Un año más se acerca el verano y junto a él nos llega, de la mano de Cyanide, el juego oficial del Tour de Francia. Es evidente que, pese al esfuerzo puesto por los desarrolladores, este ciclo de lanzamientos anuales resulta difícilmente sostenible, sobre todo cuando incluso las grandes desarrolladoras con más recursos tienen grandes problemas a la hora de justificar la publicación anual de sus franquicias deportivas. Tour de France 2022, por tanto, no tiene mucha razón de ser, ya que apenas presenta novedades con respecto a la anterior entrega.

Se podría pensar que los Tour de France son una versión más simple y accesible de los Pro Cycling Manager del mismo estudio y, aunque esto fue cierto en sus orígenes, nada más lejos de la verdad. En Tour de France controlamos a un único corredor de forma simultánea, aunque podemos ir alternando entre todos los corredores de nuestro equipo, y deberemos gestionar su esfuerzo a lo largo de cada etapa dosificando su energía, de forma que la clave, como en la realidad, radica en saber controlar la carrera y medir muy bien los tiempos adecuados para lanzar nuestros ataques o contrarrestar los de nuestros rivales.

Todo esto ya supone monitorizar una importante cantidad de parámetros y planificar numerosas estrategias acorde a las condiciones cambiantes de carrera, pero la complejidad se eleva hasta límites exponenciales cuando entran en juego las ordenes de equipo o cuestiones más técnicas como el adecuado posicionamiento de nuestro corredor en el pelotón para evitar abanicos o reducir el esfuerzo colocándose a rueda de otro corredor.

Se trata, por tanto, de una simulación muy satisfactoria a pesar de las evidentes raíces arcade de la propuesta, pero que muy probablemente provocará la huida de cualquier persona sin interés o conocimientos avanzados de ciclismo. Esta complejidad no es siempre consecuencia de las posibilidades ofrecidas por el juego, también hay problemas derivados de una interfaz farragosa a la que cuesta acostumbrarse y en la que en muchos momentos es bastante difícil encontrar la opción que deseamos, sobre todo cuando queremos dar órdenes a nuestros compañeros. Es un obstáculo que se solventa con la práctica, ya que los tutoriales, a pesar de ser largos, no son de demasiada ayuda, pero que añade una nueva barrera de entrada para los jugadores menos pacientes o menos interesados en este deporte.

Para esta ocasión se ha pulido el comportamiento del pelotón, uno de los principales puntos flojos de anteriores entregas. Este año resultan más agresivos e impredecibles, además de vigilarnos más atentamente en función de los objetivos a los que aspiremos. No podremos meternos fácilmente en una escapada si estamos entre los favoritos a ganar la clasificación general, ya que rápidamente provocaremos la reacción de los equipos de los otros favoritos, que se pondrán a tirar para impedir que consigamos abrir hueco. Pese a ello sigue habiendo carencias, como patrones que permiten anticipar el comportamiento de la IA a la hora de atacarnos o la existencia de algunos corredores demasiado desbalanceados que no muestran ni un solo momento de debilidad. No es algo que moleste especialmente durante las primeras horas, pues, como digo, se ha mejorado con respecto a entregas anteriores, pero a largo plazo contribuye a reducir la vida útil del juego, al volverlo predecible.

Para intentar solucionar esto llega otra de las grandes novedades de este año: los incidentes de carrera y los estados de forma. Con ellos se intenta reflejar la aleatoriedad de una competición real al introducir variables que no podemos controlar y que afectarán tanto a nuestros corredores como a nuestros rivales. Caídas, averías, enfermedades, picos de forma positivos y negativos… Las variantes no son muchas, pero es verdad que consiguen dar un puntillo de variedad e interés que resulta muy interesante. Es claramente un paso en el buen camino, aunque insuficiente.

Vida útil que, por otro lado, es considerable, puesto que además del Tour, tendremos otras numerosas competiciones a nuestra disposición, como la París-Roubaix, la Dauphine, la Paris-Niza o la Lieja-Bastoña-Lieja, así como la posibilidad de crear nuestra propia competición seleccionando entre más de 92 etapas o permitirnos llevar a la gloria a un corredor desde sus inicios en el modo Pro Tour. Esta diversidad de opciones se agradece y esconde muchísimas horas de juego, puesto que incluso, si lo deseamos, podremos correr las etapas completas de principio a fin, incluso las más intrascendentes, aunque también existe la posibilidad de acelerar el tiempo o centrarnos directamente en los momentos más importantes de las etapas decisivas. Otra de las incorporaciones de este año es un modo en el que se nos ofrecerán retos semanales, pudiendo comparar en linea nuestras puntuaciones con las de otros jugadores.

A pesar de todo, lo cierto es que hay una carencia importante de novedades con respecto a anteriores entregas. Se han pulido aspectos del juego -como el ya citado comportamiento de la IA-, se han actualizado plantillas, se han solucionado bugs y se ha añadido contenido, pero la base continúa siendo exactamente la misma de anteriores entregas, cuando éstas ya pecaban de ser excesivamente continuistas. Es este un mal endémico de los juegos deportivos con licencia, obligados a lanzamientos anuales en los que no existe margen temporal para realizar revoluciones, pero que llama todavía más la atención en títulos que tienen un margen tan evidente de mejora como este Tour de France.

 


Este análisis ha sido realizado en PlayStation 5 mediante una copia cedida por Nacon España