Con The Longest Road on Earth consigo calmar otra pequeña obsesión originada por el Festival de Juegos de Steam. Como ya me pasó con ese prodigio visual que fue Genesis Noir, la demo de este juego de animales antropomórficos de bellísimo pixel-art, se hizo hueco en mi corazón. No he tenido que esperar largo tiempo para vivir esta experiencia, porque hay que entender que aquí lo que tenemos es eso, una experiencia con gotas de videojuego. Una que merece un detallado vistazo, o una escucha.

Al igual que el juego del saxofonista-dios, este proyecto también resulta de un kickstarter por parte de Brainwash Gang, un equipo afincado en Madrid y que ya habían lanzado el también peculiar Nongunz. Con la colaboración de TLR Games, y publicado por Raw Fury, vamos a vivir esta experiencia desde lo más cotidiano, los momentos mundanos de varios personajes, aparentemente no conectados, tanto en nuestros ordenadores como en el teléfono inteligente de nuestro bolsillo.

The Longest Road on Earth está dividido en cuatro capítulos, con una pequeña introducción aparentemente desconectada del mismo. El marco elegido serían las zonas oeste del Estados Unidos en los años 50-60, si bien el mensaje que se quiere transmitir sea totalmente universal, aunque no siempre comprensible sin un poco de cultura anglo.

Hay que entender, y queda bien clarito desde las páginas de Steam y las plataformas de Google y Apple, que esto no es un juego al uso. Es contemplación, experiencias y sensaciones. La interacción es muy limitada, estando bastante cercana al pionero y polémico Dear Esther. Solo tocaremos izquierda y derecha para movernos, y un botón para interactuar cuando se indique en pantalla. Pero aquí esa escasa participación del espectador y semi-jugador tiene más significado y conexión narrativa. Solo por ello, ya he sentido que he jugado, o participado a través de mi interacción, que en el otro caso.

La elección de usar animales antropomórficos -furros, que dice el vulgo- me parece muy acertada. Ver un viejo caimán regentando una tienda de antigüedades puede tener más carga visual que tener un anciano pixelado. Es un fenómeno curioso, pero reaccionamos y conectamos mejor con avatares similares a humanos, que con expresiones humanas más cercanas. Y aquí se pone en evidencia.

Los diferentes personajes harán su vida, su día a día. Veremos momentos humanos, a través de unos animales: Un cigarro y un café ante un atardecer, el trabajo en una embotelladora, un desayuno, unas ilusiones, un piano, un paseo en bicicleta... Todo tratado con un pixel-art primoroso. De nuevo recurriendo a Genesis Noir, mis capturas no van a transmitir como funciona el juego en movimiento. Más, cuando estáis viendo píxeles como azulejos de baño. No, hay que verlo directamente… y oírlo.

Porque un punto totalmente vital de la narrativa de The Longest Road on Earth es la música de la compositora y cantante madrileña Beícoli. No hay ningún texto en toda la partida, toda la información es a través de sus escenas y de las canciones. No son mero acompañamiento -un excelente acompañamiento, debo decir-, sino que en sus letras vemos metáforas y significado a muchas cosas que pasan en pantalla, o en nuestras cabezas.

Aquí vendría un posible problema del juego. Creo que las canciones son bastante importantes para ‘explicar’ no ya lo que estamos haciendo y viviendo -el juego es muy asumible-, sino para darle un sentido más claro a todos estos momentos y vivencias. No es que te cuenten la película, pero son un claro apoyo. Lo bueno es que la maravillosa voz de Beícoli y su estilo más folk ya son un puntal claro a la narración, pero insisto que entender lo que nos canta añade más importancia a todo.

Los cuatro capítulos que viviremos nos pueden costar un par de horas. No hay exploración, secretos, o poder salirse de la narración -desaconsejo totalmente dar vueltas buscando cosas, o intentando examinar escenarios-, la historia y el viaje en la misma es directa. Y aquí tenemos otra espina, realmente unida a este estilo de juegos, y no del juego en sí, porque la valoración del mismo será totalmente personal y ajustada a lo que nos cuente y lo que sintamos. Todo es muy subjetivo, incluso lo que yo encuentro bello en su arte, otros lo encontrarán demasiado falto de matices, o conectarán menos con su música.

Por eso, y como ya dije en el juego de Feral Cat Den, la nota no vale un pimiento. Si el lector quiere saber por qué tendría más número uno que el otro, es todo subjetividad, no puedo plasmar nada tangible para elevar a The Longest Road on Earth sobre su extraño paralelo durante esta entrada. Incluso tiene mucha menos interacción, sin puzles, con bastantes menos situaciones jugables, es más corto además… Sensaciones y emociones totalmente propias que tengo que concentrar en un frío número desprovisto de alma.

Pero ambos juegos la tienen. Sé que estamos aquí por la obra de Brainwash Gang, y la recomiendo a cualquiera que sepa a lo que entra, simplemente en aquel festín de demos de Steam ambos títulos se entrelazaron en mi mente y mi corazón.

 


Este análisis se ha realizado en PC con una copia cedida por Raw Fury