Hace dos años llegaba a PC el esperado remake de uno de los títulos que crearon escuela en la primera mitad de los años 90 y el año pasado fueron los sistemas domésticos de Sony y Microsoft los que recibieron su respectiva versión. System Shock es uno de los padres del género conocido como “inmersive sim” y su legado lleva vigente desde entonces con franquicias deudoras de él como por ejemplo Deus Ex o Bioshock. Nightdive Studio, que ya trabajó en una versión mejorada del título hace unos años, se encargó de este remake que ahora hace su aparición en los últimos sistemas que faltaban, Nintendo Switch y la nueva Nintendo Switch 2.

System Shock fue desarrollado originalmente en el año 1994 por Looking Glass Studios. El equipo de desarrollo, dirigido por una leyenda como Doug Church y producido por otra leyenda, Warren Spector, diseñó un título que buscaba profundizar en los conceptos expuestos en Ultima Underworld: enormes y complejos mapas con un diseño intrincado en los que el jugador debía de progresar resolviendo puzles, encontrando objetos y combatiendo enemigos, con numerosos elementos de simulación, juego de rol y jugabilidad emergente que permitía al jugador diversas posibilidades a la hora de solucionar las situaciones que se le iban planteando.

Como ya hemos mencionado, una edición mejorada de este clásico fue publicada por Nightdive Studio en 2015. Se hicieron numerosas mejoras al sistema de control, se mejoraron los gráficos y se hizo pasar al juego por un extenso pulido durante el cual se subsanaron bugs y se añadió soporte de serie para modificaciones y misiones diseñadas por los jugadores. No contentos con esto, poco después del lanzamiento de esta edición extendida, Nightdive Studio anunció su deseo de realizar un remake del juego y, con el objetivo financiar parte de su desarrollo, lanzaron una campaña de Kickstarter que acabó siendo todo un éxito.

No fue fácil enfocar este remake y el estudio de Vancouver acabó alargando su desarrollo más de lo deseado -ocho años, nada menos- con problemas variados como un cambio de motor y problemas de índole creativa, como qué modernizar y qué no en un juego con un diseño relativamente denso y complicado para poder mantener la esencia a la vez que el título pudiera abrirse a nuevas audiencias. Finalmente parece que dentro del estudio triunfó la idea de mantenerse fieles a la obra original, algo celebrado por los más acérrimos seguidores de la franquicia, pero ello implicó mantener numerosas mecánicas y conceptos claramente desfasados.

La historia de System Shock nos traslada al año 2072 donde un hacker anónimo es detenido mientras se estaba colando en los sistemas de la estación espacial Citadel, propiedad de la corporación TriOptimum Corporation. El hacker es trasladado a Citadel donde Edward Diego, un alto cargo de TriOptimum, le ofrece la libertad y un implante neuronal avanzado a cambio de que haga un pequeño trabajo para él, la eliminación de los parámetros éticos de SHODAN, la inteligencia artificial que controla y gestiona Citadel. Cumplida su parte, el hacker recibe la cirugía prometida y después de un periodo largo de recuperación despierta con Citadel convertida en un infierno.

Nos esperan nueve niveles laberínticos y muy intrincados donde descubriremos lo que ha pasado en Citadel -aunque desde el principio nos lo podemos imaginar- y como parar los pies a SHODAN de su objetivo de destruir La Tierra. La historia esta presentada de una forma muy orgánica, con una narrativa ambiental que nos va desvelando lo ocurrido mientras documentos, notas y grabaciones de audio, sin que haya interacción con  ningún NPC. Y estos elementos también se trasladan a la jugabilidad, donde literalmente se nos suelta en un laberinto sin saber muy bien a donde ir o que paso dar en primer lugar.

El remake de System Shock resulta complicado de jugar a pesar de que su esquema de control se haya modernizado por completo para asemejarse al de cualquier juego de disparos en primera persona actual. La barrera de entrada inicial es muy elevada y en absoluto se ha hecho el esfuerzo de rebajarla, con lo que los jugadores se ven abocados a unos instantes iniciales en los que se sienten totalmente perdidos dentro de su complejo mapeado plagado de objetos en su mayor parte inservibles, sin que el juego se moleste por darles la más mínima indicación de que es lo que deben hacer o como progresar.

Sin embargo esta complejidad era parte del encanto del título de Looking Glass Studios, y aún a riesgo de no llegar igual a todas las audiencias, todos los que llegasen a disfrutar del título original han sabido apreciar la propuesta de este remake. También hay que mencionar que la parte técnica y visual del remake ha recibido una gran aceptación por la acertada decisión de mantener elementos como los enemigos y los entornos con una apariencia simulando el pixel art que recuerda al título original a la vez que los efectos gráficos, sombras e iluminación son completamente modernos y bastante vistosos.

NightDive Studio optó por mantenerse fiel al clásico y este es el resultado. Hay un elemento donde consideramos que sí o sí se debería haber modernizado y no lo ha hecho: el deficiente gunplay del juego. Cuando disparemos o golpeemos a un enemigo con un arma no recibiremos feedback alguno y echaremos en falta algún tipo de contundencia, al menos en el cuerpo a cuerpo, porque aunque entendemos que en 1994 esto pudiera no ser un problema, a día de hoy cosas como esta te sacan fácilmente de la experiencia propuesta.

La llegada de System Shock a Nintendo Switch y Nintendo Switch 2 supone, ante todo, la posibilidad de disfrutar de este exigente remake en formato portátil. Ambas versiones mantienen intacto el contenido y el planteamiento del juego, pero introducen algunas particularidades propias del hardware de Nintendo, como el uso del apuntado giroscópico, que ayuda a afinar la puntería en un título donde el control nunca ha sido especialmente amable, y en el caso de Switch 2 incluso la posibilidad de utilizar el modo ratón, acercando la experiencia a la de PC. A nivel técnico, sin embargo, las sensaciones no son del todo satisfactorias, mientras que en Switch el juego asume de forma clara sus limitaciones y ofrece una experiencia más contenida pero relativamente estable, en Switch 2 se aprecia una mayor ambición visual y de rendimiento que no siempre se traduce en fluidez, con caídas de framerate que pueden afectar a la exploración y al combate, especialmente en un juego que ya de por sí exige mucha atención y precisión por nuestra parte.

En última instancia, System Shock sigue siendo, en cualquiera de sus versiones, un remake profundamente fiel a la obra original, con todo lo bueno y lo malo que ello conlleva. Su elevada barrera de entrada, su diseño laberíntico y su nula voluntad de llevar al jugador de la mano lo convierten en una experiencia áspera y poco complaciente, pero también en una propuesta única, absorbente y sorprendentemente profunda si logramos adaptarnos a sus reglas. Las versiones de Nintendo amplían el abanico de plataformas en las que disfrutar de este remake, aportando opciones de control y la comodidad del juego portátil, aunque con un apartado técnico que, especialmente en Switch 2, todavía no termina de estar a la altura del conjunto y necesita pulido. Con todo, las virtudes fundamentales del clásico de Looking Glass Studios permanecen intactas, y System Shock continúa siendo una obra fascinante, tan poco dispuesta a hacer concesiones hoy como lo fue en 1994.