera, pero esta vez en un formato más reducido, compacto y directo, aunque no por ello menos contundente ni menos disfrutable.
En lugar de intentar recontar una nueva versión del origen de RoboCop o repetir exactamente la estructura del juego original, esta expansión nos sitúa justo después de los eventos de Rogue City, con una Detroit todavía asediada por el crimen y una nueva amenaza en el horizonte. Esta vez, la acción se traslada al interior del OmniTower, un gigantesco edificio tomado por mercenarios con tecnología avanzada que parecen tener acceso directo a los secretos de la OCP. La trama nos pone rápidamente en marcha: Murphy debe ascender planta por planta mientras desmantela a este grupo de mercenarios y evita que estos consigan desarrollar un dispositivo capaz de controlar cualquier tecnología de la OCP. El argumento no alcanza las cotas dramáticas de la anterior entrega, pero se las apaña para introducir algunas ideas interesantes, especialmente a través de unas secuencias jugables en forma de flashback que nos permiten encarnar por primera vez al propio Alex Murphy en su etapa como policía antes del incidente que lo convierte en RoboCop. No es que profundicen demasiado, pero dan contexto y ayudan a romper la estructura lineal del resto del juego.
Aquí no hay mundo semiabierto, ni grandes zonas para explorar ni un puñado de misiones secundarias en cada distrito. Unfinished Business apuesta por un enfoque más arcade, casi de shooter de arenas con pasillos: cada piso del OmniTower actúa como un nivel independiente, con oleadas de enemigos, pequeños objetivos que cumplir, y exploración más básica. Es una experiencia mucho más lineal que en Rogue City, algo que a muchos puede parecerles una limitación, pero que tiene la ventaja de eliminar tiempos muertos y centrarse al cien por cien en la acción. Eso sí, no esperéis demasiado dinamismo narrativo ni grandes sorpresas: la historia cumple su papel como hilo conductor, pero no pretende ser el principal atractivo ni falta que le hace.
En lo jugable, hay que reconocer que la expansión sigue siendo muy continuista. Se mantiene el mismo sistema de combate en primera persona que tan bien supo captar el peso y la brutalidad de RoboCop: movimiento lento pero firme, sin coberturas, sin saltos, sin florituras -más allá de un dash frontal-, confiando en la resistencia y el armamento del personaje como principal herramienta. Volvemos a tener la mítica Auto 9 como arma principal -mejorable y sin límite de munición, como en el original- y un hueco para recoger armas secundarias caídas de enemigos, que siguen necesitando munición. Sin embargo, se agradece la inclusión de un par de nuevas armas con funciones muy específicas, como el Cryo Cannon, capaz de congelar enemigos para luego pulverizarlos de un disparo. También dispondremos de una secuencia donde manejaremos un elemento bastante icónico de la franquicia pero que no desvelaremos para no estropear la sorpresa, aunque nos ha parecido un momentazo para los fans de toda la vida.
Algo positivo a destacar la mayor variedad de enemigos. Si en el juego base se pecaba de repetir mucho los mismos matones con pistola, aquí nos enfrentamos a unidades bastante más exóticas: drones voladores, soldados con jetpack, cyborgs con espadas, torretas, unidades blindadas con escudos y explosivos… Aunque no todos presentan patrones de ataque muy elaborados, obligan a cambiar de enfoque más a menudo y evitan que el combate se vuelva monótono. Aun así, los picos de dificultad siguen ahí: cuando la IA decide hacerse la lista, nos lanza oleadas absurdamente duras en zonas estrechas donde apenas tenemos margen de maniobra. El sistema de progresión se ha mantenido casi intacto respecto al anterior: obtenemos puntos de experiencia al cumplir objetivos, recoger pruebas o completar desafíos, y con ellos mejoramos distintas ramas de habilidades.
Técnicamente, Unfinished Business se sitúa al mismo nivel que su antecesor. El modelado de RoboCop, la comisaría y algunos escenarios interiores están muy conseguidos, con texturas limpias y efectos vistosos en los tiroteos, aunque también arrastra algunos problemas ya conocidos: animaciones faciales algo pobres, repetición de modelos enemigos, y una IA que de vez en cuando actúa de forma errática. El apartado sonoro vuelve a ser uno de sus puntos fuertes: los efectos de armas, las frases de Murphy, y especialmente la música con guiños directos a las películas originales elevan bastante la inmersión.
Como expansión independiente, hay que reconocerle el mérito de no exigir el juego base para poder jugarla. Eso ya le da cierto valor por sí misma. La duración ronda de entre 8 a 10 horas, dependiendo de lo que nos detengamos a buscar secretos o completar todos los objetivos opcionales, por lo que no se queda corta en contenido. Eso sí, es importante tener claro que Unfinished Business no es una secuela al uso, ni un nuevo capítulo con mecánicas revolucionarias, sino más bien una “segunda vuelta” con retoques, algún experimento aislado, y la voluntad de seguir expandiendo una fórmula que funcionó razonablemente bien.
RoboCop: Rogue City – Unfinished Business es más de lo mismo, pero eso no es ningún problema. No inventa nada nuevo, pero tampoco lo necesita. Es una expansión stand-alone correcta, con más acción, más nostalgia y un par de ideas frescas que le sientan bien, aunque sin llegar a dar un paso adelante claro respecto a su antecesor -eso queda para una deseada segunda parte-. Si os gustó el juego base, aquí tenéis otro buen rato de violencia retro y frases lapidarias. Si no conectaste con él, esta entrega no va a cambiar tu opinión. RoboCop sigue patrullando las calles… y eso, para nosotros, ya es más que suficiente.